Se ganó una elección crucial y aquí estamos. Alberto y Cristina saben mejor que nadie lo que costó alcanzar este potente triunfo electoral, de enorme trascendencia para el futuro de nuestra Patria. Hay que celebrarlo mañana y hacer que nuestra alegría vibre en todas las calles y plazas de la república.
Pero a conciencia de que esto recién empieza, ojo, y de que ellos dos no podrán solos, puesto que es gigantesco el trabajo por hacer y además será durísimo, una verdadera epopeya contra el odio instalado estos años.
Por eso es gigantesca, ciclópea la tarea. Exige serenidad, inteligencia, honradez, constancia y firmeza, por lo menos y todo junto, y nomás para arrancar. Porque hay demasiado que hacer y todo es urgente, y los tradicionales cien días de changüí gubernamental en este caso serán nada.
El nuevo gobierno tendrá que enfrentar todos juntos y en malón los innumerables problemas que sacuden hoy al país. Por eso, conjetura esta columna, quizás hubiese sido conveniente acelerar la sucesión. Cierto que estos meses de espera permitieron el armado del plausible gabinete anunciado, pero también sirvieron para que el gobierno saliente profundizara el desastre e incentivara a miles de odiadores acicateados por mentimedios y telebasura. El pasado 27 de octubre algunos pensamos que renunciar e irse debía ser una contribución a la reconstrucción y a la paz social. Pero eso no sucedió porque nadie –ni esta columna– lo planteó.
Como sea, la tarea adquiere ahora una dimensión épica. Que sin dudas este gabinete conoce, y la prueba está en la prudencia y firmeza con que todos/as cuidan la unidad, que está al tope de sus preocupaciones, junto con la certeza de que todo lo que viene es inmediato y es urgente.
Por eso entusiasma la decisión de lucha prioritaria contra el hambre, con recuperación del mercado interno e iniciando el arduo camino de la equidad social a partir de fortalecer y expandir nuestra moneda, lo que demuestra conciencia de que del desastre económico se sale con decisiones políticas.
Es pensable un cuestionamiento de la deuda, además, ya que el macrismo está muy flojo de papeles. Se conoce que de tan soberbios y torpes, y por exceso de confianza de la Sra. Lagarde, los acuerdos con el FMI son irregulares y contrarios a las leyes, puesto que no pasaron por el Parlamento. Seguramente esto será bien ponderado antes de pagar un centavo de esa deuda inmoral que –siempre tenerlo presente– no contrajimos los 45 millones de argentinos. Cierto entonces que hay que renegociar, pero el mayor peso de esa deuda maldita debería caer sobre quienes la contrajeron y luego fugaron fondos. ¡Qué ejemplo magnífico de moral social sería que por una vez los timadores sufrieran las consecuencias y no las próximas generaciones!
En el plano interno, como ya se ha anunciado, todas son buenas noticias: recuperar la salud pública; restaurar la educación pública gratuita, obligatoria y laica en los términos de la Ley Nacional de Educación, a la vez reordenando los subsidios a la educación privada, que debe recuperar su rol auxiliar. Y es urgente discutir y sancionar en todos los ámbitos leyes fundamentales: de Educación Superior; de Entidades Financieras; de cumplimiento irrestricto de la Ley de Bosques y una larga lista de temas puntuales y urgentes que se titulan velozmente ferrocarriles, puertos y astilleros para volver a tener una flota marítima propia para el comercio exterior y la industria pesquera.
Y buena sería también una ley de preservación del patrimonio público, para que todas las propiedades del Estado nacional y de las provincias sean inenajenables por los próximos 50 años, lo que además de acabar con la timba inmobiliaria de las autoridades de la CABA reafirmará la memoria de las próximas generaciones, que necesitamos tanto como recuperar y fortalecer el sistema de Clubes de Barrio, que juegan un papel esencial en la educación, el deporte y la paz, y se supone son más de 8.000 en todo el país, todos golpeados por el neoliberalismo. Y es de esperar que en el próximo censo nacional reciban atención temas esenciales como alfabetización, lectura, vacunaciones y otras materias sobre las que la sociedad debería ser invitada a proponer.
También hay mucho que hacer en materia agropecuaria, en primer lugar terminar con la ficción de que “el campo es de todos” o “el campo somos todos“, organizando un grande y verdadero catastro nacional que permita saber exactamente quiénes son los dueños de la tierra en la Argentina y de cuánta extensión, a fin de limitar los latifundios y por lo menos hacer que paguen impuestos. Política agraria que debería además reordenar arrendamientos, favorecer el arraigo y recuperar la chacra mixta como guardiana ambiental.
Y quede para el final la puesta en marcha, de una buena vez, de una Política de Transparencia como jamás tuvimos. No digo leyes anticorrupción, que sólo sirven para solaz de mentimedios y telebasura. Hablo de políticas de transparencia a largo plazo, como las que desde hace 17 años propone El Manifiesto Argentino y que consiste en una sistemática Educación Moral Cívica, que no se reduce a leyes duras sino que pone el acento en una política educativa pensada para cuatro o cinco generaciones.
Macri se va mañana. Genial, lo conseguimos. Pero la mentalidad que lo hizo Presidente se queda. Apoyada en el odio al pobre, al negro y al indio, esa estúpida necedad permanece, toda veneno y resentimiento.
Por eso desde mañana bien haríamos en acompañar y cuidar la inteligencia, sensatez, sobriedad, prudencia y también astucia que hemos votado, sin caer en provocaciones ni por derecha ni por izquierda. Esa me parece que es la tarea.