Corre el año 1944, y Estados Unidos todavía sufre el trauma de la crisis bursátil del 29’. Roosevelt da uno de sus discursos más famosos y explica que la libertad económica concebida como ausencia de toda regulación estatal no es más que la libertad de morirse de hambre (“las personas necsitadas no son personas libres”). El fracaso de la mano invisible para mover los hilos del mundo quedó evidenciado luego de la Segunda Guerra Mundial. En 1945, el consenso internacional era, en gran medida, que el liberalismo salvaje había generado condiciones de tal desigualidad que lo que se gestaba tras la cortina de hierro era cada vez más atractivo para grandes sectores de la población europea. En este contexto, de acuerdo con el politólogo Wolfgang Streeck, el capitalismo occidental entendió que, para sobrevirir, debía presentarse como una opción viable para la ciudadanía y, principalmente, más atractiva que el comunismo.
La forma en la que occidente construyó legitimidad fue, en gran medida, a través de la rediscusión de la noción de libertad decimonónica, que, como había advertido FDR, estaba agotada. Para ser persuasivo, la libertad capitalista debía ser material, y no sólo formal. La libertad formal, o libertad negativa, es la libertad concebida como ausencia de intervención estatal. Cuando comenzaron a constitucionalizarse derechos, eran derechos contra el Estado: libertad de expresión, de culto, de reunión, de comerciar sin trabas. Pero, con el paso de los años, y del poder empresario, quedó claro que, dificilmente, la elección entre trabajar 14 horas o pasar a la marginalidad podía considerarse libertad. Ante esto, en la segunda postguerra comenzó a hablarse de libertad material, o positiva. Este enfoque plantea que ser libre no consiste, simplemente, en no tener barreras estatales: para ser libre es necesario tener cubiertas ciertas necesidades básicas. Sólo es libre quien puede comer tres veces por día, acceder a ciertas posiblidades educativas y tener alguna protección cuando el patrón lo quiere hacer dormir en la fábrica. Otra vez Roosevelt: “libertad de expresión y libertad de culto; pero, también, libertad ante el miedo y libertad ante la necesidad”. La libertad material no quedó en los libros. Las constituciones del siglo XX son constituciones plagadas de obligaciones estatales de satisfacer demandas ciudadanas. Así creció el Estado de Bienestar y, así, el capitalismo pudo imponerse al comunisimo retóricamente. Libertad no es ver a otro tomarse una Coca Cola, es poder tomarse una de vez en cuando.
Con el DNU del miércoles, la libertad no avanzó. Retrocedió. Retrocedió, literalmente, cien años. Derogar la ley de alquileres solo hace libres a algunos, a los propietarios. A la gran mayoría, los somete a condiciones de absoluta precariedad habitacional. Derogar la ley de góndolas hace libres a todavía menos, a los grandes productores. Derograr la ley de tierras le saca a los pueblos originarios la libertad de tener dónde vivir y se la da a inversores extranjeros. Privatizar empresas públicas, derogar la ley de abastecimiento, o liberar subsidios (¡no es sólo el DNU!) hará que, como propuso el vocero presidencial, dejemos de pensar el tener luz como algo que nos hace libres.
La libertad que dice avanzar es la libertad negativa que pensaron los padres del liberalismo aplicada en un contexto totalmente distinto a aquel en el que éstos vivieron. Locke o Smith escribieron en un mundo en el que el peligro era el despotismo del rey, no que Facebook tuviera todos tus datos o que el FMI quisiera imponerte condiciones. Si hace un siglo ya era imposible ser libre si lo que regía era la discrecionalidad empresarial, en un mundo de multinacionales que ya pueden cambiarte no solo por tu vecino, sino por alguien que trabaje más barato en Chad, en Surinam o en Kosovo, imáginemonos lo que va a ser nuestra libertad sin un Estado que nos cuide, al menos, un poquito. Lamento ser aguafiestas, pero, por menos que el Estado intervenga, si no pensamos el poder educarse como una forma de ser libres, muy poquitos van a poder ser CEOs. Si los nenes no comen tres veces por día, no van a tener la libertad de buscar ser Messi (que fue Messi por la inversión de un Club, no de una SAD). Para ser libres no alcanza con que no nos molesten; es necesario poder elegir, ser materialmente libres.
En lo que viene, uno de los grandes desafíos pasará por no regalar el concepto de libertad. No será combatir el liberalismo, sino explicar que lo que está pasando puede ser cualquier cosa menos liberalismo. Ya entregamos, sonrientes, el eslogan de republicanos a muchos de quienes quieren refundar el Estado por DNU. El de libertad, peleemóslo un poquito más.