Habrá que dividir el análisis entre considerar las ansiedades y evaluar posibilidades concretas que tanto incluyen como exceden a los nombres.
Hasta que se completen los casilleros a un lado y otro entre el miércoles 12 y el sábado 22 de este mes, en el mundo politizado todo resulta absorbido por (lo que resta de) la ronda de las candidaturas, con el solo agregado de agotadoras encuestas públicas y reservadas.
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La mayoría de lo que se llama “la gente del común” está bien lejos de quedar atrapada por el rosqueo de las listas.
En todo caso, el núcleo de quienes apoyan sin dubitar la experiencia kirchnerista depositaba su interés prioritario en lo que decidiera Cristina y, relativamente cerca, cuál sería la fórmula en la provincia de Buenos Aires.
Resuelto asimismo lo segundo con la fórmula Kicillof-Magario, a menos que se revocara esa determinación mediante una sorpresa mayúscula, el paso a seguir respecto de Sergio Massa ya no sólo es cansador sino secundario.
En Cambiemos el asunto es electoralmente más complicado porque nadie tiene allí la seguridad absoluta de que el candidato deba ser Macri, según lo confirmaron en público algunas de sus principales figuras al señalar que el Presidente es una persona “realista”.
Más aún, nadie en la alianza oficial, quizá con la única excepción de Marcos Peña, desea que el hombre vaya por su reelección; pero, casi todos, reconocen que el remedio sería peor que la enfermedad.
Redundando acerca de Heidi cual única tabla eventual de salvación, ¿cómo harían a esta altura para que esa movida –vuelta a menear en las últimas horas– no fuera la imagen del fracaso o decepción que Jaime Durán Barba admitió en la entrevista concedida al diario O’Globo?
También para reiterar, ¿con quién la reemplazarían en un territorio bonaerense cuyo decisivo conurbano tienen perdido, a hoy, siendo la gobernadora el naipe exclusivo para recortar la derrota (eso, además, bajo hipótesis de que ella quisiera, cuando en verdad no quiere saber nada)?
Algunas gentes del oficialismo dicen que subir a Heidi continuaría tratándose de un gambito necesario, si de acá a veinte días se asumiera que no hay forma de que Macri repeche la cuesta.
Saben poco o nada de ajedrez.
El gambito es sacrificar una pieza al comienzo de la partida para obtener ventajas posteriores. Un trebejo de poco valor, casi siempre un peón.
Hay múltiples derivaciones de esa jugada pero, a efectos de contemplarla desde las circunstancias del macrismo, ni la contienda está empezando ni –aunque así fuere– Vidal es un peón.
Si Macri y su equipazo pretendían elevarse sobre sí mismos y sujetar la continuidad del proyecto con mayores garantías, pareciera que debieron acordarse bastante antes de tejer política y resignar aspiraciones personales. Es tan contrafáctico como difícil de desmentir.
Pero, por otra parte, que es la básica, ¿acaso haber previsto una sucesión diferente hubiera significado que el desastre económico habría sido visto y sufrido de otra forma?
Esa pregunta conduce a la centralidad temática, que es en cuál palo se sitúa cada quien frente a un modelo de país que no deja lugar a medias tintas en torno de mantenerlo o intentar una alternativa real.
Se puede discutir, en lo estrictamente electivo, cuáles nombres implican qué negociación de cara a conseguir mayor cantidad de votos, por razones de carisma, propaganda de campaña y abroche de territorio.
Lo que no tiene sentido es dejar de encuadrar esos aspectos en si se va para acá o para allá. Y es ahí donde mucha o enorme porción de la ansiedad politológica, por conocer las candidaturas definitivas, carece de sustento.
Circula una gran cantidad de vaguedades opinativas, porque apenas se repara en la raíz de las polémicas puede verse que se trató de premisas falsas.
En el caso de Cambiemos, fuese que la cabeza sea Macri o que intenten una quimera de última instancia, ¿qué variaría sobre el rumbo estructural de lo que representa el modelo vigente?
¿Cuándo el peronismo federal fue otra cosa que un rejuntado mediático de macristas culposos?
¿Cuándo Schiaretti fue imaginable más allá de los límites de su provincia, si él mismo se dedicó a advertir que como mucho podía ofrecerse en papel de componedor y si lo ratificó a voz en cuello la misma noche de su inmensa victoria distrital?
¿Cuándo fue que, salvo por las instalaciones mediáticas de la prensa oficialista, pudo creerse en las posibilidades de Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey?
Si Roberto Lavagna creyera verdaderamente en la sustitución del estándar neoliberal por otro de signo productivista, ¿qué hace diciendo que Macri y Cristina son lo mismo sin otra perspectiva que el consuelo de participar, para darle el gustito a un ego sin anclaje geográfico ni potencia seductora?
¿Y de qué duda Sergio Massa? ¿De que anímicamente le sale caro volver sobre sus pasos de crítica operativa al kirchnerismo, o de que efectivamente debe sumarse al armado de la única variante capaz de vencer a Macri?
Una frase no desmentida del tigrense, que está en línea con lo manifestado y dicho por él en la convención de lo que sobrevivió de su partido, es que no piensa ser responsable de contribuir a que Macri permanezca.
¿Tanta duda, entonces?
Si Cristina se bajó, bien que para subirse de otro modo, ¿quién con qué derecho respaldado en cuántos votos tiene el piné para andar con chiquitajes?
Hay más preguntas, de especulación electoralista pura.
¿No es muy jugado haber apostado a Kicillof para encabezar la fórmula bonaerense, en tanto no enamora precisamente a los aparatos PJ del conurbano, o es todo lo contrario porque mide más que ninguno y su honestidad personal es a toda prueba además de ser un cuadro ideológico?
¿Pagaría mejor que Cambiemos cuele a un radical en el dúo presidenciable, o que se juegue a alguien del riñón para ganar o morir con sus zapatos?
En la lista de diputados de Unidad Ciudadana o como vaya a llamarse en lo formal a Fernández y Fernández, ¿conviene introducir a Máximo en primer lugar, o reservarlo y hacerle un guiño a franjas medias con alguien de imagen menos atacable por el arsenal fachenzo?
Ni esos ni otros interrogantes, por cierto que atrayentes para los divertimentos de laboratorio y constitutivos de la actividad política, altera lo sustantivo.
El peronismo K y no K cerró su propuesta, la derecha expresada como tal en el macrismo sólo debe consagrar la suya en cuanto a los nombres finales y la ficción de Alternativa Federal terminó como debía.
Limpiada la paja que tantos llamaban y todavía denominan incertidumbre, nada podría suceder que no fuese lo que nodalmente estaba previsto.
En un rincón, la fórmula de la unidad opositora.
En el otro, la probable potencia de que el dólar seguiría quieto, la economía parada pero con la inflación reduciéndose y el miedo de los indecisos a que pudiera volverse a cuando estaban mejor, para intentar la prosecución macrista.
El partido se juega ahí.
Lo demás es fulbito.