La sensación que buena parte de la ciudadanía tiene en estos días es la de que, como devenir político, se ha perdido una oportunidad fenomenal. Después de tres años y medio de gobierno del Frente de Todos, se han incumplido casi todas las promesas de campaña de 2019. Y ahora queda expuesta la gravedad extrema de semejante falla política, porque mientras no se defina la situación de Cristina y su liderazgo no pase de ser testimonial, esta república seguirá por caminos inciertos y al borde del precipicio.
Más allá de las artimañas del horrible sistema judicial antidemocrático que enferma a esta República, es objetivo que Cristina sigue siendo la principal referente política de esta nación. Y además, y en forma excluyente, todo indica que mientras no se defina su rol, el gobierno del Presidente Fernández continuará sumido en el chiquitaje del jueguito electoral y el Partido del Odio seguirá operando con feroz impunidad, dueño de facto del Poder Antijudicial.
En tal contexto y devenida verdadero medidor de toda temperatura política –guste o no– la figura y la palabra de Cristina siguen siendo la luz principal del arduo devenir de esta Nación, cuyo diario ajetreo subterráneo está repleto de interesados en que nada se defina, porque, como es sabido, en política toda indefinición beneficia a tibios y oportunistas, y a genuflexos, corruptos y cipayos.
El odio y las traiciones se combinaron siempre en la Historia de la Humanidad: tejiendo tramas perversas que nunca beneficiaron a los pueblos y sí a los sectores y grupos disolventes, cuyas tramas peores se evidencian cuando los poderes verdaderos toman la más horrible decisión: que sobra medio país o más, y entonces debe ser eliminado, aniquilado por cualquier medio dizque legal.
Ésa es, en opinión de esta columna, la verdadera tragedia argentina: que desde la recuperación de la Democracia y el restablecimiento de los sagrados valores de Verdad, Memoria y Justicia las debilidades morales e intelectuales de gran parte de las clases dirigentes permitieron, y alentaron, el imperio de un sistema operativo de truchadas y claudicaciones que es lo que hoy parece estar a punto de estallar. Y que no es sino el producto sutil de una lucha de clases criolla que ensombrece todo el panorama y deteriora cada día más la ya bajísima calidad de vida de por lo menos 30 millones de argentinos, si no más.
Así han emergido horribles dirigentes que parecen retomar los mismos viejos odios que cada tanto oscurecen la política argentina, por lo menos desde aquel junio de 1955 en que se rompieron todas las reglas de la democracia y surgió un antiperonismo feroz e irracional que mató a centenares de compatriotas. Es de esperar que aunque ahora alcanzaran su máxima posibilidad electoral nunca más repitan esa tara feroz.
Como en la Medicina, en los procesos políticos y sociales lo primero es siempre un buen diagnóstico, que conducirá al tratamiento. Se trata entonces de decidir qué hacer, y cómo, y en qué oportunidad, para aplicar las mejores y más oportunas respuestas. Pero esto no es lo que sucede hoy en la política, donde dado el estado calamitoso en que se encuentra social e identitariamente esta república, igual que en 2002 el mayor peligro que amenaza a la Argentina es otra vez el de la disolución nacional. Tal como escribiera este columnista en este mismo diario y en un libro publicado justo antes de las elecciones que llevaron a la presidencia a Nestor Kirchner, a quien le cupo el mérito histórico de encarrilar la democracia.
Mucho de aquel proceso disolvente se repite hoy, pero en peor versión. Porque Néstor no está, y de hecho Cristina está vetada. Y ya se sabe que, como en el ajedrez, es dificilísimo ganar cuando no se tiene la Dama. Por eso el clamor creciente para que se lance a la lid electoral. Y por eso en paralelo el sistema mentimediático y la telebasura ensucian el escenario fogoneando desconcierto y amenazas judiciales para que no vuelva a ser candidata.
También por eso la caballada sigue flaca y sólo se barajan candidaturas de nombres obvios y poco atractivos para la gran masa del pueblo. Y en primer lugar porque una vez más son todos porteños: Alberto, Massa, Wado, Scioli. Muy poquito para enfrentar a los energúmenos de la oposición y en una de ésas al loco despeinado. Con futbolito de vereda no se gana y menos se conduce una democracia partida al medio. Y menos en este país harto de que se sigan demorando las grandes decisiones y todo el debate político porteño gire en torno a candidaturas que se definen en algunas estratósferas. Y encima para que el pueblo vote más de lo mismo y a lo sumo desemboque en un balotaje entre la derecha peronista actual en el gobierno y la derecha furibunda de Macri, Larreta, Bullrich y el delirante. Patético panorama para la Patria.
Quedará por hacer y con urgencia, entonces, un nuevo Pacto Federal. Que por el momento no se ve que ningún gobernador proponga seriamente. Ni menos la oposición, de cualquier color.
Por eso este columnista sostiene que si Cristina finalmente no es candidata, urge ofrecerle al pueblo candidatos nuevos y diferentes, no quemados, con buenas lecturas y preparación intelectual y sobre todo probada moral irreprochable. Los hay y para todos los puestos elegibles. Es hora de que el pueblo argentino pueda votar candidatas/os así: nuevos, limpios, diferentes y con ideas originales y confiables basadas en trayectorias soberanistas.
Baste pensar en el mejor país que tendríamos si, por ejemplo, se adoptaran propuestas como las de Carlos del Frade, diputado y patriota santafesino que propone la jornada laboral de 6 horas con igual salario, para multiplicar puestos de trabajo en blanco. Y también, entre muchas otras ideas, propone la educación ambiental obligatoria en todos los niveles escolares y en todas las provincias. Y a lo que esta columna añade la propuesta urgente de un único Ministerio Nacional de Educación que conduzca un modelo educativo común para todo el país. Y tantas otras ideas ya apuntadas en notas anteriores.
Lo indudable es que a la democracia hay que cuidarla, porque somos una nación con millones de personas que están muy mal, sufriendo y con angustia y bronca. La pobreza en el interior es ofensiva, y si no la ven 3 o 4 millones de porteños, allá ellos, pero la realidad nacional es que no hay trabajo y sobra hambre. Y encima el desastre ambiental –que es responsabilidad de este gobierno cuya falta de decisión y firmeza ha sido muy dañina más allá de sus declamaciones– ya está generalizado en el agua, en la tierra, en los bosques, en las minas y es tremendo en todo sentido. Y nada de esto es tema de debate preelectoral ni en el juego de candidaturas.
Nadie podría afirmar que ya no se está a tiempo de frenar tanto dislate, pero con la Constitución en la mano y convocando al pueblo precisamente para renovarla, seguramente se darían grandes pasos.
Y entretanto esta columna seguirá contando las horas hasta que se recupere por completo el río Paraná y se navegue el Canal Magdalena. Símbolos serán de la recuperación de la Argentina que merece el pueblo trabajador. Por eso esta columna insiste en sostener los 26 puntos propuestos las últimas semanas. Peronistas por donde se los mire y basados en lo mejor de la Historia Nacional, sobran nombres para componer un Poder Ejecutivo patriótico.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/531119-la-democracia-partida-al-medio