Durante esta semana o en la próxima como mucho, la Argentina presentará la propuesta de canje de la deuda pública sometida a legislación extranjera. El protocolo exige que se haga en la SEC (Comisión de Bolsas y valores estadounidense). Pese a los tremendos cambios acontecidos desde diciembre de 2019, los lineamientos que presentará Martín Guzmán se parecen mucho a los que formuló entonces. Aplazamiento de pagos por un lapso prolongado, cuatro años o más. Una quita onda 60 por ciento. Se trata de valores aproximados, el detalle se guarda con reserva.
Cuando Martín Guzmán fue nombrado ministro de Economía, colegas de gestión que también revistaron en el kirchnerismo describían: “es una mezcla de heterodoxo y ortodoxo. Más ortodoxo que nosotros. Y está bien para esta etapa”. Cuidadoso con los equilibrios fiscales, armonizaba bien con los criterios iniciales del presidente Alberto Fernández. Los servicios de la deuda, preconizaba, eran insustentables. La Ley de emergencia y solidaridad que se dictó en diciembre anticipó, metaforizan allegados a Guzmán, “que teníamos una cajita fuerte de 4571 millones de dólares. Más que eso, no se podía pagar”. La cuantía prefijaba un escenario temporal implícito: a fin de marzo se terminaba el canuto. Los acreedores, “el mundo” estaban alertados desde el vamos. En el Palacio de Hacienda parafrasean el viejo adagio “el que avisa no es traidor”: el que preanuncia fundadamente cuando cesarán las cancelaciones de deudas no mienta ni sorprende. Obra de buena fe. En ese pilar se asienta el reperfilamiento de la deuda sometida a los tribunales nacionales.
En las primeras conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), los negociadores argentinos y los del organismo hicieron sendos ejercicios de sustentabilidad. No eran idénticos, desde ya. En la era del Coronavirus se parecen más. La titular del FMI, Kristalina Georgieva, hizo público un pedido solidario con la posición argentina a los acreedores privados. Washington año verde se tornó realidad.
Los bonistas privados viraron. En diciembre apretaban a Argentina. Simplifiquemos: “arreglen con el Fondo y luego vengan con nosotros. Todo rapidito”.
Ahora el FMI dejó de gustarles y tampoco están tan urgidos.
Pandemia mediante, el mundo cambió.
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Alberto Fernández se percató a fin de marzo durante la teleconferencia de líderes del G-20. Propuso crear un Fondo de emergencia humanitaria, un gran pacto de solidaridad mundial. Ningún otro participante se ofendió o se levantó de la mesa, por así decir. Salvo el presidente brasileño Jair Bolsonaro que dejó vacía su pantalla cuando le tocaba hablar pero es imposible traducir en clave racional sus movimientos.
Los gobernantes de los países centrales se preocupan especialmente por África. Ayer nomás les cerraban fronteras, los arrojaban al Mediterráneo. Hoy maquinan paquetes de ayuda para prevenir migraciones futuras, contagios. Curiosa variación de filántropos diría el maestro Borges.
AF se sorprendió por la acogida que tuvo su propuesta que meses atrás hubiera sonado a declamatoria o delirante. Incluso colegas-mandatarios de países europeos lo llamaron para elogiar la moción y discurrir sobre ella. El presidente resaltó el hecho ante su entorno más cercano aunque pidió que reservaran los nombres bajo el cono del silencio. Sshh.
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Fernández y Guzmán echaron por la borda sus pruritos de equilibrio fiscal. La prioridad de la política económica es atenuar los efectos de la crisis. Hay que repartir plata, rápido. Los instrumentos como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) se conciben y legislan en días, record forzado por la necesidad que acrecienta la posibilidad de errores de implementación. En el balance importa poco; lo esencial es que el dinero llegue. Las primeras acciones oficiales se enfocaron en los más vulnerables. Ahora la necesidad de ayuda se propaga socialmente, deberá ampliarse a los sectores medios, debe imaginarse cómo, la decisión está tomada. Una suerte de universalización en ciernes, con instrumentos a construir o a inventar.
Con recaudación impositiva en merma, el Banco Central provee el dinero. La emisión monetaria es alta, acá y en el ombligo del planeta. El Financial Times cuenta, sin mosquear, que el Banco de Inglaterra provee de fondos al Gobierno sin mediaciones para aplicar a Programa de empleo, primera vez en la historia británica.
En el equipo económico no temen que la supuesta abundancia de moneda provoque una híper, ni siquiera una inflación desbocada. La magnitud de la recesión, el infierno más temido, obraría como freno. En sentido similar, es previsible que haya excedente comercial porque las importaciones estarán por el piso. Nada para festejar.
El esquema fiscal concebido al desembarcar entró en el pasado. El Consejo Económico Social, al que el oficialismo le jugaba muchas fichas, pasa ser una pieza de museo sin haberse puesto en marcha.
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La caída de la economía es inevitable, hay que velar para que no destruya al aparato productivo, describen en Olivos y en Hacienda. Que el shock sea transitorio y no definitivo. Distribuir dinero, conceder prórrogas. El estado coopera para el pago de salarios, abre una línea de crédito blando para que las Pymes puedan bancar los sueldos. Hasta hoy, la banca privada entorpeció la operatoria que no le produce pérdidas sino “dejar de ganar” o “ganar menos”… intolerable para los privilegiados.
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La reestructuración de la deuda, supuesta clave del nombramiento de Guzmán, continúa siendo un ítem de la agenda económica. Ya no el principal.
Los bonistas cuentan con apoyo sonoro de los grandes medios argentinos. Columnistas económicos de pro (valga la expresión) critican al ministro por ser muy “agresivo” con los pobres angelitos, los Fondos de inversión. Estos sobreactúan, valiéndose del altavoz ofrecido.
La derecha argentina comienza a quejarse por la falta de libertades. Demasiados Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), claman al cielo. Mucha gente linda aplaudió o calló cuando el ex presidente Mauricio Macri nombró por decreto (ni siquiera por DNU) a dos jueces de la Corte. Cuando se puso de rodillas ante el FMI sin dignarse pasar por el Congreso. Cuando modificó por decreto la ley de blanqueo de capitales para favorecer a su propia famiglia. Todas ilegalidades, caramba.
Ahora braman por la República y preanuncian el fracaso de las tratativas por la deuda. Puede suceder, claro que sí pero la suya no es una profecía sino una maniobra parcial, favorable a la contraparte. Fingen ser el VAR, juegan para un equipo.
La gestión de AF amaneció con cautela, ahora se expresa en cifras fabulosas. Las transferencias de ingresos a la gente común, a las empresas, a municipios y provincias.
La deuda externa, impagable desde el vamos, siempre fue exorbitante. Cuando nos despertamos en medio de la pandemia
ese monstruo sigue estando ahí… entreverado con otras calamidades.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/259235-la-deuda-sigue-estando-ahi