La ola verde arrasó en las calles, rodeó al Congreso, empapó al honorable Senado. La Cámara más conservadora, menos pluralista, asilo de elefantes retirados, empacada y hasta careta registró el influjo. La victoria en el recinto se amasó en el espacio público. Claro que reconoce roscas e influencias de último momento, que fue decisivo el compromiso del Gobierno con el presidente Alberto Fernández a la cabeza… Pero la reseña de las horas finales solo cobra sentido si la historia se remonta allá lejos y hace tiempo. A las luchadoras feministas cuando eran minoría defensora de “causas perdidas” (se subrayan las comillas). Al primer Encuentro Nacional de Mujeres en la recuperación democrática. A la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Cualquier retrospectiva será incompleta, asumimos, mencionamos hitos.
La saga remata en los años recientes cuando nuevas camadas de mujeres renovaron la ola, coparon el espacio público. Enérgicas, convencidas, nacidas y criadas en democracia, orgullosas, desafiantes.
La movilización de masas argentina es jacobina, potente, bochinchera, creadora de cánticos, consignas y de bailes. Quilombera y pacifista a la vez, entre otros portentos. Los pañuelos verdes constituyen un capítulo único, el mayor del siglo tal vez. Al mismo tiempo son parte de esa tradición. La historia es dialéctica, no comienza un día determinado. Las luchas que no se abandonan continúan.
La Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) es ley, se dio un salto cualitativo enriquecido por la Ley de los Mil Días. La institucionalidad modifica virtuosamente la correlación de fuerzas lo que, dicho de otro modo, significa que la pugna persiste. Habrá escollos, trabas, resistencias pero el cambio avanza.
Los logros culturales permean a la sociedad civil, inciden en la conciencia de personas no politizadas o indiferentes, persuaden a la franja del medio. Las mayorías convincentes imantan más que las minorías sectarias. De cualquier modo, se abren cien flancos en un país donde la ILE y la ESI continúan siendo dosificadas por funcionarios, docentes o autoridades judiciales reaccionarias y numerosas.
Equipo que gana no cambia, inculcan los futboleros. Colectivo que accede a un logro estratégico se apresta a consolidarlo, defenderlo. E ir por más, acaso con banderas de otros colores. La naranja, la del estado laico, flamea en el horizonte.
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El pueblo delibera para gobernar: La movida callejera es clave en el sistema político argentino. La política vibra en calles y plazas, desde siempre.
La derecha autóctona aprendió a usar la herramienta aunque mayormente reniega de ella porque suele serle adversa. La fiesta del 29-30 de diciembre iluminó el cielo gris de un fin de año signado por las pérdidas, los temores, los dolores y la melancolía. La alegría copó el espacio público.
En simultáneo, el diputado Mario Negri agitó la “leyenda negra M” de las movilizaciones: las toneladas de piedras cuando la reforma jubilatoria macrista. La derecha asegura haberlas pesado, miente como de costumbre. La cifra la debe haber calculado Federico “10 por ciento más-menos dos” Sturzenegger, ex titular del Banco Central, chanta dañino por antonomasia. Radical cada día más delarruísta, Negri sabe indignarse por las reacciones populares y callar respecto de las represiones aún las sanguinarias de 2001. Nunca una autocrítica, correligionario…
A menudo se subestima cuánto erosionó la movilización al gobierno del ex presidente Mauricio Macri. Desde el precursor hit del verano (“Mauricio Macri/ la p…) hasta el enfrentamiento a los tarifazos, las políticas educativas, el presupuesto universitario, las trabas para investigar la desaparición de Santiago Maldonado, cien etcéteras.
Dos sucesos decisivos protagonizados por la muchedumbre frenaron ataques calculados, centrales para la estrategia de Macri. Primero, la concurrencia desbordante que rodeó a Cristina Fernández de Kirchner cuando el entonces juez federal Claudio Bonadio la citó por primera vez a Comodoro Py, en una de tantas causas amañadas. La respuesta prendió un alerta. La persecución se sostuvo, subsiste hoy en día. La presencia popular, quizás, impidió que Cristina fuera encarcelada como su par brasileño Lula da Silva en los albores del mandato de Macri. La hipótesis es contrafactual aunque sólida: ese debate dividía al macrismo. En 2017, Macri recalculó: quiso encanarla, quitarle los fueros. Era tarde, porque los senadores peronistas cerraron filas con ella, un episodio no lineal que merece evocarse.
El segundo episodio fue el fallo “Muiña” de la Corte Suprema, que extendió el beneficio del 2×1 a los criminales terroristas de estado. Este sucedido no deja resquicios para vacilaciones. La Corte sentenció impunidad. La masiva reacción de la sociedad civil impidió la maniobra del Tribunal y del Ejecutivo; reencauzó virtuosamente la historia. Indujo a otros poderes estatales a dictar un ley interpretativa y a la misma Corte a revisar esa jurisprudencia perversa.
