Javier Milei trajo al debate político argentino ideas ultraliberales, a tono con el fenómeno mundial de la alt right (derecha alternativa), la manera de definir a una opción sepultada desde 1945 en el mundo: la extrema derecha. El economista comenzó a nombrar en sus intervenciones televisivas a pensadores no muy conocidos ni citados, incluso en el campo académico. Su fundamento teórico son exponentes de líneas marginales de pensamiento, como Murray Rothbard.
A la derecha de Reagan
Nacido en 1926 en Nueva York, Rothbard se graduó en Matemática y Economía. Su apego a ideas de derecha le vino de joven. Llegó a afirmar que padeció “la cultura comunista” en la escuela pública en los años del New Deal de Franklin Roosevelt. frecuentó a dos personajes también reivindicados por Milei: Ludwig von Mises, patriarca de la Escuela Austriaca de Economía y la filósofa ultraindividualista Ayn Rand.
En los 60, Rothbard criticó a los conservadores, de los que dijo que habían sido cooptados por el estatismo surgido en los años 30. Así fue como se colocó a la derecha del Partido Republicano, que en esos años estaba en tránsito de ser una fuerza conservadora moderada a abrazar el neoliberalismo más descarnado.
A fines de 1971 decidió pasar a la acción y fundó una fuerza política. Así nació el Partido Libertario. Conviene detenerse en el significado de los términos en inglés. Así como un liberal argentino representa a la derecha, en Estados Unidos el “liberal” es un progresista. Y así como un libertario en nuestra tradición es sinónimo de anarquista (el término “libertario” lo acuñó el geógrafo Élisée Reclus, miembro de la Primera Internacional, cuando en Francia se prohibió el término “anarquista” a fines del siglo XIX), hoy es un vocablo cooptado por la derecha extrema.
El Libertarian Party de Rothbard se propuso en su plataforma la desregulación total y la baja de impuestos. El partido no tuvo representación en parlamentos locales desde 2000 hasta 2020, cuando logró una banca en la Cámara de Representantes de Wyoming. Aunque cueste creerlo, aun teniendo en agendas temas que compartía con Ronald Reagan, el partido se mostró a la derecha del presidente republicano en los 80.
Rothbard también polemizó con el padre del monetarismo, Milton Friedman, no precisamente alguien de pensamiento progresista. El factotum de la escuela de Chicago dijo esto en 1995: “La diferencia entre gente como Murray Rothbard y yo es que, aunque quiero saber cuál es mi ideal, creo que también tengo que estar dispuesto a discutir cambios que no son ideales, siempre que me apunten en esa dirección. Así que, aunque me gustaría abolir la Reserva Federal, he escrito muchas páginas sobre cómo debería gestionársela si es que existe”. O sea, se ponía a la izquierda de alguien que directamente quería cerrar la Reserva. Como Milei con el Banco Central.
Chicos a la venta
En 1982 publicó uno de sus libros más comentados, La ética de la libertad, en el que escribió que “La madre es la dueña natural y legítima dueña del bebé, y cualquier intento de quitarle el bebé por la fuerza es una invasión a su derecho de propiedad”. O sea, no entendía una relación filial entre padres e hijos, sino de propiedad, como una mercancía. Eso explica posturas recientes como la de Lilia Lemoine o, más aun, la idea de habilitar un mercado de compra y venta de órganos.
O de personas, como propuso Milei como opción para no legislar en favor de la interrupción voluntaria del embarazo. En otras palabras: un mercado de compra y venta de personas, o sea, trata. “Si un padre es dueño de su propio hijo (bajo los principios de la no agresión y la libertad de escapar), entonces también puede transferir esa propiedad a otra persona”, escribió Rothbard al respecto.
Por supuesto, si el pensador avalaba semejante práctica, iba de suyo que no le molestaba el trabajo infantil: “Las supuestamente humanitarias leyes de trabajo infantil han prohibido a los niños, de forma sistemática, su entrada a la fuerza de trabajo, privilegiando así a sus competidores adultos”.
