Desde Río de Janeiro
Jair Bolsonaro nunca hizo política. Fue llevado por la derecha a la presidencia como antídoto contra el PT, como instrumento del antipetismo. La política es el arte de unir, de sumar, a través de la persuasión. Requiere diálogo, argumentación, compartir. Un miliciano no actúa así. Él manda y sus correligionarios no necesitan ser convencidos: obedecen. Actúa en la presidencia como un jefe de milicia. ¿Qué pasa? Que no hace falta que discuta. Que tiene adeptos que obedecen y actúan desde allí.
La derecha apoyaría a cualquiera que pudiera impedir que el PT volviera al gobierno. En las encuestas, él era el de mejor posición, mientras que los demás, incluido Geraldo Alckmin (hoy compañero de fórmula de Lula da Silva), estaban en el rango del 5%.
Asumió y nombró a los subalternos, incluido el personal militar que estaba dispuesto a estar en el gobierno. Además de compartir responsabilidades con sus hijos. Se constituyó así una milicia en la presidencia de la república de Brasil.
Cuando uno de los diputados vinculados directamente al presidente de la república es acusado y condenado por amenazas proferidas al mismo Tribunal Supremo Electoral, el mandatario decreta una gracia, una especie de perdón para suspender la condena, en una acción arbitraria y autoritaria, inédita y sorpresiva.
Mientras se aguarda la reacción del STF, uno de sus ministros ha declarado que las FF.AA. están siendo inducidas a actitudes golpistas. El titular de defensa del gobierno, posiblemente incitado por Bolsonaro, ha reaccionado de forma dura, no sólo negando los términos de la declaración del ministro, sino también diciendo que es una afronta para las instituciones militares.
Todo ello Intensifica los conflictos con el Supremo Tribunal Federal, en vísperas de la campaña electoral, en los que Bolsonaro reitera las acusaciones contra las urnas electrónicas y reitera la posibilidad de que no reconozca los resultados electorales. La situación de crisis institucional abierta está en marcha. La voluntad del presidente es de confrontar abiertamente al STJ y a la institucionalidad.
Aun recibiendo votos de Sergio Moro, que ya no es candidato, llegando al 31%, Bolsonaro perdería frente a Lula, que tiene el 45%. Si se cuentan solo los votos válidos, Lula ganaría en primera vuelta. Cuanto más se confirma ese resultado, más Bolsonaro apela a las vías no democráticas.
Si salen los resultados electorales y Bolsonaro afirma que en tal o cual lugar habría habido irregularidades -mentir, como siempre lo ha hecho, con total impunidad-, dirá que no vale la pena aceptar el resultado. Retomará la actitud de Donald Trump, llamando a sus seguidores a resistir y eventualmente apoyándolos para que no abandonen el Palacio do Planalto.
Cuenta con militares golpistas en el gobierno, con los presidentes de la Cámara y del Senado, eventualmente con el Centrao –aunque hoy se muestran molestos con el decreto del indulto-. No está claro en qué medida las FF.AA. aceptarían esas posturas golpistas.
Revelan que los militares en el gobierno habrían estado de acuerdo con el decreto, molestos por las decisiones del STF que liberaron a Lula como candidato, principal preocupación de los militares golpistas y, eventualmente, de las FF.AA. como institución.
La situación está clara. Es el diseño del golpe. Si sale victorioso, salvando a su congresista de la condena, sale fortalecido y demuestra que no encontrará resistencia institucional para dar el golpe y seguir en el gobierno.
Si, por el contrario, le invalidan su decreto y no puede salvar a su parlamentario, demuestra las dificultades que enfrentará el golpe. Pero, a partir de ahora, se advierte al país que tiene la voluntad de romper con el sistema institucional, de no acatar las decisiones del Poder Judicial, de tomar medidas que contradicen y chocan con las normas de derecho.
No sería suficiente evitar que este decreto entrara en vigor. Habrá que amenazarlo con persecuciones y riesgos de condena, para que quienes resistan tomen la iniciativa y no se queden esperando la siguiente amenaza.
La recomposición del frente democrático, que puede contar no sólo con los partidos políticos, sino también obtener la mayoría en el Senado y la Cámara, logrando movilizaciones populares, manifestaciones de muchos sectores del Poder Judicial, es condición indispensable para tratar de aislar y cercar el presidente.
El enfrentamiento actual confirma que no se trata sólo de derrotarlo en las elecciones. También se trata de imponer a los militares brasileños la derrota que no tuvieron al final de la dictadura militar.
Bolsonaro logró colocar los términos del debate, ya no entre Lula y él mismo, sino entre el autoritarismo y la arbitrariedad del miliciano en la presidencia y la resistencia institucional, en la que trata de aislar al STF. Tenemos que colocar los términos de la verdadera alternativa: dictadura o democracia.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/417795-la-guerra-entre-bolsonaro-y-el-poder-judicial