Un programa de trabajo social garantizado, la creación de un registro de trabajadores de la economía popular, 20 mil millones de pesos para impulsar de pequeñas obras de infraestructura en los barrios, organizar polos textiles o mejorar las condiciones de quienes hacen tareas de cuidado y reciclaje son los ejes del paquete de políticas anunciado por el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, para la postpandemia. Apuntan a reactivar la economía en la franja de los hogares más vulnerables del país, generando allí, y en la medida que lo permita el virus, mano de obra intensiva. Su implementación responde, en buena parte, a los reclamos de los movimientos populares que hoy son la tercera pata del gobierno, –junto a otra política, la principal, y otra académica, nacida de la cantera del Conicet– . Las organizaciones barriales serán claves, también, para lograr su implementación.
Emilio Pérsico es la figura principal de esa presencia de los movimientos en el estado. El secretario de Economía Social de la cartera a cargo de Arroyo es titular del Movimiento Evita y uno de los fundadores de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, creada con el objetivo de organizar a los que se ganan la vida en la informalidad.
La pandemia reveló hasta qué punto esa franja de trabajadores informales es más ancha de lo que suponía la mirada política, e incluso la académica. Cuando el gobierno creó el Ingreso Familiar de Emergencia –la principal ayuda en la cuarentena para los que trabajan por su cuenta– esperaba que se anotaran 3,6 millones de personas; pero los que pidieron el bono de 10 mil pesos fueron 12 millones.
“A nosotros los gobiernos, en general, no nos ven. Aunque ahora hay un gobierno que nos escucha”, dice Pérsico en estos días, citando a una compañera.
Pérsico ocupó cargos en más de una gestión: fue vicejefe de gabinete bonaerense de Felipe Solá y en las presidencias de Cristina Kirchner, subsecretario de Comercialización de la Economía Social y secretario de Agricultura Familiar. Pero cuando habla tiene poco de funcionario; se podría decir que nada. Viene del Peronismo Revolucionario setentista; a fines de los 90 fue uno de los fundadores de Quebracho, y en 2003 uno los primeros en plantearse que había que integrar al sujeto de la resistencia neoliberal, el de las organizaciones piqueteras, al proceso político abierto por Néstor Kirchner. Durante kirchnerismo, de hecho, se convirtió en un actor clave para achicar la grieta entre los movimientos sociales y el peronismo.
–Con estos programas, ¿el Gobierno decidió concretar la propuesta de los movimientos populares?
—Estoy convencido de que nos escuchan. Con este Presidente tenemos un diálogo. Tenemos la pelota: cuándo vamos a meter el gol, no lo sé. No sé si con este programa, con el que viene o con el otro, pero tenemos la pelota: en cualquier momento lo vamos a meter.
12 millones
—Nosotros sabíamos que iban a ser 12 millones los que se iban a anotar en el IFE. Yo se lo dije a Alberto, les presenté informes a todos; ahí te das la idea de que no nos ven. Algunos sociólogos decían que iban a ser un millón, el ministerio de Trabajo decía que iban a ser 3 millones 600 mil, nosotros decíamos 12 millones.
–¿Por qué?
— Porque hacíamos esta cuenta: hoy en la Argentina hay 6 millones de trabajadores asalariados privados, hay tres millones de estatales, hay un millón y medio de monotributistas y hay 300 mil empleadas de casas de familia. Eso da un total de trabajadores en blanco, unos 11 millones. Pero la población económicamente activa es de 23 millones. Quiere decir que hay otros doce millones de argentinos con problemas de trabajo… Otra forma de mirarlo es por la Encuesta Permanente de Hogares. Cuando el encuestador va y pregunta, resulta que todavía hoy, en el medio todo este desastre, hay cuatro millones y medio de personas que contestan “yo trabajo”. “¿Y qué hace?” “Por cuenta propia”. Esto es algo que se tiene que empezar a ver: la economía de mercado, invirtiendo casi el 20 por ciento del producto bruto, genera 6 millones de puestos de trabajo, y resulta estos compañeros con nada, con alfileres y alambre, generaron 4 millones y medio de trabajos”.
–Cuando hablan de economía popular, ¿cuál de esos conjuntos nombran?
