Los resultados de las PASO dejaron en el aire la pregunta de qué sucedió con el apoyo de los sectores populares a la coalición gobernante. También, la pregunta de cuáles son las principales preocupaciones por estos momentos en los barrios. No es difícil comenzar a delinear una respuesta al conversar con Milagros y Marina, dos vecinas de Villa Fiorito. Siquiera tienen que hablar. La respuesta está en sus cuerpos. Es una tarde cualquiera, están en las puertas de su casas, y están aterradas. Milagros, que tiene 21 años, es ama de casa y mamá de tres hijes, asegura: “No salgo sola ni a la esquina”.
Tanto en Ingeniero Budge como en Fiorito (partido de Lomas de Zamora), vecinos entrevistados por Página/12 ponen a la inseguridad en el podio de sus preocupaciones, junto a la falta de trabajo y el aumento en el precio de los alimentos. La mayoría de les que votaron al Frente de Todos tiene cuestionamientos. Por ejemplo, Luján Maidana, de 36 años, “peronista y cristinista”, quien hace este diagnóstico: “Veo a la política patas para arriba. Unos para un lado, otros para el otro… No están viendo la voz del pueblo. Lo que nosotros necesitamos. Ellos necesitan nuestros votos, pero nosotros necesitamos ser escuchados por ellos“.
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La principal amenaza en la zona de Fiorito que limita con el municipio de Lanús es una manzana que hace alrededor de diez días fue tomada por una banda de narcos armados. Es cerca de la cuadra donde viven Milagros Valenzuela y Marina Villán. Una vecina explica que esa manzana está tomada siempre: “Se van unos, vienen otros; pero es la primera vez que entra alguien de afuera y con este grado de violencia. Están armados y con chalecos. Es muy parecido al manejo de una villa de Capital”. Marina, 40 años, mamá de ocho hijos, sentencia: “Pediría a la Gendarmería todos los días de la semana. A la Policía creo que la compran, porque estuvieron y no vieron nada. Vos te vas de acá y no sabés si volvés“. Lo que más preocupa a las mujeres es la seguridad de sus hijes.
Se sienten a salvo entre las paredes de la organización Chicos del Sur, ubicada sobre la calle Bucarest al 200, donde un grupo de chicos está almorzando pizza. “Al principio notábamos que en las casas los chicos no tenían mesas. Solamente camas. Tratamos de instalarles el hábito de sentarse a comer”, comenta Estela Rojas, a cargo con su esposo Mario de esta asociación civil de tarea ejemplar. Los chicos agradecen la visita de este medio. Saludan con el puño. Todos tienen barbijo. Más tarde, en el piso de arriba, recortan letras de cartón para la decoración del festejo de cumpleaños de Rosita Figueroa, secuestrada y desaparecida en la dictadura cívico militar. En las mesas, junto a los materiales que están usando, hay boletas de Juntos por el Cambio. El hombre que conduce la actividad bromea: “Para algo tienen que servir”.
En una de las salas del edificio, donde la luz se cuela por la ventana y también en un sentido menos literal, Milagros sueña: “Me gustaría irme a otro lado”. Cuando se le pregunta adónde no se le ocurre ningún lugar concreto. Sólo le sale esta respuesta: “Que no sea como acá”. Sus padres fallecieron. El papá de sus hijos está preso. Se las “arregla con la tarjeta (Alimentar), la asignación, el plan”. Su hermana y su sobrina viven en la manzana peligrosa, para la que hace falta pedir permiso para ingresar, y teme por ellas. “Lo que me gustó del Presidente es la ayuda que me dio con el IFE. Me sirvió una banda. La Tarjeta Alimentar también, pero no alcanza”, expresa.
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Si bien en Lomas de Zamora el FdT ganó (con más del 43 por ciento), con respecto a la primaria de 2019 perdió más de 68 mil votos. Particularmente en la ciudad de origen de Diego Maradona, obtuvo el 55,26 por ciento y Juntos por el Cambio, 18,34. Uno de los análisis que se hizo de los resultados provinciales es que el ausentismo repercutió en la derrota del oficialismo; por eso la dirigencia social que integra el Gobierno coincidió en la urgencia de escuchar y atender a la demanda de sectores que en dos años dejaron de acompañar con su voto al oficialismo.
