Frente de Todos: ¿Cómo construir la unidad?

Frente de Todos: ¿Cómo construir la unidad?

La diversidad como fortaleza

Por Sebastián Artola * 

Sin unidad le dejamos en bandeja el terreno para que la derecha avance. Sin diversidad perdemos la potencia, el dinamismo, la vitalidad y la apertura imprescindible en todo proyecto popular de transformación.

La unidad amplia, diversa y plural fue lo que hizo posible el triunfo popular y la derrota electoral del neoliberalismo en las presidenciales del año pasado. Al revés, el divisionismo/las fracturas y la lógica de la homogeneidad/clausura del debate/exclusión de la diferencia, fueron los dos rasgos que marcaron las derrotas electorales y el debilitamiento popular en el período 2013-2017 (y si queremos más lejos en el tiempo, la derrota popular de los años ‘70).

Por eso, no comparto el llamado a bancar en silencio que algunos hacen en nombre del contexto y la oportunidad. Bajo ese argumento, nunca va a haber lugar para el debate y la crítica constructiva, porque el tiempo que vivimos es de adversidad y viento en contra, y dudo que afloje en el mediano plazo.

Todo lo contrario, no hay mejor aporte al proyecto y a nuestro presidente, que dirigentes/funcionarios/militantes y un movimiento popular, activos, propositivos, con ideas, tomando la palabra, poniendo el cuerpo, el corazón y la cabeza, frente a un tiempo histórico que necesita de todo nuestro compromiso, sensibilidad e inteligencia.

La opinión/debate/crítica constructiva/compañera/sincera/con la mejor de la buena leche es imprescindible para tener siempre fina la puntería, no dar pasos en falsos, ajustar a tiempo y tomar las mejores decisiones.

Algo de esto había pedido el propio Alberto en el cierre de campaña en el Monumento a la Bandera, antes de las PASO, cuando dijo que si era necesario había que salir a las calles a recordarle que estaba fallando.

Y así fue cuando rectificó sus declaraciones ante las Fuerzas Armadas, a raíz del pedido y crítica de las Madres, Abuelas y organismos de derechos humanos. Dialéctica virtuosa entre el liderazgo y las demandas del movimiento popular.

Lo dije hace poco: si todos los que ocupan cargos y tienen responsabilidad en el Estado (ejecutivos o legislativos) estuvieran militando, sumando ideas, arrimando propuestas, dando el debate y defendiendo activamente al gobierno, la efectividad de las decisiones de gobierno y las relaciones de fuerzas (culturales y sociales) con la derecha serían muy distintas.

Alberto tiene una base social enorme (12.205.938 de votos en las presidenciales de 2019), un movimiento popular que se puso al hombro la resistencia al macrismo desde el día uno y durante cuatro años sin bajar un cambio y una fuerza política amplísima, policlasista e inédita (el Frente de Todos).

Es tarea de todxs nosotrxs hacerle saber/sentir que no está solo en esta patriada y no dejarlo librado a las encuestas de opinión pública sobre aprobación/desaprobación de sus decisiones y gestión.

La política es cálculo, por supuesto, pero también coraje. Cuando solo se calcula se puede estar mucho tiempo en el poder y tener “gobernabilidad” (espantosa palabra metida al diccionario de la politología y la política por el neoliberalismo) pero poco y nada se termina transformando. El que sólo tiene coraje pero no calcula/acumula/lee el momento y mide relaciones de fuerzas, las más de las veces termina pedaleando en el aire.

Sin las dos es difícil salir del embrollo en el que nos metieron el macrismo y la pandemia, y hacer posible una política de transformación efectiva de la realidad, frente a una derecha agazapada y a la espera.

Unidad-diversidad, lealtad-capacidad crítica, cálculo-coraje, como conjunción, en su medida, dosis justas y armoniosamente, diría el General. De eso se trataba, en definitiva, cuando decíamos “volver para ser mejores”. Esta sigue siendo la cuestión.

* Sebastián Artola es militante, docente de la UNR, doctor en Ciencia Política.

Una cuestión de método 

Por Mario Toer *

Es usual que cuando se constituye un frente, máxime cuando llega a gobernar, el tema de cómo se procesan las diferencias adquiere creciente actualidad. Y está visto que no es cuestión de organigramas. Se requiere una paciente construcción, como la que forjara el Frente Amplio en nuestra hermana Uruguay. O algo más intuitivo, en el caso de la Unidad Popular chilena. 

El caso es que, por encima de los reglamentos, lo que resulta decisivo son los liderazgos, tanto de la persona reconocida que está al frente como tal, como la de aquella organización que más capacidad y convicciones posee en torno de la necesidad de constiruir y cohesionar el frente en cuestión. En nuestro país, resulta claro que en el actual frente en el gobierno el liderazgo lo tiene Cristina Fernández, pero también ha sido decisiva su propuesta de que al frente del gobierno esté Alberto Fernández. No ha sido una mera y oportuna propuesta electoral. Deviene de una muy sabia estimación estratégica de lo que es dable procesar en esta etapa en nuestro país. Esto implica que quien encabeza el gobierno debe contar con los márgenes apropiados para su desempeño así como la capacidad de escuchar a las variantes del conglomerado que lo respalda. Es dable percibir que la enorme mayoría que respaldó el Frente de Todos así lo considera, al igual que sus partes más representativas. 

