¿Qué piensan quienes no fueron a votar? Pero sobre todo ¿qué planean hacer de cara al 22 de octubre? ¿Habrá un efecto pánico como consecuencia del efecto sorpresa? Frente a los resultados inesperado de las PASO que dieron como candidato más votado al utraderechista Javier Milei (con un programa de corte medieval en lo social y digno de 1930 en lo político) los sentimientos de quienes no se acercaron a las urnas por los más diversos motivos expresan una gama de sentimientos que van del nihilismo a la furia, pasando por el descrédito de la democracia representativa como tal o de la instancia de las primarias en particular. Se trata de un universo, de nada más y nada menos, 10,4 millones de argentinos y argentinas.
Haydee Falcone (85), por ejemplo, desde hace tiempo siente que nadie la interpela como alguna vez lo hizo Cristina Fernández de Kirchner. Lamenta que falte patriotismo, “amor por la tierra que pisamos”. Las vio todas: desde la hiper hasta el corralito. Perdió su negocio durante el menemismo, tuvo que vender su auto, después su casa y por poco termina “debajo de un puente” en esos años. Le cuenta a este diario que nunca dejó de estar activa políticamente. Hoy se informa e interactúa “todo el día” a través de Facebook y grupos de WhatsApp. Y aún en la catástrofe que fue el fin de los 90, nunca antes se le había pasado por la cabeza no ir a votar. Hasta ahora.
El gobierno de Alberto Fernández, asegura Haydee, no hizo más que darle una desilusión tras otra. Tiene una lesión en el pie y para trasladarse a la escuela donde vota necesita tomarse sí o sí un remis. Pensaba pagarlo sólo una vez, en octubre. Con la jubilación que recibe tiene que planificar muy bien cada gasto. Los resultados del 13 de agosto la golpearon muy fuerte. Ahora, a pesar de todo, está convencida de que en dos meses tiene que ir a decirle que no “a ese payaso de Javier Milei”. Está ahorrando desde el lunes, peso por peso, para pagarse el viaje en remis el domingo 22.
Cuando se indaga en el universo de las personas que no votaron en las PASO (por opción o por eventualidades) aparecen historias como las de Haydee. Pero también las voces del llamado voto bronca contra gobiernos que no le han tirado “ni un centro para el laburante”. Así como también recelos hacia el candidato oficialista (en un arco que va desde la falta de entusiasmo hasta una total desconfianza hacia un sistema, el de la democracia liberal, que no ha cumplido sus promesas).
Susana Rico (64), de General Pico, La Pampa, no encontró ningún candidato que la representara. Es otro caso de las que nunca antes había faltado a una elección. Los resultados del domingo le generaron miedo. Aunque confía en que esos números se pueden revertir, por eso en octubre va a ir a votar a Massa. Va a elegir al candidato de UxP ante el pánico que le producen Milei y Bullrich, que para ella “son iguales, son lo mismo. Y digo más: el comando de Bullrich mandó a votar a Milei, sabiendo que ella no llegaba”. Se pregunta, por supuesto, si realmente alcanza con el “voto miedo”.
Raúl Gorriaga (53) también es de La Pampa (Santa Rosa): no votó, siente tristeza por la crisis económica, completa decepción frente a los políticos que no le han dado en estos años “ninguna importancia a los problemas reales, materiales, de la gente común”. Al igual que él, ni su esposa, ni sus hijos fueron a votar. Si fuera en octubre, votaría por Milei o por Bregman. Pero honestamente no cree que vaya a poder reunir las ganas.
Computadas como ausentes, hay personas con problemas de logística, de hambre, de ánimo, de conciencia. Personas a las que la vida se les puso tan cuesta arriba en los últimos años que no tienen resto siquiera para acercarse a la escuela que les toca. Personas que no consideran los comicios como un deber ni una oportunidad, porque llevan adelante su participación política por otros medios, o por ninguno. Personas desmovilizadas o con un rechazo hacia las instituciones estatales que corre tanto por derecha como por izquierda. Y a veces por una zona ideológica gris, que es casi un limbo.
