Un nombre para los desaparecidos

Un nombre para los desaparecidos

Desde Roma

El 24 de marzo, en Italia se recordó la matanza de las Fosas Ardeatinas de 1944, cuando los nazis que ocupaban Roma asesinaron a 335 inocentes. En Argentina fue el Día de la Memoria, con el peso de los 30.000 desaparecidos y los nietos que aún se buscan. En 2021, un año marcado por el dolor y la incertidumbre de la pandemia, ambas conmemoraciones parecen haber motivado a mucha más gente a retomar las preguntas sobre sus familiares queridos que por múltiples razones habían quedado un poco acalladas.

La mayoría de los asesinados en las Fosas Ardeatinas fueron identificados. Eran judíos, presos comunes, miembros de la Resistencia, simple gente de la calle. Diez de estas víctimas, sin embargo, han quedado sin un nombre. Es necesario “cultivar la memoria para que siempre estemos atentos al peligro de nuevas degeneraciones violentas y autoritarias. La experiencia nos enseña que libertad, igualdad y justicia no son adquiridas para siempre, hay que defenderlas cada día”, declaró el presidente de la Cámara de Diputados de Italia, Roberto Fico, al recordar la matanza.

De muchos de los 30.000 desaparecidos en Argentina no se supo nunca nada. El Equipo Argentino de Antropología Forense, que se ha ocupado de estudiar restos humanos en todo el país, ha encontrado a unos 1.500 de ellos. Pero hay 600 restos todavía sin identificar. Por eso lanzó la Campaña por la Identidad, a nivel nacional e internacional, que fue difundida en Italia por la RAI, y en la Argentina por la TV Pública y la agencia Télam, con el programa Los 600 cuerpos.

Para participar basta tomar contacto con un consulado argentino, en el país que sea, y llevar una pequeñísima muestra de la propia sangre que será enviada por valija diplomática a Córdoba, donde está el laboratorio de Antropología Forense y donde están los datos de las 600 víctimas sin nombre. A esta campaña se han plegado algunos ítalo-argentinos que viven en Italia y que todavía no saben nada de sus seres queridos. Paolo Privitera, Nello Spinella, Esteban Leguizamón y Donata Pompa son cuatro de ellos. 

Dar la sangre

Paolo Privitera y su familia llegaron a la Argentina desde Sicilia en 1955. “Yo tenía un año y mi hermano Salvatore, siete”, contó a PáginaI12. Se fueron a vivir a Dorrego, uno de los departamentos de la capital mendocina. Salvador estudió medicina en Córdoba y luego trabajó en el Hospital Rawson de esa ciudad. Militante de Montoneros, fue arrestado en 1974 acusado de haber participado en un asalto al cuartel de Bell Ville. En 1975 Paolo y su familia se fueron a vivir a Córdoba para poder así ir a visitar a Salvador a la cárcel donde estaba. 

“Después del golpe del 76 la cosa se puso muy fulera. Ibamos a verlo a la cárcel pero no sabíamos si en cualquier momento nos agarraban también a nosotros –cuenta–. Yo iba a la escuela. Dos veces trataron de secuestrarme, porque era pariente de un preso político. Después que sucedió esto, con mi viejo volvimos a Mendoza. Le escribimos una carta a mi abuelo que estaba en Sicilia, y él me mandó el pasaje porque no teníamos dinero suficiente para pagarlo. Eso fue en 1978. En Sicilia vivían mis primos y mis tíos, que eran militantes del Partido Comunista Italiano. Ellos y otros militantes asumieron el caso de mi hermano y empezaron a hacer presiones para tratar de liberarlo. Dado que era italiano, se planteó el caso ante las dos Cámaras del Parlamento, un cura del pueblo también lo planteó ante miembros de la Iglesia en Sicilia y todo salió publicado en algunos diarios, entre ellos el periódico del PCI, L’Unita”.

“En abril de 1979 dejaron en libertad a Salvatore por ser italiano. Vino a Italia. Estuvo poco tiempo en Sicilia. Luego se fue a Roma. “La última vez que nos vimos fue en febrero del 1980. Después él se fue primero a España, luego a México y de ahí trató de entrar clandestinamente en Argentina”, contó Paolo. En octubre de 1980 Paolo recibió una llamada telefónica de una compañera de Salvador que le dijo que habían agarrado a su hermano. Hicieron denuncias de todo tipo, incluso a nivel de Naciones Unidas. Pero no se supo más nada. 

“No sabemos como ni dónde desapareció. Nadie sabe, aunque he hablado con sus compañeros de militancia”. “Yo estoy dispuesto a dar mi sangre para averiguar si los restos de mi hermano están entre los 600 sin nombre. La idea es darle publicidad a eso para que muchos familiares que antes no habían querido dar su sangre o no lo sabían, puedan hacerlo ahora”, subrayó. 