La propia Patricia Bullrich salió a criticar los postulados de Rothbard a partir de los dichos de Lemoine.
Rothbard murió en 1995, pero su pensamiento vive en discípulos sudamericanos como Milei o Lemoine.
La influencia austriaca
El candidato también abreva en la Escuela Austríaca de Economía, que en rigor es una crítica por derecha al marxismo. Los austriacos, famosos por desdeñar el uso de la matemática en la economía (ciencia que suele usar a la matemática como herramienta), también son críticos del keynesianismo y abogan por una primacía total del libre mercado y las desregulaciones. Su llegada a la Argentina fue de la mano de Alberto Benegas Lynch, padre de quien Milei considera su mentor y abuelo de un candidato a diputado nacional por La Libertad Avanza. Los tres comparten el mismo nombre.
El abuelo, que fue comando civil en 1955, trajo a la Argentina a Ludwig von Mises, uno de los nombres emblemáticos entre los austriacos. Fue en 1959, para una serie de conferencias en la UBA. Fue el momento en que esa escuela minoritaria llegó a la Argentina, siendo tan marginal a nivel local como lo era en el resto del mundo.
Las “ideas de la libertad”, como vagamente suelen referirse los liberales a su ideario, tuvieron en el caso del liberalismo austriaco a un fogonero reñido con la idea de libertad: el contraalmirante Carlos Sánchez Sañudo, uno de los golpistas de 1955, mano derecha de Issac Rojas como secretario general de la dictadura hasta 1958. A comienzos de los 70, el marino creó la Escuela de Educación Económica y Filosofía de la Libertad, un think tank desde el que propaló las teorías de Mises.
Los austríacos fueron siempre una secta en el pensamiento económico, pero se encargaron de hacer valer su capacidad para las relaciones públicas y parecer más influyentes de lo que en verdad han sido. Friedrich Hayek, otro exponente de la Escuela Austríaca, fundó la Sociedad Mont Pelerin después de la Segunda Guerra. El think tank reunido en Suiza se convirtió en un grupo de lobby del neoliberalismo y aboga por una quita sustantiva impuestos bajo la premisa de que eso facilita las inversiones.
Para peor: contaron en los 80 con la popularidad de la curva de Laffer, según la cual a mayor presión impositiva, menor capacidad de recaudación. Curiosamente, o no tanto, la realidad los desmintió: la baja de impuestos no se tradujo en más puestos de trabajo por inversión directa por la sencilla razón de que Laffer planteó su modelo en pleno auge del capitalismo financiero: era más negocio la tasa de interés. Eso sí, la quita de impuestos se complementó con los recortes en gastos sociales.
En 1974, mientras Sánchez Sañudo formaba discípulos en la teoría austríaca, Hayek quedó blanqueado ante el mundo intelectual con el Premio Nobel de Economía. Margaret Thatcher lo convirtió en su numen tutelar y se orientó como primera ministra del Reino Unido a desmantelar el Estado de bienestar y a declararle la guerra a uno de los estamentos de la sociedad más urticantes para los austríacos: los sindicatos.
La prédica de Hayek, aun siendo minoritaria, no mermó en la Argentina ni siquiera cuando, tras la guerra de las Malvinas, recomendó en una carta de lectores dirigida a The Times que, más que fortificar el archipiélago, el gobierno de Thatcher debía atacar militarmente a la Argentina. “Esto bien podría ser una protección más eficaz que convertir las Malvinas en una fortaleza. Un agresor no tiene derecho a exigir que la acción hostil se limite a la región que elija”, escribió.
Los exponentes de formas radicalizadas de darwinismo social son la receta que se viene a proponer a la sociedad argentina para curar sus males.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/599725-murray-rothbard-y-la-escuela-austriaca-el-darwnismo-social-c