De ese gesto, el del ausentismo, Marina es ejemplo. No votó porque se había ido a un cumpleaños en La Matanza, pero hay otra razón. “Prometen algo que no cumplen. ¿Para qué voy a elegir a un candidato si van a hacer todos lo mismo? Alberto habló mucho antes de ser presidente. Tantas promesas que hizo, y mirá dónde estamos. Cristina robaba bien porque robaba para los pobres. Lo veías en tu sueldo que cobrabas todos los meses. Este roba pero se ve que para llenar su bolsillo y el de los que tiene alrededor”, opina la mujer, que cobra la pensión no contributiva para madres de siete hijos y, junto a su marido, sale a cartonear. En el barrio se ven muchísimos carros en las veredas: es uno de los símbolos de los estragos que generó la pandemia. Ya los había de mucho antes, pero su presencia se intensificó cuando el poco trabajo informal que había se esfumaba.
“No me llamaba la atención ningún candidato. ¿Para qué voy a ir a votar?”, coincide Agustín Valenzuela, más joven que Marina, 22 años, pero con la misma perspectiva. Antes de la pandemia trabajaba como cartonero en un predio de Barracas que cerró, y después comenzó a hacer changas. Un cambio en su vida personal que espera de parte de la política –aunque evidentemente no cree que pueda hacerse efectivo– es tener un trabajo en el que le paguen por mes. Como su hermana Milagros no terminó el secundario. Le interesaría trabajar como electricista o reparando celulares. “Al principio (el gobierno de Alberto Fernández) estuvo bien, pero después bajó todo, con la pandemia. Había seguridad y trabajo, más que ahora”, concluye.
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En Ingeniero Budge, a pocas cuadras de Camino Negro, el ruido del tráfico incesante de los colectivos que pasan por la calle Baradero se combina con el trap, el reggaetón y la cumbia que a todo volumen salen de los autos. Por allí camina Rosa, una jubilada que cobra la mínima. No le alcanza, y por eso trabaja para un taller haciendo manijas de carteras. Hace poco tuvo que sacar un préstamo para pagar la luz.
“La inflación siempre gana. Los capitalistas saben que los jubilados vamos a cobrar un 12 por ciento más y vas a comprar un paquete de yerba y te lo aumentaron el doble. Acá en el barrio somos todos pobres, pero nunca nos faltaba un pedacito de carne para poner un churrasquito o un asado un domingo. Ahora miramos el asado en los carteles de Coto o Carrefour. Nos tenemos que olvidar; nos resignamos. Empezamos a comer hígado y mondongo“, cuenta. “Se fue al carajo, mal, lo alimenticio” y eso derivó en el barrio de La Salada en nuevas formas de intercambio. Hay una feria en la que algunxs venden productos que no consumen de bolsones que entrega el Gobierno. Rosa aclara que no los critica por ello; les compra. Los que venden “con esa plata se compran milanesas de pollo, alitas, o un pedacito de carne para hacer un guiso”.
La mujer votó al Frente de Todos, que ganó en esta localidad con el 59,54 por ciento de los votos, en tanto que JxC obtuvo el 18,81. Piensa que “el Gobierno tiene que estar unido porque si no da mala imagen al pueblo” y que la “inseguridad” tuvo mucho que ver con los números de las PASO en Provincia. El clima en esta zona no parece tan espeso como el de Fiorito; no obstante Rosa tiene ganas de comprarse “una 22”. “Te roban a cualquier hora. Supongo que es porque muchos se quedaron sin trabajo, sin planes, sin IFE”, afirma. Casi todos en el barrio tienen historias de robos recientes para contar. En la previa de las elecciones se veía un “desfile” de patrulleros, recuerda Silvina Almirón, y “mucha gente estaba contenta”. Ella (auxiliar, 46 años) votó a la izquierda. A ella no le “gusta” ver tantos policías en la zona.
Como varios de sus vecinos, Hugo Castro sostiene una bolsa con una tortilla de grasa que recién les compró a dos chicas que venden en la esquina. Tiene 61 años, se dedica a la pintura y a la plomería. Cree que al Presidente le “echan la culpa de todo” y con él empatiza: “Es jodido estar en su situación, en el cuero de él”. “Ahora están con el tema de aumentar salarios, de dar el IFE. No entiendo por qué no lo dieron antes o no lo siguieron dando. Ahí fue cuando mucha gente se tiró atrás“, opina. Miguel Tévez, de 62 años, chofer de Uber, admite que fue a votar con “pocas ganas”. “No veo grandes cosas. Es un gobierno que se está quedando dormido. Lo voté más por las expectativas de mi barrio, que no progresa”, explica.
La sensación de Miguel es que los años y las elecciones pasan y todo sigue “siempre igual”. La sensación de Luján, en Fiorito, es que los años y las elecciones pasan y su barrio siempre está “en el olvido”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/369284-inseguridad-pobreza-olvido