“A los familiares que tienen un ser querido desaparecido y todavía no saben nada, les digo: no dejen de buscarlo. No dejemos solos a esos cuerpos que todavía deben ser identificados”, concluyó.

Una pista más

Nello Spinella y su hermano Miguel Angel nacieron en Italia, uno en la provincia de Treviso (cerca de Venecia), el otro en Turín (norte de Italia). Con la familia se fueron a vivir a Argentina cuando Nello tenía ocho años y Miguel Angel dos. Pero Nello volvió a Treviso en 1972. En setiembre de 1978 Miguel Angel trabajaba, estudiaba Biología en la Universidad de Buenos Aires y militaba en el Partido Comunista Revolucionario. Tenía 25 años, estaba casado y tenía un hijo. Lo secuestraron en una parada de colectivos.

“Hubo un hecho que sirvió para la denuncia que hicimos: que 24 horas o 48 horas después, un patrullero que estaba en la zona notó movimientos de autos que llamaban la atención frente a la casa de mi hermano. La policía intervino y fue al departamento donde los tipos estaban llevándose todo. El que estaba haciendo el allanamiento se presentó y dijo que era un militar y mostró una tarjeta que la policía reconoció como oficial, pero que tal vez era falsa”, contó Nello a PáginaI12

“A raíz de esto se lo buscó en las comisarías, los abogados hicieron Habeas Corpus. Pero nunca se supo donde fue a parar. Tiempo después, hablando con personas que habían estado en campos de concentración, me dijeron que pasó por la ESMA. Incluso hubo uno que me dijo que duró muy poco”. Nello se movió, haciendo contactos y pidiendo entrevistas, para motivar al gobierno italiano en el que figuraban entonces personajes como el democristiano Giulio Andreotti. “(El socialista) Sandro Pertini era presidente de la República y fue el único que me recibió privadamente. Me expresó su solidaridad y dijo que se empeñaría en hacer todo lo posible por mi hermano”, dijo Nello.

En marzo del 79 Nello vialó a la Argentina e intentó todo tipo de contactos a nivel político, militar y eclesiástico, para pedir informaciones sobre su hermano. No consiguió nada.

Nello no había entregado nunca su sangre al equipo de Antropología Forense porque lo había hecho el hijo de su hermano en Buenos Aires. “Después mi sobrino me pidió que lo hiciera también yo. El procedimiento no era claro entonces. Ahora las cosas están bien definidas. En nuestro caso, con mi donación de sangre tendremos un elemento más para encontrar a mi hermano”, concluyó.

Poder llevar un ramo de flores

Esteban Leguizamón, que vive en Italia hace 30 años, dijo a PáginaI12 que quiere encontrar los restos de su mamá, Nélida Dimowich, “para darle una sepultura normal, saber donde está y poder llevarle cada tanto un ramo de flores”. Su madre trabajaba como secretaria del propietario de una industria de La Plata, donde vivía con su familia. Al parecer la secuestraron porque los militares querían saber si en la empresa había fondos ocultos de Montoneros. 

“Esto es lo que logré saber. Yo era un niño. No sé si era militante de algún grupo. No creo”, añadió. “La secuestraron el día que yo cumplía seis años, el 21 de enero 1976. La vinieron a buscar a casa mientras nosotros estábamos saliendo para ir a hacer la fiesta de cumpleaños a otro lado. Entraron tipos armados, se llevaron documentos y otras cosas. Mucho después supimos que a mamá la vio una vecina de casa en un campo de detención clandestino en Arana, La Plata, donde la vecina también había ido a parar”, recordó Esteban. 

“No me interesa la venganza. Quiero sólo que me entreguen los restos para darles una digna sepultura”, subrayó repetidamente.

Donata Pompa nació en la región italiana de Abruzzo, en la provincia de Chieti. Allí nacieron también otros dos de sus hermanos. Su hermana Irma María en cambio nació en Argentina y tenía 24 años cuando desapareció en Campana (a 75Km de la ciudad de Buenos Aires). Trabajaba como empleada en una fábrica de ropa, donde hacían sacos de cuero. 

“No tenía ninguna militancia, que yo sepa. Fueron a buscarla a casa. La acusaban de ser traficante de drogas”, contó Donata a Página/12. Cuando entraron los militares a su casa, ella “tenía su hijita en brazos y le estaba dando la mamadera. Los militares se la llevaron y dejaron a la nena en manos de un vecino que era médico. Nada más. Era el 5 de mayo de 1977. Se la llevaron y hasta el día de hoy no sabemos donde está. Yo espero que esté viva. Pero no lo creo. Tengo la esperanza de volverla a ver. Yo doné mi sangre a los antropólogos forenses hace varios años”, concluyó Donata, que vivió en Argentina 32 años y en 1982 decidió volver a su país natal con su familia.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/333402-un-nombre-para-los-desaparecidos

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