Hace dos semanas el Gobierno se encargó de celebrar la cordialidad de Francisco con Javier Milei en el encuentro que mantuvieron en El Vaticano. Desde las filas del mileismo presentaron el hecho como una victoria y dejaron trascender que Jorge Bergoglio “comprendió” la preocupación del libertario por los pobres. Para especular en favor del actual Presidente, los más audaces intérpretes compararon el tiempo dispensado a Milei con los minutos que Francisco concedió a otros mandatarios del país. También hablaron de “reconciliación” entre ambos. Oficialmente, El Vaticano guardó silencio. Hubo también católicos que admiran al Papa que se mostraron molestos o decepcionados con Bergoglio por la cordialidad del pontífice. ¿Qué esperaban? ¿Una reprimenda pública al Presidente?
Se equivocaron los primeros y los últimos. Bergoglio no olvida el lugar que ocupa como cabeza del catolicismo y maneja casi a la perfección los tiempos, las palabras y los gestos. Conoce también la importancia que sus dichos tienen para gran parte de las argentinas y los argentinos.
Ahora le bastaron a Francisco cuatro minutos de un video enviado con motivo de la inauguración de la sede porteña de COPAJU (ver aparte) para poner las cosas en su lugar, ratificar su doctrina sobre la justicia social, el rol central del Estado y criticar a los “modelos deshumanizantes y violentos”. También para decir que “no alcanza con la legitimidad de origen” sino que “el ejercicio también debe ser legítimo”. Porque, subrayó, “¿de qué sirve tener el poder si se aleja de la construcción de sociedades justas?”.
Nadie conoce la intimidad del diálogo entre Milei y Bergoglio en El Vaticano, pero todo indica que los interlocutores se escucharon con respeto pero sin ponerse de acuerdo. Fue un diálogo institucional entre dos jefes de Estado, aun teniendo en cuenta la excepcionalidad que, por su liderazgo espiritual, representa la figura del Papa.
En el video conocido ahora, Francisco no hizo ninguna referencia a Milei, pero no solo ratificó sus convicciones sino que contradijo las premisas fundamentales del libertario. Mientras el Presidente repite que “no hay plata” como única justificación para abolir derechos y cometer atropellos, el Papa asegura que “los derechos sociales no son gratuitos, la riqueza para sostenerlos está disponible, pero requiere decisiones políticas adecuadas”. Y en tanto Milei hace todo lo posible por destruir al Estado, porque es “el enemigo” y “la base de todos los problemas”, el Papa asegura que “el Estado es hoy más importante que nunca y está llamado a ejercer el papel central de redistribución y justicia social”.
¿Utilizará Milei las redes digitales para contestarle a Francisco? ¿Para volver a insultarlo o convertirlo en enemigo como ha hecho con adversarios políticos o con amigables colaboracionistas que no alcanzaron los estándares exigidos por el libertario? Nada que provenga del “mundo Milei” se puede descartar.
Por ahora, el encargado de contradecir al Papa fue el vocero Manuel Adorni. No insultó pero ninguneó a Francisco. “El Papa es un líder espiritual y nosotros gobernamos una Argentina con problemas en todos lados. Pueden ser frases muy lindas al oído pero no han provocado otra cosa que la vuelta al esquema inflacionario. La gente no quiere eso, lo demostró en las urnas”, dijo, intentando responder las afirmaciones de Francisco acerca de que no alcanza con la legitimidad de origen y que el ejercicio del poder debe contribuir a la construcción de sociedades justas. Y fiel a las premisas libertarias, reiteró que “la justicia social en esta lógica de sacarle a unos compulsivamente para darles a otros ha generado en la Argentina un 50 por ciento de pobres” y que “el bendito ‘Estado presente’ les ha quitado todo y no les ha dado nada”.
Al margen de la cordialidad formal que deviene de las relaciones institucionales, está claro que entre Milei y Francisco hay un abismo de concepciones filosóficas, religiosas y, sobre todo, acerca lo humano en la sociedad. También que el Papa sigue de cerca lo que pasa en la Argentina y que, con su inteligencia estratégica, cada palabra que pronuncia sirve para marcar la cancha.