Desde Brasilia
En la misma semana, los dos brasileños más conocidos en el mundo fueron noticia en Brasil y en el plano internacional: Lula y Pelé.
La muerte de Pelé “sirvió” no solo para que los brasileños revisaran las obras de arte futbolísticas del que han considerado siempre como el mejor jugador del mundo, sino también para que se reconciliaran con él. Quedaron a un lado los comportamientos personales, que tanta antipatía habían generado, para quedar solo las grandes emociones y conquistas que Pelé proporcionó a Brasil, incluso los tres campeonatos mundiales de fútbol, que solo Pelé tiene.
Pero si Pelé es una unanimidad, no lo es Lula. Ganó las elecciones por una diferencia escasa, pero el mismo Bolsonaro se encargó de facilitarle la tarea para que su discurso se vuelva de nuevo hegemónico en Brasil. El expresidente prácticamente ha desaparecido de la escena política y, cuando se ha manifestado, no ha dado ninguna orientación que pudiera trasformarlo en líder de la oposición al nuevo gobierno.
Y, al final, se fue de Brasil a Miami, con un avión presidencial, sin siquiera solicitar autorización, llegando a Estados Unidos cuando todavía era legalmente presidente. Su vicepresidente, el general Hamilton Mourao, se valió de la última transmisión en cadena nacional para hacer un pobre pronunciamiento: dijo que Bolsonaro se fue sin siquiera conversar con él, tratando de tomar distancia del ahora exmandatario. Como es senador y tendrá una carrera política por delante, dijo que no entregaría la faja presidencial a Lula y trató de proyectarse como líder opositor.
Lula fue al Senado, donde asumió el cargo presidencial y pronunció su primer discurso, fuerte, pero políticamente más formal, frente a senadores y a 19 mandatarios, más los representantes de un total de 90 gobiernos del mundo, sobre todo de América Latina.
Todo ello ha quedado chico en comparación con las ceremonias espectaculares que Lula protagonizó a lo largo de la Esplanada de los Ministerios. Empezó con su desfile en coche abierto, el Mercedes Benz presidencial –sin chaleco de protección, como él decidió–. Recibió todos los honores presidenciales de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, aplaudido todo el tiempo por la multitud que acompañó todo el trayecto hasta que Lula llegó al Palacio Presidencial.
Ahí, protagonizó el momento más emblemático de toda la jornada: subió la rampa del Palacio Presidencial tomado de las manos con un niño negro, una mujer negra (recolectora de basura) -quien le puso la faja presidencial-, el líder indígena más conocido de Brasil, Raoni, una persona con defectos físicos, buscando juntar a todas las expresiones de los discriminados y excluidos de Brasil. Su mujer, Janja, llevaba la perrita llamada Resistencia, en alusión a los 540 días en que Lula estuvo preso.
Desde el salón del Palacio Presidencial, Lula hizo su alocución más importante. Hizo un balance de lo que había sido su gobierno, recordando todas las conquistas, desde su discurso inicial 20 años antes, cuando dijo que se haría una revolución si todos los brasileños llegaran a tomar tres comidas al día.
En seguida, sin mencionar nunca el nombre de Bolsonaro, habló de los crímenes que, entre la pandemia y las políticas desastrosas del gobierno saliente, se han cometido en contra del pueblo. Dijo que los responsables tendrán que pagar. El pueblo, que siempre coreaba “Lula guerrero del pueblo brasileño”, pasó a corear, más fuerte todavía: “Amnistía no, Amnistía no”, expresando su apoyo a que se hagan los procesos necesarios en contra de Bolsonaro y los bolsonaristas.
En lo positivo, Lula reafirmó fuertemente: “Democracia siempre”. Y cuando relataba el sufrimiento de la gente viviendo abandonada en las calles, lloró dos veces, por la empatía que tiene con los abandonados. Delfim Neto, ministro de Economía de la dictadura, ha dicho que Lula es el único político brasileño que puede hablar del hambre, porque es el único que lo ha sufrido.
Lula reafirmó que no será revanchista, pero que nunca se olvidará de lo que le han hecho pasar. (En una carta desde la cárcel, cuando le propusieron un acuerdo, había dicho que nunca cambiaría su libertad por su dignidad.)
Finalmente propuso lo que pretende hacer en los próximos años en Brasil, recuperando la economía, la distribución de la riqueza, los empleos. Concluyó abogando por que Brasil vuelva a ser una gran nación, gobernada para todos, frente al aplauso generalizado de la multitud.
Cuando ya habían pasado muchas horas del show musical, Lula volvió con su esposa Janja para agradecerle a toda la gente, a los artistas, a su mujer, a quien besó. Y se fue, mientras seguía el show hasta la madrugada.
Para empezar su gobierno propiamente, Lula firmó varios decretos. Entre ellos uno que limita la venta y el uso de armas. Otro que termina con una cantidad de medidas de Bolsonaro que buscaban proteger a él mismo y a sus hijos de causas por corrupción. También firmó un decreto que prohíbe los procesos de privatización de empresas, entre otras medidas. El objetivo inmediato es retomar el crecimiento económico, desarrollar políticas sociales como eje de su gobierno y avanzar en la generación de empleo. Asimismo ha tomado medidas de protección de la Amazonia y el medio ambiente. La referencia a los derechos de las mujeres fue la más importante y se expresó en la creación del Ministerio de las Mujeres, junto al Ministerio de los Pueblos Indígenas, ocupado por la más importante líder indígena. El conjunto de 37 ministerios (encabezados, entre otros, por 11 mujeres) da cuenta de todos los campos de actividad que Lula pretende desarrollar durante su mandato. Mujeres van a dirigir también los dos más importantes bancos públicos, el Banco de Brasil y la Caja Económica Federal, además de otros cargos.
En su primer día de trabajo, Lula se reunió con 19 mandatarios –entre ellos, su gran amigo Alberto Fernández–, lo que le llevó el día entero. Ahora tiene previsto ir al funeral de Pelé, en Santos, del que Lula es hincha, para hacer los homenajes que todos los brasileños han hecho estos días.
Los brasileños viven su luna de miel con su nuevo presidente, festejando tener de nuevo un presidente que los representa a todos, con dignidad, hablando de sus problemas, restableciendo sus buenas relaciones con el mundo. Una especie de Lula-de-miel, que Lula espera que se prolongue por los 4 años de su tercer gobierno.