Si la cantidad de infectados y fallecimientos por la epidemia se amesetó en un nivel alto, la solución sería bajar ese nivel y después flexibilizar y no al revés, como anunció Horacio Rodríguez Larreta. Si se detectó una cantidad considerable de chicos que no tienen acceso a la educación por internet, la solución no es abrir las escuelas en medio de la pandemia, como dijo el jefe de Gobierno de la CABA, sino facilitar la conectividad de esos chicos. Si apercibe al cura Toto por protestar junto a los vecinos por los cortes de luz en la villa 21-24 también tendría que impedir la realización de una convocatoria masiva que realizarán sus correligionarios el lunes en medio de la pandemia.
Hay gente para todo. Están los que dicen que la pandemia es un invento de los medios para esparcir el miedo. Están los que dicen que esta pandemia es una gripezinha que se cura con dióxido de cloro o hipoclorito. Unos que es de aplicación oral, otros intravenosa y otros que es por enema. Están los que dicen que la cuarentena es una infectadura y convocan a marchas para defender la libertad restringida.
Y están los trabajadores de la salud, médicas/os, enfermeras/os y trabajadoras/es de limpieza que son los que se pelan las pestañas y muchos pierden la vida en el intento de acotar el desastre que dejan los que subestiman a la pandemia o no les interesa o especulan con el sufrimiento de miles de sus compatriotas.
FESPROSA, la federación que agrupa a 300 mil trabajadores de la salud, profesionales y no profesionales, informó que en todo el país se infectaron 17 mil trabajadores de la salud y que murieron 60 de ellos. Cinco mil de ese total, son de CABA y de ellos, alrededor de tres mil son varones y dos mil, mujeres.
Es muy difícil reemplazar a cada trabajador que se infecta, o sea que se multiplica el trabajo de los demás. Y hay varias provincias, como en Jujuy, donde hay reclamos por falta de equipamiento de protección sanitaria, o porque los que hay son de muy mala calidad. No solamente se está cerca del límite de camas, sino también del límite de resistencia de los trabajadores de salud.
En esa mezcla de Biblia y calefón que son las redes, se publican recordatorios de médicos, enfermeros/as o trabajadores de limpieza de los hospitales que mueren por la epidemia. Personas que lamentan el fallecimiento de su padre o madre o de algún ser querido se mezclan con diatribas políticas, esotéricas, o supuestamente científicas en contra de la cuarentena o del distanciamiento social.
Esa mezcla –tan contradictoria porque lo único que no se puede discutir es la muerte– es la confusión que genera esta pandemia que tiende a convertir a la sociedad en un conventillo donde todos discuten sobre la muerte mientras se mueren, como le pasó al jubilado que se hizo famoso en esas marchas anticuarentena hasta que se murió solo y asfixiado por la peste.
En CABA se registró ese fenómeno apocalíptico de película italiana en las manifestaciones del Obelisco. O en los que van a las marchas contra la cuarentena con una bandera que sólo han usado en el fútbol o en el polo, porque corporizan la amenaza del virus en su adversario político, que en ese cuadro bizarro bien podría ser también del club de fútbol contrario o de la pandilla del otro barrio.
Alberto Fernández reconoció en la conferencia de prensa de ayer que en la Argentina hubo cuarentena real sólo en las primeras semanas. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof reforzó este argumento con las cifras de Google sobre la movilidad de las personas.
En las primeras semanas, la movilidad había descendido el 72 por ciento comparada con la movilidad anterior a la cuarentena. En la actualidad ese descenso es apenas del 25 por ciento. La línea descendente que va del 72 al 25 por ciento explica la curva ascendente de contagios y muertos por la epidemia. A menos respeto de la cuarentena, más contagios y muerte.
Al fijar un horizonte a la cuarentena, el anuncio de la fabricación de la vacuna en Argentina, le permite al gobierno reclamar que la sociedad mantenga el aislamiento. Se sabe que sólo será por unos meses más aunque es poco lo que queda de la cuarentena.
Es una epidemia traicionera porque muchos de los que se enferman apenas la sienten y muchos son asintomáticos, lo que genera cierta confianza. Y si bien la tasa de mortalidad no es tan alta, el virus se expande con tanta rapidez y facilidad que produce muchas víctimas fatales.
Algunos dicen que muchas de estas víctimas murieron por otras causas. Pero es como el jujeño que se tomó un litro y medio de dióxido de cloro porque se lo aconsejó un amigo que lo vio en la tele o en algún lado. Se intoxicó y eso le provocó un paro cardiorrespiratorio. “Murió por el paro” discuten.
Google muestra que si se compara la movilidad de antes de la pandemia en el ámbito metropolitano (AMBA), en la actualidad es apenas el 25 por ciento menos. En Francia se redujo el 45 por ciento. Pero el ex presidente Mauricio Macri llegó a Paris, donde el movimiento está mucho más restringido y dijo “aquí se respira libertad”. Evidentemente no era así porque rápidamente se fue a Niza.
Desde la Costa Azul, el ex mandatario respaldó al ala dura de su partido y convocó a sus simpatizantes a manifestarse el lunes en defensa de la libertad. En ese código se entiende que defender la libertad es atacar la cuarentena y frenar la reforma judicial que propuso Alberto Fernández. El Poder Judicial es un coto privado y la derecha no permite siquiera mirarlo por la ventana.
Hay gente que se pone la bandera que usa en sus viajes a los Mundiales de fútbol y le hace caso como si fuera a la cancha. Hablan de homenaje a San Martín, el general odiado porque imponía altos impuestos y expropiaba a la oligarquía para alimentar al Ejército de los Andes. Son los mismos que se oponen ahora al aporte de las grandes fortunas para la lucha contra la pandemia.
Hay un jefe político que alienta reuniones masivas que incrementarán la circulación del virus, pero que huyó del territorio donde se producirá la infección que provocará su convocatoria. No suena bien para el que dirige ni para los teledirigidos.
Entre los médicos hay muchos que votaron por Macri, incluso hay un pequeño grupo que se llama “médicos por la verdad” que aseguran que la epidemia es un invento. Pero para los trabajadores de la salud que están en la pelea del día a día con la epidemia, los que tienen que asistir a cientos de infectados leves en los centros de atención, o que deben luchar contra la muerte en las salas de terapia intensiva no existen estas discusiones.
No importa para ellos si son macristas o peronistas. Lo que les importa es que baje la intensidad de contagio. Se exasperan cuando la sociedad genera situaciones que facilitan la circulación del virus, personas sin barbijo en la calle o el amontonamiento en los subtes o las marchas apiñadas. Sienten que se está jugando con la muerte, pero también que no se respeta el esfuerzo que hacen ellos y los riesgos que deben afrontar.
Sería muy difícil volver a la cuarentena restringida del principio, como están haciendo muchos de los países que habían empezado a flexibilizar el aislamiento. Hay agotamiento en la sociedad. Y la oposición macrista, asociada a las corporaciones de medios, se aprovechó de ese desgaste para usar el rechazo a la cuarentena como bandera contra el oficialismo.
Es una vía de acción demagógica que puede tener alto costo.