¡Cuarenteñeros/as/es/is/us/xs y demás consonantes y vocales de nuestro alfabeto, y de cualquier otro alfabeto o alfabeta que quiera habitar el suelo argentino!
Esta es, sin duda, una columna extraña.
Por ejemplo: es muy posible que mientras su cuerpo real esté leyéndola a través de sus ojos biológicamente activos, esté usted, virtual pero no por ello menos presente, en la marcha del 17, en esa gigantesca Plaza o en la Avenida o en el Congreso o en el Obelisco…; en alguno de esos queridos lugares históricos que usa el campo nacional y popular para mostrar su alegría, su fuerza, sus reclamos, su agradecimiento o cualquier otra señal de vida.
Últimamente, esos sitios tan icónicos están siendo infectados por unos extraños seres, parecidos pero no iguales a los demás, que demandan su libertad de enfermarse y contagiar; de irse de Venezuela, donde no están; de poder viajar y de demandar una devaluación que les encarezca notoriamente ese viaje; de poder comprar todos los dólares que quieran, y que los demás no puedan comprar ni una lechuga (por no decir un morrón, que está tan caro que siento que lo nombro y ya debo plata). Decía, entonces, que esos lugares tan queridos por nuestro pueblo están siendo utilizados por “la gente” para mostrar su odio hacia… bueno, quizás hacia ellos mismos, reflejados en sus vecinos. ¡Freud, perdónalos! O, mejor, no los perdones nada.
Pero si usted llegó hasta aquí, es que está aquí, a la vez que está allá… ¡Las cosas que nos permite la virtualidad! Que quizás esté reemplazando a la realidad en una versión siglo XXI de las 20 verdades peronistas, donde “la única verdad es la virtualidad”, “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, pero a dos metros” y “de casa, a casa: y de casa, a casa” -versión teletrabajo-.
Sigo entonces, ya que estamos.
Quiero pedirles disculpas a los compañeros y compañeras biólogos, porque me voy a meter mínimamente en su terreno. Sé del esfuerzo que realizan día a día para avanzar en el conocimiento científico, y también sé que ese avance nos alarga y alegra la vida, cuando es utilizado al servicio de todes. Pero me voy a meter igual. No desde el profundo conocimiento científico, que no lo tengo, pero sí desde una percepción cotidiana y cierta lectura.
Hablemos entonces de los virus. No del Covid, sino de los virus en general. ¿Qué es un virus?
Dice el supremo Gugl: “Virus: microorganismo compuesto de material genético protegido por un envoltorio proteico, que causa diversas enfermedades introduciéndose como parásito en una célula para reproducirse en ella”.
O sea que un virus no es “un bichito” -como sí lo son una bacteria, un hongo o un parásito-, sino que es información, material genético -o sea, ADN o ARN- protegido -blindado, digamos- por una capa de proteína, que se mete en las células y les transmite esa información genética, parasitándola, o sea: confundiendo a la célula, que, desde ese momento, en vez de actuar con su propia información genética, toma como cierto lo que le transmite el virus y actúa en consecuencia haciendo lo que el virus quiere, que es reproducirse y multiplicarse… ¿hasta ser hegemónico?
Recalculando: hay cierta información falsa que se nos mete, nos confunde, la tomamos por cierta y, a pesar de que es contraria a nuestros intereses, logra que actuemos de acuerdo a lo que nos ordena. ¡No, no! ¡Todavía no dije nada de los medios hegemónicos! Solamente hablé de los virus en serio, esos que andan por ahí enfermándonos, por ejemplo, ¡de fiebre… amarilla! (“vaya coincidencia”, hubieran dicho Les Luthiers).
Los virus suelen ser transmitidos por insectos, como el mosquito Aedes aegpty (paludismo), las garrapatas, las pulgas. De los pirinchos aún no hay nada escrito, pero en cualquier momento aparece un paper -ya sé que, biológicamente hablando, los pirinchos no son insectos, pero me van a disculpar la metáfora-.
Dijimos que los virus podían tener dos tipos de información genética, los ADN y los ARN. Lo que no dijimos y vamos a decir ahora es que los ADN tienen dos cadenas de información y parasitan el núcleo de la célula atacada y, desde allí, el resto; y que los ARN tienen una sola y van directo a la parte más superficial.
Ahora bien: si yo digo que una información transmitida por un “insecto” se nos mete en el organismo, la tomamos por cierta y propia, aunque no lo es, y actuamos en consonancia aunque nos enferme y haga daño, y encima la reproducimos y es muy contagiosa y puede hacer que toda una población actúe contra sus propios intereses, ¿estoy hablando de un virus o una fake new?
Casi que estaría de más decir que las fake pueden ser “Altamente Difamadora Noticia” (ADN) o “Antipopular Rabiosa Noticia” (ARN), pero lo digo porque, en estos tiempos de infodemia, ningún cuidado está de más.
Bien, lector/a, si fue a la marcha virtual y ya está de regreso o si se está por ir y quiere juntar ánimo, es un buen momento para acompañar esta columna con el video Aires de murga y justicia, de RS Positivo (Rudy-Sanz):
Hasta la que viene.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/299852-los-virus-son-fake-news