María de Martino (32), docente de Tigre, no votó porque tuvo problemas de logística y finalmente, desmotivada, desistió. Las opciones disponibles le resultaban muy desalentadoras. “Me gustaría que el pueblo delibere y gobierne directamente y no a través de autoproclamados ‘representantes’. Sino a través de organismos que favorezcan la democracia directa”. Algunos de sus estudiantes ya le habían comentado que pensaban votar a Milei “en chiste”. Asegura que en octubre sí irá a votar pero que sólo en caso de ballottaje, lo haría por Sergio Massa.
Quienes sintieron asombro y temor el domingo 13 de agosto, en relación a qué harán en la siguiente etapa electoral, dicen cosas como: “no me va a quedar otra”, “me voy a poner las pilas”, “tendré que optar por el menos peor”, “me arrepiento de no haber ido y ahora no hay dudas”, “hay que frenarlo como sea”. Pero también: “Tampoco voy a ir porque apuesto a mi propia conciencia y a mi propia coherencia”, “voy a seguir estando lejos de mi lugar de domicilio”, “no creo que tenga la plata para viajar a votar”.
Sabrina Chuca (40), abogada de Monte Chingolo, Lanús, provincia de Buenos Aires, no fue por varias razones. Un poco por desinterés (al punto de que llegada la fecha no tenía del todo claras las candidaturas). Enojo (“la sensación que hoy tiene la mayoría de la sociedad de que es siempre lo mismo”). Incomodidad (“este año me mandaron a votar a un lugar nada agradable, peligroso, que me queda lejos”). También motivos económicos (“me sale más cara la nafta que necesito para ir a votar que la multa por no hacerlo”). “Entiendo que venimos de 40 años ininterrumpidos de democracia, que nos costó tanto. Pero tampoco puedo decir que me haya dado culpa”. Cree que hasta los mismos candidatos se sorprendieron de los resultados y también que subestimaron el hartazgo de los votantes. “Esta vez le presté mucha menos atención que otros años, no queda claro qué está proponiendo cada uno y qué es lo que van a hacer realmente por los que trabajamos. En octubre sí voy a ir, deseando que sea lo mejor para todos”.
En Argentina la obligatoriedad y una cultura política intensa han favorecido siempre niveles altos de participación. Sin embargo, en las elecciones provinciales de este año ya se empezaba a vislumbrar algo de desmovilización. La participación en las primarias del 13 de agosto fue del 69,6 por ciento, cifra que se cuenta entre las más bajas en elecciones presidenciales desde 1983. En las primarias de 2019, las últimas comparables, la participación fue del 76,40 por ciento.
Ulises Ferro (25), de San Fernando, Provincia de Buenos Aires, votó una sola vez en su vida: en el ballottaje de 2015 entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Asegura ser parte de un sector desencantado con lo partidario, pero se relaciona con la política por otras vías (milita en una organización de la economía popular, estuvo vinculado con el Centro de Estudiantes de su facultad). Y este año, al igual que en el último año del gobierno de CFK, después de debatirlo decidió ir a votar contra el ascenso de la derecha y porque “hace tiempo noto que quien está capitalizando los encantos de la política es Milei”. Estaba dispuesto a votar a Massa, un candidato que no le genera demasiadas esperanzas, con tal de frenar a Patricia Bullrich y Milei. No le pareció una decisión fácil. Pasó meses elucubrando y finalmente definió. Pero la mañana del domingo 13 de agosto… se dio cuenta de que había perdido su DNI: no sabe cuándo, ni cómo. Tampoco tiene pasaporte, así que no tenía cómo acreditar su identidad.
