Por Mario Wainfeld
El presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti cuenta con tres marcas record desde que recaló en el Tribunal hace seis años.
- El ingreso por la ventana mediante decreto del expresidente Mauricio Macri.
- El fallo “Muiña” más conocido como el “2×1” a los represores.
- La sentencia sobre el Consejo de la Magistratura, cuya frutilla es el autonombramiento a cargo del organismo.
Los dos primeros debieron retractarse a consecuencia del repudio y las reacciones que generaron. No fue magia ni espontáneo: la sociedad civil, la movilización popular le torcieron la mano, retrocedió. El ingreso en el Consejo de la Magistratura (CM o “el Consejo” en adelante”) se sostiene impune.
La Reforma Constitucional introdujo al CM como novedad, una de las demandas (“mastiquines” en dialecto) del radicalismo al menemismo a cambio de la reelección. Se discutió masomeno, contrarreloj, se dibujó un artículo generalista e incompleto, se difirieron los aspectos sustantivos a una ley posterior. La falla congénita fue fustigada en los debates iniciales: una ley es derogable por otra, se abría una generosa puerta a sucesivas normas removiendo las anteriores. Así fue porque estaba signado de antemano.
La representación por estamentos es el problema básico. Esta nota se centra en otros aspectos. Pero es preciso insertar que el escueto artículo 114 de la Carta Magna no expresa, ni por asomo, que el presidente de la Corte debe serlo también del CM. Amén. Volvamos al Supremo por partida doble.
Vale la pena repasar su pasado reciente, desde que fue ministro de Justicia designado por el fallecido presidente Néstor Kirchner. Lo tergiversan bastante las reseñas mediáticas, las apologías académicas, alguna publinota en Clarín.
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El ministro y su partida: Kirchner lo nombró pensando que sería más orgánico que su predecesor Gustavo Beliz. Dirigente con experiencia de gestión, exintendente de Santa Fe, donde vive. Convencional constituyente, peronista clásico. Cordial en el trato, de sonrisa fácil. Hincha de Boca. Escritor vocacional con varios libros publicados, de esos que se regalan más de lo que se venden. Un escritor prolífico suele ser un buen lector, es su caso.
Rosatti funcionó bien un tiempo, le tocaron tiempos difíciles como todos. Durante su gestión ocurrió la tragedia de Cromañón, se ocupó mucho. El cortesano Augusto Belluscio renunció a su cargo, lo hizo transpirar. Rosatti llevaba la relación con la Corte Suprema. Se reunía con su presidente, el fallecido Enrique Petracchi, cada dos semanas. Sostenían diálogo entre poderes, intercambiaban información, pedidos o sugerencias. El ministro se consideraba destratado por el juez, que lo miraba con desdén; tenía razón. Petracchi lo detestaba, lo consideraba un oportunista. Lectura similar a la que tuvo luego respecto de Ricardo Lorenzetti, como colega en la Corte. Petracchi fue un gran magistrado, dictó fallos señeros, tenía un alto sentido del rol institucional de la Corte.
En esa época Rosatti conoció a Nicolás “Chiquito” Reyes, un funcionario riojano designado por Julio Nazareno, el titular de la Corte menemista, para administrar dineros y designaciones de la Corte primero y del Consejo luego. El ministro pulseaba con Reyes, un hueso duro de roer, un as para manejar la caja. Lo admiraba, a su manera. Rosatti ni soñaba que llegaría a la Corte y al CM años más tarde pero quizá ese ejemplo quedó en su imaginario.
De cualquier modo, Rosatti la piloteaba en Justicia. En 2005 Kirchner quería revalidar en las urnas la popularidad que había conseguido gobernando: dejar atrás el estigma del 22 por ciento en 2003. La carta principal, el as de espadas, fue la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner versus Hilda “Chiche” González de Duhalde en Buenos Aires. No saciado NK se consagró a trabajar otras listas, Santa Fe entre ellas. Podían asomar como posibles candidatos el intendente de Rafaela Omar Perotti, el Canciller Rafael Bielsa, María Eugenia Bielsa. Un tapado esperaba su turno: Agustín Rossi.
