El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda es una descomunal estructura de hierro de más de 50 metros de altura que, desde hace tres semanas, atraviesa el Riachuelo y une La Boca y la Isla Maciel en 55 segundos. Tras sesenta años de inactividad, el transbordador que supo ocupar el fondo de varios de los cuadros de Quinquela Martín fue puesto nuevamente en funcionamiento con el objetivo de recuperar el paseo histórico de la zona y revalorizar uno de los puntos emblemáticos del sur de la Ciudad. Por este motivo, un grupo de legisladores y legisladoras de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, acompañados por el presidente de Acumar, Martín Sabbatella, y el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, presentaron dos proyectos de ley que proponen declarar al puente transbordador Patrimonio Histórico y Cultural.
La presencia del transbordador es imponente. Mientras las diputadas nacionales Paula Penacca, Mónica Macha, Gisela Marziotta y Magdalena Sierra, y los legisladores porteños Leandro Santoro y Manuel Socías, hacen tiempo antes de subir a la plataforma para iniciar el viaje protocolar que antecede a la presentación del proyecto de ley, una niña de once años se trepa a la baranda que rodea la orilla capitalina del Riachuelo y pregunta, insistentemente, “¿Cuándo nos subimos?”. Se llama Catalina y es la nieta del arquitecto Carlos Pasqualini, uno de los principales defensores del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda cuando, en los años 90′, se buscó desarmarlo y venderlo como chatarra. “Estamos muy felices. Somos de La Boca de toda la vida y este puente es un ícono del barrio, de la Ciudad de Buenos Aires y de la Argentina. Es hermoso y es uno de los ocho que quedan en todo el mundo”, explica Anabella Pasqualini, madre de Catalina e hija del arquitecto, quien fue invitada junto a su madre a la presentación de los proyectos para declarar al puente en Patrimonio Histórico y Cultural.
En efecto, el Nicolás Avellaneda es el único puente transbordador del continente americano y es uno de los ocho que todavía quedan en pie en todo el mundo (el resto se encuentra en Inglaterra, Alemania, Francia y España). Construido en 1914, y puesto en desuso en 1960, el transbordador que une La Boca con la Isla Maciel acumuló óxido durante 60 años y estuvo a punto de ser desguazado durante el gobierno menemista. Hace tres semanas, sin embargo, fue reabierto oficialmente para su uso cotidiano (aunque con estrictos protocolos que impiden que viajen más de 16 personas por recorrido debido a la pandemia).
“Es muy emocionante haber recuperado este puente que es un símbolo del Sur de nuestra Ciudad y de nuestra Provincia. Un puente que nos une y nos hace pensar como una sola AMBA, algo que ya vimos que es importante en el marco de la pandemia a la hora de articular políticas públicas de un lado al otro del Riachuelo”, explica la legisladora Paula Penacca, vecina de La Boca e impulsora del proyecto de ley que busca declarar como Patrimonio Histórico el puente. “La recuperación del río, el saneamiento de la Cuenca Matanza Riachuelo, parte de un abordaje integral, multidisciplinario. Tiene que ver con atacar los agentes contaminantes, pero también con recuperar la calidad de vida social y cultural del barrio. La recuperación del puente hace también a la conectividad, a la integración y a recuperar la relación del pueblo con su río“, describe, por su parte, Martín Sabatella, el titular del Acumar (órgano que puso de nuevo en funcionamiento el puente, junto con Vialidad Nacional).
“Cuando era pibe, ir a la Isla Maciel era incursionar en un submundo. Una de las asignaturas pendientes que tenemos en la Ciudad es la gran diferencia que existe entre el Norte y el Sur, e incluso dentro del Sur mismo, y el principal desafío que debemos plantearnos es construir para que la Ciudad de Buenos Aires sea un entramado armónico y no un conglomerado de guetos”, sostiene el legislador porteño Leandro Santoro. La Isla Maciel, ubicada en el municipio de Avellaneda al otro lado del Riachuelo, comparte con La Boca su pasado industrial de astilleros e inmigrantes que llegaban en masa a trabajar a principios del Siglo XX, comparte el estilo y los colores de los viejos conventillos, y comparte también la marginalidad y profunda desigualdad (aunque esto último lo hace sin compartir las obras de mantenimiento que se realizaron en La Boca como polo turístico).
“Podemos ver cómo la Isla es un espejo de La Boca en su idiosincrasia, sus colores y sus orígenes. La importancia de la puesta en funcionamiento del transbordador es que abre la puerta a la inclusión y a la expansión del turismo para cuando la pandemia termine”, indica, mientras recorre la Isla, la diputada Gisela Marziotta. En esta misma línea, Penecca describe el proyecto de desarrollo turístico que el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, está impulsando en la isla Maciel, y se entusiasma con las perspectivas que la puesta en valor del puente pueden significar para la reactivación económica de toda la zona: “El objetivo es poner en valor nuestros barrios populares y el Sur de la Ciudad y la Provincia, potenciar su valor turístico y apostar a que eso genere mayor trabajo e inclusión”, sostiene, alentadora, mientras aguarda en fila antes de subirse al transbordador que la llevará de vuelta a la Capital.
Informe: María Cafferata.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/297348-la-boca-y-la-isla-maciel-vuelven-a-estar-unidas-por-el-puent