Los motivos de Rodolfo Ríbori (55) y Fernanda Ferreyra (36), trabajadores de Salta capital (municipal, uno, docente, la otra) son bien distintos. El pueblo de origen (que todavía figura en el documento) de Rodolfo queda a 245 kilómetros de Salta Capital. Si bien su caso no está contemplado como excepción por la normativa, a Rodolfo le resultó, como en todas las votaciones, imposible costear el pasaje hasta su pueblo (12 mil pesos del pasaje ida y vuelta, contra los 500 pesos que sale la multa por no ir). Se sorprendió con los resultados de las elecciones, pero no al punto de motivarlo para ir en octubre. La historia de Fernanda es similar: no votó porque está viviendo en Salta Capital pero tiene domicilio en el Joaquín V. González, en el interior de la provincia: “Además de los viáticos, me cuestiono si mi voto podría cambiar las cosas, las injusticias, las inequidades que se reproducen todo el tiempo”. La asusta Milei pero no tanto como para ir en octubre: “si a Milei vuelve a irle tan bien en una de esas los partidos tengan que plantearse alguna autocrítica”.
Si bien cada tanto aparecen respuestas muy sinceras (como “me quedé dormida” o “simplemente no me dieron ganas”) algo del pudor sobrevuela las explicaciones sobre el faltazo de aquel domingo. También hay casos en los que la respuesta viene muy argumentada. Como el de Carina Fernández (38), comunicadora feminista bonaerense y activista socioambiental, que desde 2019 no pisa el cuarto oscuro. Decidió dejar de participar en las elecciones, en ninguna instancia. No por desinterés o comodidad. De hecho, no votar es una posición que le resulta bastante difícil de sostener. “Entiendo la importancia y el orgullo de ir a votar porque antes no se podía y lo simbólico de los 40 años de democracia. Pero es parte de un relato que ya siento que no es efectivo, que no se traduce en políticas públicas verdaderas ni en que realmente tengamos un poder de decisión. No quiero ser más cómplice”. La última vez que votó fue en 2015. Lo hizo por Scioli con muchos cuestionamientos. Desde entonces apuesta “a hacer lo que tiene que ver con mi propia conciencia y coherencia”.
De sus 43 años, Nicanor Listorti –de Cañadón Seco, Santa Cruz– lleva más de 20 viviendo en CABA. Y hasta el día de hoy mantiene su domicilio en Santa Cruz. No lo cambia por motivos emocionales. Es un modo de seguir conectado con su identidad, su origen, su familia. “He llegado al extremo de cambiármelo a Capital para salir de testigo de casamiento de mi hermano y luego me lo volví a cambiar. Hay mucha gente que por las características de Argentina, tan centralista, siente lo mismo que yo y no cambia su domicilio. Muchísima gente que va a estudiar a las universidades en alguna capital del país no cambia su domicilio porque tienen la expectativa de volver a su provincia”. Asegura que sí va a participar en octubre, ya tiene el pasaje para el 22. Y por las dudas también lo sacó para noviembre, por si hubiera que apoyar a Sergio Massa en un ballottaje.
Marina Duhalde Etchezar (27) Córdoba capital, cuenta que en las tres veces que tuvo oportunidad de participar en primarias prefirió no hacerlo para poder sí asistir en las generales con candidatos definitivos. “En mis primeras elecciones voté una opción que hoy no me representa. El domingo sentí una frustración grande. La verdad no fui porque no esperaba esto. Hay mucha gente joven que se informa solo a partir de reels de Instagram. Nunca tuve dudas de votar en la instancia definitiva. Tenemos que ir todos en octubre”.
“No fui a votar el domingo, venía bastante apática. Pero tampoco creía que fuera ganar Milei. Sé que es importante, pero ese día me olvidé de que eran las elecciones”, relata Miranda Donato (22) desde Puerto Madryn. “Me desperté re tarde en lo de mi novio, que vive re lejos, y me di cuenta de que no iba a llegar. Colgué. Y me sentí aún peor cuando vi que estaba ganando Milei. Me cayó la ficha: esto es real. No sólo voy a ponerme las pilas para ir en octubre, sino que pienso romperle las pelotas a todo el mundo”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/581017-que-piensa-el-que-no-voto-en-las-paso