A menudo tengo ganas de escribir sobre cosas que no tienen nada que ver con este país. Ya será. Lo hice muchas veces y nadie me lo reprochó. Pero el que se lo reprocha ahora soy yo. ¿Puedo apartarme de la caliente siempre caliente coyuntura argentina? Difícil. El presente me atrae y creo que es porque me concierne de un modo extremo. Pasan tantas cosas aquí. En otros lados también. Pasan –por decirlo con precisión- muchas cosas en todo el mundo. Por ejemplo: todavía no se resolvió lo de Trump. ¿Aceptará trasladar el poder a Biden? Prometen cosas que no cumplen. El hijo del grandote rubio todavía no consiguió desatar una guerra civil para sostener invencible la presidencia de su padre. No ha surgido un Robert E. Lee que se haga cargo con rigor profesional de semejante tarea. El vástago belicoso del padre que no quiere irse de la Casa Blanca aún no ha logrado formar un contingente armado –o sencillamente un ejército, por decirlo claro- para ametrallar a los millones que votaron al candidato veterano que venció a daddy. La policía se mantiene en el american way of life: quiere reventar a todo negro que incomode un poco y no a millones de buenos white american people para lo cual no tienen una especial vocación. Además los wasp son del palo. No son negros, ni hispanics, ni africans, que a estos hay que darles duro siempre que se pueda. Y se puede, cómo no, claro que se puede. El policía que no dejó respirar hasta morir a George Floyd ya está libre. Los que dicen que son las vidas blancas las que importan están orgullosos. El kkklan sigue vivo en “America”. (Sin acento porque “america” es una palabra norteamericana.) Durante estos días estoy preparando un curso sobre el cine y la condición humana y revisé con bastante exhaustividad el film que da origen al cine “americano”. Se llama El nacimiento de una nación. Y tiene como punto inicial una novela titulada El hombre del clan. Este señor es un coronel sureño que lucha en la guerra de secesión en las filas de los caballeros confederados. Cierto día, ya casi derrotado el Sur, tiene una visión poderosa. Se le aparece un jinete cubierto con un manto blanco y una capucha. Sí, el espíritu del KuKluxKlan. Ahí, el coronel sureño sabe cuál es su destino y el del Sur todo. Hay que armar a muchos encapuchados y luchar contra la insolencia de los negros soliviantados por el triunfo de la Unión. Esos negros se están apoderando del aristocrático Sur y eso no lo van a permitir. (Digamos: no quieren ser una Venezuela negra.) Este es el punto de partida del cine norteamericano. ¿Qué puede esperarse de algo así? Muchas grandes películas, sin duda. Pero un país violentamente racista. Cierta vez, bajo el gobierno de Bush jr., Michael Moore clavó una bandera del Sur en pleno Manhattan y exclamó: “¡No se engañen! ¡La guerra la ganó el Sur!” George Floyd murió cuando se filmó El nacimiento de una nación. La historia humana no es lineal pero tiene persistencias.