A Kirchner le pintó que Rosatti fuera candidato porque “Rafa” Bielsa se jugaría la difícil parada de serlo en la Ciudad Autónoma (CABA). Rosatti se interesó en la propuesta, el Jefe de Gabinete Alberto Fernández lo apalabraba casi a diario, le llevaba encuestas. “Soy el segundo peronista, sólo Lole Reutemann mide mejor que yo” autorretrataba el hombre. Cavilaba. “En el Sur de la provincia soy poco conocido, en Santa Fe arraso”. Motivos personales lo tironeaban: la ambición, la carrera de un lado. En contra pesaban los deseos de volver al pago después de muchos años en la CABA. Las dos menores de sus cuatro hijes son mellizas, tenían trece años “me estoy perdiendo su adolescencia”. Por los motivos que fuera, el ministro declinó el convite, un modo tácito de ir dimitiendo. Nadie desecha una propuesta presidencial hija de la necesidad política y se queda. En su renuncia adujo “razones familiares”. Kirchner lo despidió con amabilidad cuando juró su sucesor, Alberto Iribarne.
Con el tiempo, Rosatti y los medios amañaron un mito urbano que sacan a pasear cuando desean darle lustre a su Señoría. El funcionario habría dimitido por oponerse a una maniobra con sobreprecios en cárceles. Un cruzado contra la corrupción. Jamás denunció ese hecho; era su obligación, como funcionario. Jamás se alejó por esa causa.
Nota de color, rara. Vale como paréntesis (Curiosamente Rosatti fue acusado por maniobras ilegales en el sistema carcelario. El fallecido juez federal Claudio Bonadio le abrió una causa, lo citó a indagatoria. Rosatti consiguió recusarlo y el trámite nunca prosperó. Esta columna no toma en serio al infausto Bonadio. Señala el hecho para mostrar paradojas de la historia, no más. Bonadio era el “pollo” de Lorenzetti, ambos adalides de la doctrina Irurzun. La actual integración de la Corte es un tigre muy manchado, distintos magistrados se ocupan del animal print: Lorenzetti en ocasiones, Carlos Rosenkrantz otras, Rosatti a menudo. Cerramos paréntesis).
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De la mano de Pepín: La excelente Corte que armó Kirchner, la mejor desde 1983, se fue desmigajando. Fallecieron Petracchi y Carmen Argibay. Renunciaron Eugenio Raúl Zaffaroni (a la edad prescripta por la Constitución, un caballero) y Carlos Fayt (mucho más longevo, cuando le vino en gana). Los relevos demoraron porque una ley promovida por la entonces senadora Cristina Kirchner redujo a cinco el número de cortesanos. Autolimitó a su propio gobierno para no seguir designando Supremos. Contradice el relato hegemónico, al retrato que pinta de Cristina pero, ay, es verdad.
Los cambiemitas impidieron que CFK nombrara a un cortesano . El “peronismo racional” le facilitó a Macri que pusiera dos, porque Fayt renunció a fines de 2015. Cambiemos no tenía, ni ahí, los senadores necesarios. Para que MM pudiera poner sus paladines, uno “tenía que ser peronista”. No un peroncho cualquiera… un compañero confiable para los senadores y gobernadores justicialistas que iban por la cabeza de Cristina, que se ilusionaban con pasarla a retiro. O en cana con la cooperación de Claudio Bonadio. Ustedes no se acuerdan porque eran chicos pero sucedía en 2016.
Otro chisme de quincho refiere que la exdiputada Elisa Carrió recomendó e impulsó a Rosatti. Este cronista no conoce la “caja negra” de las designaciones. Por ahí “Lilita” dijo algo. Pero el transcurso del tiempo debilita la versión sobre su influencia. “Pepín” González Simón, el prófugo record, es harto conocido ahora. Sus objetivos, la “mesa judicial”, sus criterios. Inverosímil que el supuesto honestismo haya sido su brújula. O que Carrió lo haya “conducido”. De política hablamos, de pesos pesados, de una estrategia. Rosatti era el compañero adecuado.