De todas maneras también hay, siempre suele haberlos, algunos pequeños sectores que suponen que sus máximas aspiraciones deben ser atendidas cuanto antes. En nuestro caso, sabido es, dificultades de máxima se han acumulado en la actual coyuntura. El desmoronamiento productivo herencia del anterior gobierno, una inaudita deuda externa, con el mismo origen, una cámara de diputados con un margen muy escueto, que puede alterar quórum y la aprobación de leyes, el momentáneo cambio de color político de casi toda la región, y encima la implacable pandemia planetaria que no tiene una fecha previsible de extinción. 

Como ya se ha visto, los acreedores apelan al chantaje para acorralar al país, con la implícita amenaza de cerco judicial y embargos varios, en caso de no acuerdo. También vemos nuevamente a jueces provinciales paralizando medidas gubernamentales claves, como en el caso de Vicentín (a la manera que lo fue con la ley de medios). Y como es notorio, vemos a la oposición que, con pocos desajustes, exacerba su ofensiva mediática y callejera, sin que le preocupen las vidas que se pierden al burlar las medidas dispuestas por la cuarentena que, de boca para afuera, dice avalar. También es obscenamente evidente la implacable seguidilla de operaciones mediáticas destinadas a sembrar dudas, generar diferencias, utilizar hasta el más mínimo gesto o palabra, que quizá no era imaginable su uso ulterior, o inventando con descaro hechos y dichos inexistentes. 

A pesar de todo, dentro de esos márgenes, el gobierno se ha esforzado, con notable criterio, para salvaguardar la salud pública, atender a los más perjudicados por la cuarentena, poner en descubierto varias de las redes más tenebrosas que se habían gestado entre espías, jueces, medios y testigos bajo amenaza, buscando dar pasos firmes en la supresión de estos complots y avanzar en una recomposición judicial. Todo en el marco de los tortuosos vericuetos concebidos por la juridicidad preexistente. Sabemos que otras medidas aguardan los tiempos para empezar a recorrer su curso en el Congreso. 

Los méritos son notables y es ineludible no dejar de destacarlos. Así como no hay que dejar de tener presente todo lo que nos resta para alcanzar un país más justo. De allí que sea totalmente imprescindible e impostergable la tarea de cerrar filas, mostrar un frente sin fisuras, que de aliento y potencie al gobierno ante las más que complejas tareas que viene encarando. Confundir esta urgencia con incondicionalidad o posible allanamiento a horizontes menos ambiciosos en una total necedad. Prácticamente nadie, a esta altura, ignora los objetivos de cada cual y es muy difícil que puedan gestarse entre nosotros posturas conformistas. El quién es quién nunca está demás, pero puede haber muy pocas sorpresas. 

Muchas iniciativas políticas o gestos mediáticos, apuntan a ese sector fluctuante que es necesario acercar para consolidar una mayoría. La política se trata de eso, restar expectativas enfrente para que vengan de este lado. Y la norma es que a los obstáculos hay que enfrentarlos de uno en uno. 

De todas maneras, particularmente en algunos sectores, los urgidos o impacientes se hacen notar. Y no me refiero a los que con justa persistencia señalan su hartazgo con las injusticias que vivimos. Sino a los que suelen encontrar insuficiencias entre quienes están en la primera línea y les cuesta percibir las propias limitaciones o las de quienes están sobrecargados de dificultades. Rara vez cuentan con una sugerencia operativa que allane el camino. 

La imaginación debe encontrar rumbos y también los tiempos… Construir mejores instancias para procesar pareceres llevará tiempo. Hoy tenemos la certidumbre de que las grandes mayorías sólo han reconocido la orientación y el liderazgo de quienes de manera inequívoca y sin alardes se han alineado para atender y resolver los problemas más acuciantes, las demandas más sentidas, que no son tan difíciles de descubrir. Por eso se reconoce a quien ha antepuesto la salud y la vida a toda otra consideración, lo mismo que a quienes ponen en evidencia su compromiso por enfrentar el delito cotidiano y aportar así a la recuperación de la tranquilidad y el bienestar que todos aspiramos. 

Son muchas más las cosas pendientes. A esta altura pocos pueden ignorarlo. Pero, precisamente, se podrán abordar tareas más exigentes cuando se sienta la presencia de las mayorías que aprenden a reconocer a los suyos en las situaciones más acuciantes, como la que estamos viviendo. De allí que, aunque por ahora de modo imaginario, debemos tomarnos brazo con brazo para que la derecha en retroceso no pueda volver a pasar.

* Mario Toer es sociólogo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/281493-frente-de-todos-como-construir-la-unidad

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