Los dos cortesanos designados por Macri, el peronista Horacio Rosatti y el ultra clarinista Carlos Rosenkrantz, rubricaron el voto por mayoría en “Muiña” junto a Elena Highton de Nolasco. Los varones le debían el nombramiento por decreto (purgado luego), la magistrada una prolongación mezquina, filo ilegal, de su presencia en el tribunal merced a un amparo roscado con el ex ministro de Justicia Germán Garavano.
Volvamos al núcleo, más fragante y colorido que los laberintos del mal llamado Palacio de Justicia.
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La promesa honrada: La conquistas se arrancan confrontando con el statu quo. Una vez implantadas, cuesta removerlas. El divorcio, la patria potestad compartida, la identidad de género, el matrimonio igualitario mejoran el patrimonio de la ciudadanía. Y persisten.
Alberto Fernández tendrá un lugar en la historia como Raúl Alfonsín y Cristina Kirchner quienes también se pusieron al frente para concretar ampliaciones de derechos.
El presidente se rodeó de funcionarias feministas, laburadoras. Hizo gala de coherencia, se implicó para consolidar la mayoría en el Senado. Arte lícita, se subraya por si hiciera falta. El salteño Sergio “Oso” Leavy fue persuadido para revisar su postura de 2017 en encuentro cara a cara, difundido. Pudo hacerlo esgrimiendo buenos- nuevos argumentos.
El sanluiseño ex presidente Adolfo Rodríguez Saá ofrendó en silencio su ausencia, restando un voto celeste.
La “deconstrucción” aludida por la rionegrina Silvina García Larraburu fulguró (mentada o no) en varios discursos de la sesión. Quienes revisaron su desempeño en 2018 se esmeraron para explicarlo. Un argumento definitorio: la cantidad de abortos clandestinos, dolorosos, terribles.
Vivencias personales memorables, fueron (desde luego) exclusivo patrimonio de las mujeres. Fraseos de unos cuantos varones ameritan ser olvidados, en el mejor de los casos.
Como en Diputados, la proporción de mujeres por el “sí” superó largamente a la media. En el corte por edades, la innovación contó con rotundo apoyo de los jóvenes.
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Lo que vale ganar: En los remotos ’70 el presidente francés Valery Giscard D’ Estaing, de centro derecha él, decidió que su ministra de Salud Simone Veil promoviera la legalización del aborto. Intelectual y militante de izquierda, sobreviviente del Holocausto en Auschwitz, Veil logró el cometido. Le dijeron de todo, hasta la tildaron de nazi, las derechas extremas son repetitivas… Heterodoxa al palo la jugada de Giscard por eso se la recuerda acá. De ordinario, los mandatarios llevan adelante avances que concuerdan con su ideología. AF lo prometió en campaña, le explicó personalmente al Papa Francisco durante la vieja normalidad. Consiguió lo buscado.
De nuevo: las grandes ganadoras son las mujeres, luchadoras o no, las que se emocionaron y las que (sin haberse enterado en una de esas) vivirán épocas mejores. El oficialismo, en otra liga y en otra proporción, se anota un gran poroto. En la coyuntura, el resultado vivifica la mística grupal, restaña heridas de las internas, sin anularlas.
El oficialismo mejoró sus marcas en comunicación (que en esta ocasión no oligopolizó el presidente) y en operación política. La división de tareas mejoró el desempeño.
El poroteo en Diputados para reformar el coeficiente de actualización de las jubilaciones se muñequeó bien, contando con el apoyo de los diputados cordobesistas entre otros bloques. Los medios dominantes despotrican contra el cordobés Juan Schiaretti. Ignoran que el hombre es un gobernador, no el CEO o un empleado de una corporación económica. Representa intereses distintos, tiene que re legitimarse y diseñar su táctica electoral. La gobernabilidad económica nacional le atañe: depende de ella porque está al mando de una gran provincia. No lo mueven el amor, ni el espanto, ni cotilleos de conventillo respecto de Cristina sino la representación política.
La opo se desgañita aludiendo a la cortina de humo. Exageran, subestiman a la gente común. En sociedades complejas siempre es tiempo de todo. Los votantes definirán dentro de muchos meses, las jornadas memorables de diciembre serán una de las variables a contar, entre montones.
El galardón verde no le garantiza a AF el invicto en futuras competencias electorales. Las demandas sociales son múltiples, transversales, contingentes ciertas mayorías parlamentarias. De cualquier modo, la IVE y la renegociación de la deuda con bonistas privados suman al acervo oficialista. Se lograron tal como se prometió remando contra el contexto atroz e impredecible.
