Actualmente se emplea despectivamente esta palabra para designar a aquellos que se supone que se esconden en la denominada correlación de fuerzas para no tomar las decisiones “radicales” que la realidad urgente y grave demanda.
En primer lugar, como ya lo he demostrado en otros lugares, la relación con la correlación de fuerzas nunca es calculable, hay situaciones históricas donde deben ser tenidas en cuenta si no se quiere producir una situación de inmolación y sacrificio que favorezca al enemigo y en otros casos la correlación merece ser puesta en suspenso para tomar la decisión de ruptura y enfrentamiento y afrontar hasta las últimas consecuencias lo que pueda suceder, incluso en algunos casos límites, dar la propia vida o asumir un triunfo cruel del enemigo, que destruirá todo aquello que hasta ahora se pudo hacer por la justicia y la igualdad.
Sin embargo, está muy de moda, entre periodistas, políticos y militantes, quedarse con la primera versión, la que prefiere ignorar la correlación de fuerzas y adoptar una posición supuestamente heroica, guerrera y darse el gusto de la pose revolucionaria. Esto los faculta para insultar como “moderados, tibios, impotentes” a los que quieren discutir cuáles son las condiciones materiales para transformar una realidad y cuál puede ser el sujeto colectivo que soporta a dicho acontecimiento. Se trata de un indiferente desconocimiento de una posición verdaderamente materialista o por lo menos gramsciana.
En esta posición se puede insultar, “a piacere”, al gobierno que se ha votado por no estar a la altura de las circunstancias, bajo un modo curioso de fetichismo. En lugar de privilegiar el trabajo militante y de base y sopesar lo que supondría su perdida si vuelve la derecha ultraderechizada, se prefiere insultar mediáticamente, en un estilo bastante parecido al de los medios hegemónicos del Poder, al Gobierno que en días no muy lejanos se eligió votar.
No digo criticarlo, o construir un verdadero espacio alternativo al gobierno que ha decepcionado, sino realizar una tarea de desprestigio permanente mientras las derechas celebran el descalabro. El argumento, la coartada, es que cuando triunfe lo peor de la derecha será el propio gobierno actual el culpable del suceso por su irremediable tibieza.
La premisa es falsa, actualmente veo gobiernos en distintos lugares, que habiendo cumplido con las expectativas del bienestar popular las derechas se los llevan por delante. El crecimiento de las nuevas derechas ultraderechizadas ya no dependen exclusivamente de los logros o fracasos del gobierno al que se oponen, disponen de un dispositivo de captura subjetiva donde los combustibles mayores son el odio y la antipolítica.
Mejor que tengan razón los críticos del posibilismo, los que desprecian en su totalidad la dichosa correlación de fuerzas, los que colaboran con voltear a ese gobierno débil que ya visualizan como equivalente a un gobierno de las nuevas derechas ¿Saben que están haciendo esto? No seguramente. La ideología siempre está constitutivamente atravesada por el no saber. Sin embargo es preferible que tengan razón y que por lo menos, todo esto no sea la siniestra repetición histórica de un proceso autodestructivo.
Porque sí no es así, pasarán a ser los cómplices efectivos del triunfo enemigo que parece prepararse.