En las últimas semanas volvió a ser noticia la violencia institucional. Primero la desaparición de Facundo Astudillo Castro y luego el asesinato de Lucas Verón: dos jóvenes de barrios populares a la suerte de las fuerzas de seguridad.
Las escuela es, entre otras ontologías, el altoparlante que reproduce al mundo. Por esto resulta pertinente pensar algunos aspectos que conectan la función escolar y las violencias: esta vez desde la óptica de la enseñanza (nos excusamos, sólo por hoy, de reflexionar sobre las violencias que ingresan y estallan en la escuela). La virtualidad, entonces, se presenta como un limitante, no obstante es el desafío ineludible de esta época. ¿Cómo enseñamos a reflexionar, en la escuela, sobre la desaparición y asesinato de jóvenes en -más o menos comprobadas- manos del Estado? ¿Cómo lo hacemos, para variar, sin clases presenciales?
En la escuela real los emergentes que interpelan a lxs chicxs “dialogan” con las instituciones, la agenda pública y la comunidad. Ese “diálogo” es el que viene a delinear qué espacio organiza la escuela para lo emergente, o cómo hace la misma para abordar los temas de la agenda pública al calor de lo que vertebra la enseñanza: los contenidos curriculares.
Existe como parte de un, digamos, “sentido común curricular”, la apelación a la “enseñanza para el pensamiento crítico”. Esta postura político pedagógica fue rupturista en su momento, y hoy forma parte del glosario ineludible de cualquier documento educativo. Y tal vez por eso ha quedado algo vaciada de sentido, o se transformó en una idea que cada docente modela a su imagen y semejanza.
Cuando la agenda pública impone temas controversiales, promover ese pensamiento crítico en la escuela implica no “enlatar” eslóganes ni imponer -sin mediación alguna- nuestras sensaciones inmediatas sobre sucesos que nos interpelan fuertemente como ciudadanos, y que tensionan con nuestros marcos ideológico-políticos, de los que no podemos prescindir cuando entramos al aula. Ayudar a lxs chicxs a pensar abre otro campo de desafíos para el docente que dista bastante de las “aventuras personales”, donde los contenidos del área son el reaseguro frente al mencionado “diálogo”.
Hay una serie de acuerdos que lxs docentes construimos con nuestrxs alumnxs, implícitos y explícitos, que se conocen como “contrato didáctico”. En él se establecen las normas del vínculo y los márgenes de maniobra entre el rigor disciplinar y la charla relajada que se ponen en práctica desde marzo a diciembre, y que se van recalibrando todos los días por la “temperatura” del aula. Ese pacto, personal e intransferible de un docente o grupo a otro, es el que puede habilitar que lxs chicxs levanten la mano y hagan una pregunta incómoda directamente relacionada con un tema de agenda pública, como la violencia institucional (el caso Maldonado; pero también un año electoral, el debate sobre el aborto, la pandemia).
El asunto es la dificultad para establecer un contrato didáctico en la virtualidad: cada Zoom tiene que ser completamente eficiente y orientado al trabajo, ya que el nivel de alienación con las pantallas es directamente proporcional a la necesidad que tenemos de volver a vernos cara a cara. ¿Cómo tantear los estados de ánimo de nuestrxs alumnxs, cuando ellxs y nosotrxs estamos empaquetados en ceros y unos que circulan entre cables y wifi?
Inés Dussel señala el borramiento de límites entre lo privado y lo público como una condición inalterable de esta virtualidad. En esa operación se confunden los ritmos y la administración del tiempo, la capacidad de administrar las intensidades de la práctica diaria. Frente a la educación monocorde de las pantallas no es sencillo pesquisar cuales son los temas que “arden” en boca de lxs chicxs.
Hoy tenemos casos de gravedad en términos democráticos donde se cuestiona al Estado, y esto es un campo fértil para trabajar en el aula contenidos de Ciencias Sociales y Ciudadanía. Pero claro: la dinámica “remota” cambia las reglas del juego para propiciar esos marcos didácticos. En este 2020 otro desafío habrá de presentarse: cómo readaptar las preguntas para dar espacio a ese mundo privado de lxs pibxs que, más temprano que tarde emergerá, y la escuela tendrá que tomar decisiones.
* Docente. Escribe sobre pedagogía y políticas educativas.
** Profesor en secundaria, formación docente y universidad pública.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/279398-violencias-y-ensenanza-critica