Tal vez fue Eva Perón quien inauguró la lógica por la cual el insulto es reapropiado y resignificado políticamente. Los típicos insultos gorilas fueron representados en su discurso como auténticos rasgos de distinción: grasitas, cabecitas, descamisados ..En definitiva, como elementos constitutivos de una nueva identidad en proceso de construcción.
El Kirchnerismo sin duda asumió esa operación lingüística, “los peronistas somos putos, los gorilas son gays”, me aclaraba en su día un militante de Putos Peronistas.
En este punto, si algo caracterizó al kirchnerismo fue extender los límites históricos del propio peronismo. La incorporación del feminismo, el LGTBI+, los movimientos sociales, dan cuenta de la extensión producida por la asunción de los Derechos Humanos en el movimiento peronista.
En este sentido, Wado de Pedro ha inaugurado una órbita nueva, ha transformado, a través de un ejercicio irónico perfectamente trazado, el síntoma de la tartamudez en una de sus marcas singulares.
No sólo le ha dado la vuelta, sino que ha inaugurado un debate acerca de la discriminación que tradicionalmente ha sufrido ese catalogado ” trastorno del lenguaje”.
Ha hecho que algo que socialmente se considera un déficit sujeto a burlas y desprecios pueda ser mostrado cuando se cumple la función y la responsabilidad más alta de la política.
La tartamudez, como tantos otros “trastornos” no es un déficit, es un rasgo del sujeto que en muchos casos angustia. Cualquiera puede sentir que cuando se toma la palabra es posible que se interrumpa, o se vaya a perder el hilo, o pueda quedarse en silencio. De allí es que el gesto de Wado incorpora un nuevo campo en la extensión de derechos protagonizada históricamente por el kirchnerismo. El derecho incondicional a lo que cada uno pueda hacer con su propia diferencia.