El mismo día que el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, anunció un gabinete de centroizquierda con mayoría de mujeres, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reclamó públicamente al Fondo Monetario por las exigencias que planteó a la Argentina y se conoció una nueva encuesta en Brasil que da ganador a Lula con mucha diferencia sobre Jair Bolsonaro.
El anuncio del gabinete de Boric incluyó algunas figuras de fuerte contenido simbólico, como la nueva ministra de Defensa, la nieta de Salvador Allende, o los compañeros de Boric en las luchas estudiantiles del 2011, como la ministra vocera, Camila Vallejos, o la ministra del Interior y virtual vicepresidenta, Izquia Siches, quien hasta hace poco era la presidenta del Colegio Médico. Camila es dirigente del Partido Comunista, en tanto que Siches fue militante de ese partido y luego se alejó.
Para los medios tradicionales chilenos, el nuevo ministro de Hacienda, Mario Marcel, es el “preferido” por el mercado. Por lo pronto, en un país muy volcado a la derecha desde el golpe pinochetista, la Bolsa subió cuando se conocieron las designaciones. Marcel es del Partido Socialista y hasta hace poco se desempeñó en el Banco Central. Es el más centrista del nuevo gabinete y el que estará a cargo de las principales reformas que prometió Boric, empezando por una reforma tributaria que debe proveer los fondos para la educación y la salud pública.
La crítica pública de López Obrador al FMI por su actitud cerrada con Argentina es un síntoma muy fuerte de que esta negociación se ubicó en el centro de atención latinoamericano. Los gobiernos de la región visualizan claramente –como lo puntualizó el presidente mexicano– que el préstamo fue político, para “ayudar al presidente anterior en las elecciones” y que otorgarlo fue una gran equivocación desde el punto de vista técnico. Con ese antecedente, agregó “ahora no pueden plantear exigencias que empobrezcan más a los argentinos”.
El panorama regional tiende a cambiar de color, desplazando a una derecha que parecía que había llegado para quedarse. A los gobiernos de Argentina, Chile, México, Perú, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, El Salvador y Honduras, se le sumaría en octubre el Brasil de Lula. Y hasta el centroizquierdista Gustavo Petro podría ganar las elecciones de 2022 en Colombia.
La negociación argentina con el Fondo llegó a un punto donde tiene que dar un salto y convertirse en una cuestión de interés internacional. El debate sobrepasa las conversaciones del ministro Martín Guzmán con los técnicos del Fondo. Está en cuestión si la función del dinero público que administran los gobiernos es atender las necesidades políticas de los gobiernos de derecha.
El Fondo Monetario maneja fondos públicos. Si el gobierno denunció en la negociación que el crédito transgredió las reglamentaciones argentinas y del Fondo, está obligado a hacer una presentación ante la Justicia contra el ex presidente Mauricio Macri. Y si el Fondo reconoce –como ya lo hizo– que el crédito fue un “error” y que “no se tomaron todos los recaudos”, tendrían que denunciar ante la justicia al ex presidente Donald Trump y al representante norteamericano en el FMI de ese entonces, David Lipton, por “malversación de fondos públicos”.
El Fondo tiene que estar atento también al nuevo color político que presenta la región. El préstamo a la Argentina de Macri es un escándalo en las finanzas internacionales. Allí fueron estafados el pueblo argentino y el de los países que conforman el Fondo. No es una negociación más, como las que tiene el Fondo con otros deudores. En este caso, la cifra es escandalosa, el acuerdo de pagos es absurdo y la situación política en la que se otorgó es muy obvia.
Si Trump hubiera ganado las elecciones norteamericanas, estaría apretando las clavijas todavía más porque el préstamo parece concebido por las mafias de Chicago de los años ’20. Es el estilo mafioso de Trump que ahora continúa el FMI por no reconocer la dimensión del problema. Argentina no está pidiendo plata ni dice que no va a pagar. Por eso la “cuestión argentina” puede convertirse a nivel internacional en un caso paradigmático que ponga en entredicho la legitimidad del Fondo.
Es un tema que Argentina puede instalar en esta nueva escena latinoamericana y donde puede sacar declaraciones y acciones conjuntas con fuerte consenso. Sin embargo, en el escenario interno, la oposición se autoconfirmó como cómplice de esta estafa a los argentinos y se sumó a las exigencias del Fondo, en vez de aportar, al menos, a fortalecer la posición negociadora del gobierno.
El Fondo está planteando un acuerdo que se sostenga aunque cambie el gobierno. El chantaje de la oposición es negarse a dialogar con el gobierno y exigirle que presente un plan económico. Apoyándose en esta exigencia del Fondo, los radicales, el PRO y la gente de Elisa Carrió, pretenden cogobernar, por lo menos en el diseño de la política económica.
Mientras en la región se abren las perspectivas para economías heterodoxas, el Fondo, la oposición y los medios hegemónicos insisten en las recetas de ajuste para enfriar los mercados y frenar la inflación (como si ellos la hubieran evitado con esas recetas) y vuelven con los vaticinios catastróficos para la economía tras el salto que dió el PBI en 2021.
Durante la década pasada la economía de la región fue manejada por gobiernos ultraortodoxos libremercadistas de derecha al estilo de los de Mauricio Macri, Jair Bolsonaro o Sebastián Piñera. Y la inflación y la crisis fueron causadas por esas políticas que ahora vuelven a aconsejar que se apliquen para solucionar lo que provocaron.
La encuesta que se conoció ayer en Brasil indicaba que, en primera vuelta, Lula sacaría el 42 por ciento de los votos, en tanto que Jair Bolsonaro caería a los 28 puntos, una marca alta si se tiene en cuenta el desastre que ha sido su gobierno para la salud y para la economía macro y la popular. En segunda vuelta, Lula subiría a los 54 puntos, en tanto que Bolsonaro a 32. Cuesta entender que todavía lo respalden tantos brasileños. Pero es un respaldo similar al que tiene Macri en Argentina después de un gobierno calamitoso, con destrucción de miles de empresas y aumento del desempleo y la pobreza. Es un voto esencialmente gorila, desesperado por diferenciarse de lo popular.
Alberto Fernández tendría un año de sintonía fina con Brasil, el principal socio comercial de Argentina y cuya economía está en declive. Si Brasil crece con Lula, lo hará también Argentina. Y si a esa sincronía se suman las economías de México, Venezuela y Colombia, puede generarse un flujo comercial virtuoso entre las principales economías regionales.
Este nuevo escenario que se abre en la región es una buena noticia para la economía argentina. En la diplomacia también se abren muchas posibilidades para recomponer el frente de respaldo al reclamo argentino por Malvinas, al que el macrismo desmanteló tras firmar un acuerdo vergonzoso con Gran Bretaña. El acuerdo Foradori-Duncan cedió de hecho a la potencia ocupante la industria pesquera en las Malvinas.
En ese contexto, lo nuevo que anuncia el proceso chileno es la llegada al gobierno de una generación que creció en un país con gobiernos represivos y de libre mercado con contrastes sociales agudos. Es una generación que creció en una sociedad que naturalizó el desprecio al Estado, sin educación y con muy poca salud pública. Una sociedad que los parió y contra la que se rebelaron.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/396915-nuevos-aires
Nuevos aires | México, Chile y la esperanza en Brasil cambian el escenario