–A los doce millones que viven en ese mundo, que dan vueltas por ese mundo. A veces hacés trabajar a uno que está desocupado… a veces rescatás a uno que ni siquiera es considerado por el Indec, porque ni tiene trabajo ni busca; a veces organizás al que trabaja por su cuenta. Organizar a los desocupados es el objetivo histórico de las organizaciones, inventar trabajo. Después se sumó algo nuevo, que fue organizar al compañero que está trabajando en lo informal. Por ejemplo, hace un rato tuvimos una reunión de los vendedores ambulantes. Es un sector que trabaja y hasta que llegó la pandemia le iba más o menos bien.
Pérsico marca las diferencias con el 2003 , con la coordinadora de organizaciones piqueteras que armó en los días iniciales del kirchnerismo, juntando a militantes del PJ con organizaciones barriales, en lo que más tarde dio origen al Movimiento Evita:
—El vendedor en la vía publica ahora se organiza: hacen asambleas de 600, 700 vendedores. Están organizados por trenes, por línea de colectivo… ¡por parada de colectivo! ¡¡A mí no se me habría ocurrido nunca!! Yo cuando empecé a verlo me dí cuenta de que estaba pasando una cosa muy rara, que ya no era lo mismo que cuando empezamos a armar las organizaciones de desocupados y no sabíamos ni siquiera llamarnos trabajadores, porque no teníamos ni la T del movimiento. Me acuerdo de las marchas en el Puente Pueyrredón … el Chino Navarro siempre dice “parecía el éxodo jujeño lo que hacían ustedes” Porque iba adelante el estudiante de filosofía, (Manuel) Belgrano, y atrás todos los indios. Hoy no: hoy es una cosa diferente. Cuando hacemos una marcha aparecen tres tipos con un cartel con un trencito dibujado: “Vendedores del tren tal”. Es un nuevo sector. Y no quieren hacer otra cosa, aparte. Son eso: son vendedores de trenes, quieren laburar de eso porque trabajan bien”.
Organización
El Plan Potenciar prevé invertir 20 mil millones de pesos en insumos, herramientas y maquinarias para que los beneficiarios de planes realicen actividades productivas y de cuidado.
–Nosotros hemos aprendido muchas cosas… El Estado ayudó a dos millones y medio de emprendedores en la Argentina, pero si vas al territorio no encontrás nada de todo eso. La mayoría de las máquinas de coser que se entregaron fueron a parar a los talleres clandestinos.
-¿No sirve entregar máquinas?
–Lo que no se puede es creer en las soluciones enlatadas. Muchas ideas sirven, pero no salieron de un manual, sino de la práctica de las organizaciones sociales. Mostrame un emprendimiento que tenga diez años, que los hay: a eso hay que estudiarlo y replicarlo, porque ese compañero le encontró el agujero al mate. Pero si me regalás una máquina de coser, a esta altura te la tiro por la cabeza. Por supuesto, la agarro, pero… ¿qué me cambia como organización tener una maquina de coser? El compañero la vende, porque le tiene que dar de comer al hijo. Y yo le digo “bien hecho compañero”, porque… entre no darle de comer a tu hijo y vender la maquina de coser, ¿vos qué hacés? Con los polos textiles le encontramos el agujero al mate. En la Argentina hay unos 600 mil compañeros que viven de la prenda popular. Armamos varios polos, trasladamos al tallerista que estaba trabajando en su casa de forma inhumana, con su hijo al costado, para que trabaje en un lugar digno, saludable, que tenga guardería, que empiece a tener derechos sociales parecidos al compañero que está en blanco. Tenemos que crear una prenda social que legalice todo el trabajo que está detrás. Esos son 600 mil compañeros que podrían tener trabajo legalmente. Ahora… la decisión política de que el sector textil esté en negro es una decisión del Estado. La decisión de que el cartonero no sea recibido por el Estado como un reciclador urbano es una decisión política del Estado. Muchas cosas son cambiar políticas, y otras son recursos. Sí, porque para hacer un polo necesitás alquilar un local y acondicionarlo. Pero nosotros vamos por más, vamos por meterlos en el trabajo formal.
–¿Con qué políticas?