Rosatti mismo asume que tuvo poco trato con Carrió antes de que lo colaran en la Corte. Evoca que la exvicepresidenta Gabriela Michetti le ofreció el puesto. Aceptó salteando el Acuerdo del Senado, su primer pecado, el original.
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El 2 x1 y las intrigas: La primera sentencia proyectada por Rosenkrantz fue el 2×1, concebido como el tiro del final al “curro de los derechos humanos”. A gusto y paladar del macrismo. Ro–Ro, recién instalados en la Corte, persuadieron a la exjuez Elena Highton de Nolasco. El fallo fariseo y enmarañado logró apretada mayoría. Los represores se aprestaban a salir en malón de las cárceles. La reacción social sorprendió a todos. Rosatti reconoce en la intimidad que no la esperaba. La masividad superó cualquier cálculo. Facultades de Derecho de universidades públicas repudiaron a los cortesanos. Alguna les quitó la condición de Doctor Honoris Causa. Otra le sugirió a Rosatti que suspendiera una actividad….
La dimensión del clamor colectivo motivó al sistema político y al mismísimo macrismo a rectificar el disparate. La movilización real y potencial los superó sin un ápice de violencia. Se concibió a velocidad de rayo una ley interpretativa, aprobada en cuestión de horas por cuasi unanimidad en ambas Cámaras. Ya se empezaban a conocer opiniones de grandes juristas contradiciendo la salvajada de la Corte.
Rosenkrantz, un cruzado del Macri-procesismo, se mantuvo en sus trece. Rosatti, más escurridizo, participó en las tratativas con los legisladores. Una vez dictada la nueva norma, preparó un voto recalculando su postura. Había cumplido con Macri, se reacomodaba.
Comenzaba a edificar su propio poder, que ahora florece. La Corte es un organismo extraño, un cuerpo colegiado cuyos integrantes mantienen escaso trato entre sí, casi nulo. No se hablan mucho, se reúnen de vez en cuando. Futbolero de ley, Rosatti bromeaba a poco de ingresar: “no nos queremos, ni nos hablamos pero jugamos juntos. Como Riquelme y Palermo”. Abusaba del parangón porque se equiparaba con protagonistas de alto nivel, interpreta quien les habla.
En el cuarto piso de Tribunales, sugestiva arquitectura laberíntica y kafkiana, el juez fue ascendiendo merced a sucesivas intrigas. Primero, conjurado con Rosenkrantz, desbancó de la presidencia a Lorenzetti. Una hazaña agarrar distraído a Lorenzetti… Rosenkrantz presidente. La antipatía del juez amarillo, un agreta que maltrata subordinados, fue embelleciendo a Rosatti quien consiguió ascender de vice a presidente.
El progreso personal coincidió con el incremento del poder cortesano en los últimos años de mandato de Cristina y durante el de Macri.
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Debates, combates, papelones: La sentencia de la Corte sobre el Consejo de la Magistratura decretó la inconstitucionalidad de una ley que regía hace 16 años, repuso otra derogada en ese trance prehistórico, fijó un plazo exiguo para que distintos estamentos se adecuaran a la novedad anacrónica. Suscitó polémica, claro. Ovaciones desde la prensa hegemónica, Juntos por el Cambio y un puñado de académicos macristas, sinceros o culposos. Responder de a uno o dando nombres sería fatigoso. Mejor un enfoque general.
La reposición de la norma derogada después de tanta vigencia —-hasta donde conoce este cronista como tal y como abogado— carece de precedentes en la jurisprudencia argentina. La estrecha mayoría no menta ninguno, tampoco en el derecho comparado. Se aceptan correcciones de lectores atentos y versados.
Lorenzetti, en disidencia, disecciona esa falla, la hace trizas.
El tiempo que se tomó el Tribunal para pronunciarse en una cuestión grave y a la vez sencilla emite otra señal. El juicio es “de puro derecho” en jerga: no se precisaban testigos, audiencias, papelería previa. Se leía, se interpretaba y listo el pollo. ¿Por qué durmió años el pleito? Una sola explicación es posible: el tribunal cajoneó porque le dio la gana. Y porque al macrismo gobernante le convenía.