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Trayectoria de los malos perdedores: La Jerarquía de la Iglesia Católica (“la Jerarquía”, en adelante) sufrió un revés no solo en el recinto. Quedó distanciada de su propia grey como destacó en una pieza brillante la senadora bonaerense cambiemita Gladys González, creyente y practicante. Habló en primera persona del plural, en nombre de toda la Iglesia, no solo de los obispos y el Papa. Como nota al pie: sobran motivos previos para cuestionar a González, su discurso prueba (como yapa) que casi nadie es un estereotipo, criticable o encomiable siempre. A matizar, a matizar, otra enseñanza del debate público.
Junto a los evangélicos, los dignatarios católicos quedaron en orsai. Cuando el patriarcado está puesto en cuestión, una élite de varones célibes no califica para constituirse en vanguardia social, mucho menos de las mujeres.
El Papa Francisco, en un momento luminoso, interpeló a los jóvenes: “hagan lío”. La relectura comprueba que se ceñía al lío que le complace y que puede conducir.
Les celestes remozaron sus razonamientos, con pinceladas pseudo cientificistas o borrando con el codo su pasado reciente. Hasta se escucharon alusiones a la educación sexual, los cuidados previos. Y se quiso remarcar que se defendían las dos vidas, sin otras intromisiones en la esfera privada.
Corresponde, entonces, ejercitar la memoria para refutarles. La Jerarquía se interpuso contra todos los avances de derechos familiares o civiles. Y mucho más. En este siglo, apenas ayer, el cardenal Jorge Bergoglio militó contra la libertad de expresión bregando por prohibir una exposición de León Ferrari. Jugó fuerte contra la unión civil entre personas del mismo sexo en la Ciudad Autónoma.
Evoquemos una intervención sintomática, menos famosa, reseñada en esta columna durante la presidencia de Néstor Kirchner. La Jerarquía interfirió para impedir que se distribuyeran píldoras anticonceptivas y preservativos a través del Programa Remediar. El obispo Jorge Casaretto presionó al gobierno en su carácter de titular de Caritas. Esa ONG ejercitaba la auditoría social del programa y Casaretto amenazó con renunciar a esa condición si se efectivizaban los envíos. Tras perder el debate democrático sobre la ley de salud reproductiva, abusando de su poder fáctico, impuso su parecer ultra minoritario al gobierno y, lo que es peor, a muchas personas que podrían haber hecho buen (libre) uso de las píldoras o los preservativos. El derecho al goce te lo debo.
Cristianos y cristianas se movilizaron por su lado, eligen sus propias aventuras, como protagonistas de una sociedad vivaz, pluralista.
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La revuelta y las conciencias: El movimiento feminista absorbió el revés en el Senado de 2018. Desde ese mismo día arrancó para construir el escenario de hoy. Con templanza, sin violencia, repasando razonamientos, movilizándose. La pandemia generó un espejismo o cuanto menos una lectura distorsionada: la oposición se adueñó del espacio público. Banderazos, desaprensión, indiferencia por los contagios.
A partir del 17 de octubre, el peronismo y los progresismos volvieron a amucharse reparando una asimetría injusta. Paradojas de la coyuntura: es momento de repensar las juntadas de todo tipo. Los contagios y las muertes crecen, el relajamiento ciudadano traban al presidente y los gobernadores. Necesitan que la gente común se autolimite, es mal momento para predicar y para establecer restricciones,
En ese plano de la realidad, como en tantos otros, el Gobierno nacional combina aciertos, errores, hasta inconsecuencias. Pero está mucho mejor rumbeado que la principal oposición. Impresionan los desafíos que tiene por delante, con el aliciente del comienzo de la vacunación. Las objeciones, los griteríos insolidarios forman parte del cuadro de situación desde que asumió AF.
La Canciller alemana, Angela Merkel, una de las pocas estadistas que mostró nivel de tal el año pasado, a su pueblo. Dijo;
“Como sociedad, no debemos olvidar cuántos han perdido a sus seres queridos sin poder estar cerca de ellos en sus últimos momentos. Yo no puedo aliviar su dolor, pero sí que pienso en ellos (…) mientras algunos recalcitrantes niegan la existencia del virus… Las leyendas de la conspiración no son solo falsas y peligrosas, también son cínicas y crueles con las víctimas”.
De centro derecha la mujer, jugadora en altas ligas. Los antagonismos quedan a la vista, ocurren en estas pampas también.
Al final del 2020 coronó una gesta democrática, una victoria contra poderes rancios, una construcción militante de varias generaciones. Pintaron el cielo de verde, color esperanza, dieron un ejemplo. Perforaron las paredes del Senado. Ganaron en buena ley, van por más.
Las luchas continúan, las historias también. La correlación de fuerzas mejoró, otra política es posible.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/314938-panuelos-verdes-la-proeza-y-el-ejemplo