“Me siento como un pájaro con alas cortadas, que se tira contra los barrotes de la jaula. ¡Déjame salir!, grita una voz dentro de mí”-. Ana Frank, fue una de las niñas víctimas del genocidio implementado por el nazismo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, había seis millones de judíos europeos muertos, víctimas del Holocausto. Más de un millón eran niños.
68 años después de su muerte, en enero de 2013 en nuestro país fue promulgada la Ley 26.809, que establece el día 12 de junio, natalicio de Ana, como fecha incluida en los calendarios escolares bajo el marco de “Día de los Adolescentes y Jóvenes por la Inclusión Social y la Convivencia contra Toda Forma de Violencia y Discriminación”. Esta ley contempla la realización de actividades conmemorativas que además de recordar la historia de Ana Frank promuevan el protagonismo de adolescentes y jóvenes “en la lucha contra el prejuicio, las prácticas discriminatorias y la opresión, fortaleciendo así una sociedad más democrática, y la plena vigencia del paradigma de los derechos humanos”.
Este año Argentina cumple 40 años de democracia ininterrumpida. Sin embargo, sectores negacionistas con impronta fascista buscan capitalizar la insatisfacción y el descontento para asumir el poder. Ante los discursos de odio instalados en nuestra sociedad y la potencial amenaza que implica para las instituciones democráticas que éstos sean legitimados en las urnas, no podemos permanecer indiferentes.
En este nuevo tiempo histórico donde las ideas totalitarias propagan impunes su cultura del odio, discriminación y muerte por los medios masivos de comunicación y las redes sociales, el legado de Annelies Marie Frank, esta niña nacida el 12 de junio de 1929 en Frankfurt am Main, Alemania, es una ineludible herramienta que nos invita a dialogar, pensar y reflexionar sobre el Holocausto, sus víctimas y el nazismo.
Cuando se trata de comunicar valores se piensa en el diario de Ana: “Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión” escribió encerrada en un ático, mientras intentaba salvarse de la persecución nazi.
El nazismo fue una ideología política de extrema derecha que surgió en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Se basaba en un estado autoritario y totalitario donde el poder se concentraba en una sola persona, Adolf Hitler, que exigía la obediencia absoluta de sus subordinados y del pueblo. No había libertad de expresión ni de prensa, y se reprimía y perseguía a los opositores políticos. Su ideología sostenía la superioridad racial de la “raza aria”, creyendo en la supremacía de la etnia alemana, a punto tal que no sólo promovió una visión de pureza racial, sino que llegó a experimentar métodos de control reproductivo para perfeccionarla. “Aquel que se siente y se conoce como portador de la mejor sangre se ha apoderado del liderazgo de la Nación y está decidido a mantenerlo y no renunciar nunca a éste” arengaba al pueblo alemán, Hitler.
El nazismo utilizó los medios de comunicación y la educación para difundir su ideología y obtener el apoyo popular. La propaganda en cine, radio, diarios y televisión jugó un rol fundamental para exaltar la figura de Hitler, el orgullo nacional, el odio a los enemigos y la pureza de la raza aria. Se creó una narrativa simplista y polarizada que el historiador francés León Poliakov llamará: “la gran simplificación”. Estas estrategias de propaganda y manipulación se usaron para simplificar y distorsionar la realidad con el fin de moldear la opinión pública.
La élite de la ciencia alemana le daría a Hitler los argumentos de la justificación del exterminio: los judíos eran parásitos y la única solución era exterminarlos. También había que exterminar a todas las razas inferiores que “afeaban al género humano”. Esto llevó a la persecución y el genocidio sistemático de homosexuales, cristianos, políticos, intelectuales, gitanos, discapacitados, negros y otros grupos considerados indeseables según la ideología nazi. Estas razas inferiores degeneran la sangre del pueblo alemán y eliminarlas era beneficioso para el género humano, afirmaban los nazis.
“Algún día esta horrible guerra habrá terminado, algún día volveremos a ser personas y no solamente judíos”, escribiría Ana Frank quien permaneció dos años escondida en un departamento secreto detrás de la que fuera la oficina de su padre en Ámsterdam durante la invasión alemana a los Países Bajos. Junto con su familia y otras cuatro personas, Hermann, Auguste y Peter van Pels, Fritz Pfeffer, estuvieron recluidos en el anexo secreto de un edificio de tres pisos, en el número 263 de la calle Rue Prinsengracht de la ciudad holandesa. El 4 de agosto de 1944, las SS y la policía alemana descubrieron el escondite. El único miembro de la familia Frank que sobrevivió al Holocausto fue Otto, el padre de Ana.
“A los jóvenes nos resulta doblemente difícil conservar nuestras opiniones en unos tiempos en los que se destruye y se aplasta cualquier intento de idealismo. En los que la gente deja ver su lado más desdeñable. Es un milagro que no haya renunciado a mis esperanzas porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas pese a todo porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres” escribió Ana. “Me tomó un largo tiempo leerlo y debo decir que me sorprendí muchísimo por los pensamientos tan profundos que tenía mi hija”, diría Otto Frank quien contribuyó de manera fundamental a la publicación del diario de su hija.
El diario de Ana Frank, símbolo de la resistencia al nazismo, ha pasado a ser uno de los documentos escritos más leídos en toda la historia. Su testimonio, y el sufrimiento que padeció durante el Holocausto, han sido fuente de inspiración para quienes luchan en la búsqueda un mundo más justo y combaten las ideas totalitarias, fascistas y discriminadoras.
La historia de Ana nos muestra el valor de la resistencia, la esperanza y la solidaridad frente a la barbarie y el odio. Son los sueños, los sentimientos y las esperanzas de una niña que quería ser escritora y que supo asumir con dignidad uno de los momentos más crueles de la humanidad. Son palabras que invitan a nuestros estudiantes a reflexionar no sólo sobre sobre los peligros del antisemitismo, sino también de toda forma de racismo y la discriminación, y al mismo tiempo nos recuerdan el valor de la libertad, la igualdad de derechos y la democracia.
Hoy, a 94 años del nacimiento de Ana, y en el 40 aniversario de nuestra democracia recuperada hagamos suyas sus palabras por siempre “Qué maravilloso es que nadie necesite esperar ni un solo momento antes de comenzar a mejorar el mundo”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/557261-las-ensenanzas-de-ana