-Estamos planteando una escalera con cuatro pasos, que son los que usaron los países europeos. El primero es relevar a los compañeros, saber dónde están, quiénes son y qué hacen. El segundo es que tengan un monotributo gratis, sin costo, porque si de entrada vas con la AFIP para hacerlos pagar, te van a decir que no. Tiene que ir un compañero, tratar de inscribirlo, ponerlo en un monotributo sin costo, y que con esa inscripción puedan facturar. Los derechos se van asumiendo en una escala. Pensamos en un monotributo productivo, gratuito, y en un monotributo social, que ya será un gasto para el compañero, para acceder a una obra social. Por supuesto que para llegar ahí el compañero tiene que ir subiendo su productividad y la valorización de lo que produce. Los otro es que le vaya bien, que sea monotributista clase D, que se independice: ya estaría fuera de las políticas del ministerio de desarrollo social. Pero para hacer ese camino hay que estar acompañado. Los compañeros no lo van a hacer si no los acompañan las organizaciones, porque es muy difícil. Y hay que valorizar lo que hacen. Hay un problema de desvalorización social de lo que hacen los compañeros. Siempre en la economía popular lo que hay que hacer es valorizar el producto.
“Mirá Europa: tiene una gran economía popular, pero es clase media; valorizaron mucho lo artesanal”
En Argentina también estamos valorizando, empezamos por la verdura. Gracias a la pelea que dieron los movimientos campesinos hoy todo el mundo habla de la verdura ecológica. El bolsón pasó de valer 100 pesos a valer 400 y es barato todavía, si lo comparás con el precio internacional de la verdura ecológica.
Hippies
-¿Qué pasa con el compre estatal? ¿Cuánto le compró el estado a la economía popular en estos seis meses de gobierno?
-Hasta ahora hubo poco. El programa más grande de compra estatal fue el del kirchnerismo, en esta etapa todavía tenemos que impulsarlo. Por ejemplo, el estado tiene un presupuesto para comprar dos millones de guardapolvos y nosotros hacemos 200 mil, 300 mil; tenemos que hacer los dos millones. Tenemos los talleres, tenemos todo para hacerlo. Hay que hacerlo, es un tema de decisión política.
–¿Y alimentos?
–Con los alimentos es muy difícil… ahí es donde no nos ven. ¿Por qué? Porque cuando un ingeniero agrónomo va a las quintas nuestras lo primero que dice es “Vamos a producir alimentos para darle de comer al pueblo”. ¡Muy linda frase! A nosotros la universidad nos ayudó mucho, pero después de sacarle el hippismo de la cabeza.
–¿Por qué hippie?
– Porque dicen “Vamos a darle de comer al mundo! Vamos a hacer alimentos baratos!” Pero ese alimento que yo vendo es la zapatilla de mi hijo, ¿qué me estás diciendo? ¿Vos queres que mi hijo no tenga zapatillas? Si yo vendo tomate barato, eso es el sueldo mío… yo no quiero vender barato, quiero vender caro. ¡El precio justo!… El capitalismo no es justo, no vivimos en la Cuba socialista, vivo en la Argentina, entonces lo que hay que hacer es valorizar a la economía popular, darle un alto valor. Yo discutí mucho con (el economista José Luis) Coraggio sobre el uso del término economía popular en lugar de economía social. Le decía, “yo te estoy insultando a vos, que sos un gran pensador de la economía social, si digo que lo que hacemos nosotros, lo que hacen nuestros compañeros, es economía social…! Porque no están las reglas de juego que vos creés que tendría que haber en la economía social”. Son otras reglas de juego, es la selva, vivimos en el medio de esa selva. ¿La queremos ordenar y llevarlas a la economía social? Sí. A un porcentaje lo vamos a poder llevar hacia ahí, pero no todo. La idea lírica del que lo escucha, pero no lo ve, es “Yo voy a transformar todo esto en economía social”. No… el que quiera organizarse en una cooperativa que se organice en una cooperativa, pero al que no quiere ser cooperativista hay que encontrarle las herramientas para que compita en el mercado, para lo que sea, en forma más digna y que tenga dignidad de trabajo… pero es otro camino. Yo quiero producir alimentos para darle de comer a los burgueses porque quiero que mis hijos coman dignamente. Al alimento masivo lo hace Vicentin, la economía popular tiene que hacer un alimento artesanal, con un valor de mercado mucho más alto, porque producir para nosotros es seguir en la economía de subsistencia. ¿Por qué no darle valor al alimento que produzco? Y con lo que gano, voy y le compro a mi hijo lo que quiero: le compro un yogurt, un Serenito, lo que sea. Lo que comen los hijos de todos los demás.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/273735-emilio-persico-los-gobiernos-no-nos-ven-pero-este-es-un-pres