El plazo angustioso conferido a otras autoridades potenciales del Consejo, una falta de respeto. Una asimetría entre las potestades que se arroga el tribunal (decidir cuando se le cante) y los derechos de los otros.
Ciertos intérpretes matizan o niegan la alianza de la Corte con la principal oposición parlamentaria. Se apoyan en fallos dictados durante el mandato de Macri que incordiaron a aquel oficialismo. Desconocen la lógica del poder y las de las coaliciones, tema que está de moda. Acrecentar el poder propio es funcional para participar de una alianza, en caso contrario se pierde peso relativo. Tanto la Corte como Rosatti se potenciaron para jugar en ligas mayores, gravitar más. De manual.
El desempeño de la Corte, olvidan quienes la aplauden o la defienden con tibieza, se evalúa tanto por las sentencias que produjo como por las que difirió o no dictó. Farmacity, Milagro Sala, Carlos Blaquier… El decreto de Macri derogando la ley de Migraciones dictada por Kirchner durmió el sueño de los injustos. Era una norma copiada de la legislación estadounidense ulterior al atentado contra las Torres Gemelas. Violatoria de derechos esenciales, persecutoria contra inmigrantes, estipulando sanciones, cárcel y deportaciones sin condena penal. Derecha pura y dura, digna de las mentes de George Bush (h) o Donald Trump. Mantenerla intocada fue defenderla, sentenciar tácitamente. El presidente Alberto Fernández derogó el decreto de Macri, la Corte fingió amnesia.
Los cortesanos suelen decir que tienen recargo de trabajo. Ahora Rosatti deberá dedicar horas al CM quitándoselas al Tribunal. Las eternizaciones de trámites, agradecidas.
Una pésima costumbre cortesana que hemos comentado en notas anteriores es el artículo 280 del Código Procesal. La Corte rechaza recursos sin explicar por qué lo hace. Anti republicano un acto de gobierno no fundado, abuso de poder. Los cortesanos se justifican diciendo que hay demasiado laburo pero no les costaría nada explicar los motivos de los rechazos en pocas líneas. Rosatti mocionaba, antes de ser presidente, establecer un listado breve de 5 o 6 causales típicas. Y justificar las decisiones en una de ellas. Adivinen si lo puso en práctica siendo presidente. Tienen medio minuto… adivinaron.
Pleitos que duran siglos, sentencias infundadas en sentido estricto… ¿para qué sobrecargar al presidente de la Corte con labores adicionales? Poder y caja, respuestas accesibles.
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Un político que es Juez, un cierre desolado: El politólogo sueco ríe a carcajadas junto a su compañera, la pelirroja kirchnerista que aboga por la unidad. “El senador que quiere entrar al Consejo se apellida Juez”. La vida te da coincidencias.
Vale la pena sonreír por un instante en medio de tanto desquicio. La falla constitucional, las leyes imperfectas, las zancadillas entre fuerzas políticas, la mala praxis de la Corte, configuran un panorama decadente.
Por si hace falta: este cronista siempre deplora la judicialización de la política, la promoción de demandas. medidas cautelares o amparos por parte de los representantes del pueblo. Acuden al más aristocrático de los poderes del Estado que no sabe solucionar nada. Resignan su soberanía, juegan de visitante.
Las picardías cruzadas que responden al adversario son un feo síntoma, internarse en quién tiene razón distrae… no es lo esencial.
Todo indica que el Consejo funcionará mal, como siempre. Inclinado a favor de la opo. Una nueva ley, acatada por la Corte (perdón por el aparente sinsentido pero …) mejoraría algo el escenario. Complicado que acontezca: a JxC no le conviene, a Rosatti tampoco. Futbolero al mango, esta semana podría haber parado la pelota, promovido tratativas, dialogar entre poderes, darle tiempo a “la política”. Escogió avanzar, atornillarse al segundo sillón.
Al cierre de esta nota, su principal personaje es uno de los funcionarios más poderosos y mejor retribuidos de la República, que no paga impuestos. Ejerce dos cargos, uno con credenciales suficientes, el otro mal habido.
Estas historias continuarán.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/417152-rosatti-el-supremo-que-intruso-dos-veces