La prensa que respaldó al gobierno de Mauricio Macri, los analistas y periodistas que prepararon el terreno como parte del lawfare y aplaudieron el proceso de endeudamiento, ahora ven como fractura y debilidad en el Frente de Todos, a los debates o voces que intervienen en la búsqueda de soluciones para estos temas que crearon ellos. Se trata de un acto de militancia ideológica que pone de manifiesto que para el macrismo, pluralismo es debilidad y la uniformidad les representa el orden democrático. Justamente los presos políticos del macrismo son la expresión más clara de esa esencia autoritaria que tuvo el gobierno de la alianza entre el PRO, los radicales y el grupo que acaudilla Elisa Carrió.
En realidad, la diversidad y el pluralismo constituyen un rasgo de fortaleza y no de debilidad. Es lo que en parte permitió que la democracia superara como sistema a otros intentos de organización de las sociedades porque la democracia es capaz de contener todas las posiciones en un esquema donde cada quien tiene un lugar. Los esquemas rígidos y uniformes como el que planteó Cambiemos durante la gestión de Mauricio Macri terminan por resquebrajarse.
En la interna de la alianza derechista siempre primó una sola voz. El sector que se imponía, callaba a las demás. La gran víctima de ese funcionamiento fue el radicalismo, que fue un socio callado y al mismo tiempo complaciente. La inversión en equipos y tecnología de vigilancia y represión, el show de terror permanente de la ex ministra Patricia Bullrich y el despliegue agresivo de las fuerzas de seguridad fue otra expresión de la esencia autoritaria, al igual que la manipulación de la información y de fiscales y jueces.
Como Cambiemos, el Frente de Todos es una fuerza heterogénea. Los dos caminos son: respetar esa cualidad o aplanarla por la imposición del más fuerte como hizo Cambiemos en su interna.
En un programa de radio, Alberto Fernández señaló que la muerte de chicos wichis en Salta por tomar agua contaminada “debe avergonzarnos a todos”. Es lo que se espera del presidente elegido por el Frente de Todos. Podría haber dicho, “la pobreza existió desde siempre” o “están agrandando un problema endémico” o “es un problema del gobernador” o cualquier otra excusa. Pero el hambre fue asumido en la campaña como un problema material y también moral para los que no sufren ese flagelo.
La existencia de los presos políticos del macrismo genera también vergüenza. Es una reacción moral que pone al oficialismo en un lugar de superioridad moral sobre el macrismo, igual que en el tema del hambre. Uno –el macrismo-Cambiemos– promovió la persecución mediático-judicial de los que piensan diferente. El otro reacciona con vergüenza y busca una solución con justicia.
Ese debate fortaleció al oficialismo porque lo puso en ese lugar de superioridad moral. Y además lo fortaleció porque no hubo ruptura. Los medios que respaldaron al gobierno anterior, hablan de “fracturas” en el Frente de Todos (siempre con el kirchnerismo por un lado y los demás por el otro). Pero las encuestas demuestran que si en este momento se votara, Alberto Fernández ganaría por 20 puntos de diferencia sobre Mauricio Macri. Doce puntos más de diferencia sobre los ocho que sacó en las elecciones pasadas. No se ven “fracturas”, sino que, por el contrario, ha incorporado mucha gente que antes no lo votó.
Hubo intervenciones de oportunistas de izquierda y derecha a los que los presos políticos del macrismo les interesan un pepino y trataron de aprovechar ese debate para esmerilar al gobierno. Pero la mayor cantidad de voces que intervienen, lo hacen con los atributos del lugar que ocupa cada quien.
El presidente intervino para explicar desde la responsabilidad que ocupa cuál es su pensamiento y sus limitaciones para interferir en las decisiones del Poder Judicial. Los mismos presos se hicieron escuchar, algunos a través de declaraciones en los medios y otros a través de sus abogados defensores.
En la base de esa pirámide de responsabilidades, el ciudadano de a pie, se expresó en parte como acción solidaria, en parte con vergüenza y en parte en defensa propia. Eugenio Zaffaroni lo aclaró: “Hasta cuándo estaremos sueltos nosotros”, planteó en un artículo que publicó la Agencia Paco Urondo. “No se trata únicamente del dolor de los presos que no debieran estarlo, que en modo alguno paso por alto, sino de la amenaza institucional que pesa sobre los que hoy estamos sueltos”.
Con esa pregunta Zaffaroni habló en representación del ciudadano común y subrayó que, como ex juez, confía en la sensibilidad y el conocimiento del presidente Alberto Fernández. Hubo intervenciones con lógico desconocimiento legal o desde fuera de la política, algunas con ingenuidad y otras como fuertes demandas. Hay sensibilidad, pero también hay inquietud cuando hay presos en forma arbitraria por su pensamiento político. Si lo hacen con ellos, mañana lo pueden hacer conmigo. Es inevitable la inquietud que produce y el consecuente debate.
Con la deuda se produce un fenómeno similar en los medios que respaldaron al macrismo. Inmediatamente detectan “fracturas”. Vislumbran una posición “amistosa” y otra “confrontativa”. Por supuesto, la posición “amistosa” con el Fondo Monetario, sería la del presidente y la “confrontativa”, la de la vicepresidenta. Entonces el presidente tiene que salir a aclarar.
Para el macrismo, calificar de “amistosa” a la posición presidencial es una valoración muy positiva, porque durante los cuatro años que gobernaron, el único punto de vista “razonable” o “justo” fue el del acreedor. Todos los argentinos tenían que “enamorarse” de la presidenta del Fondo Monetario, según Mauricio Macri.
El gobierno macrista armó la trampa de la deuda, muchos de sus simpatizantes se favorecieron y fugaron sus ganancias. Eran el gobierno de los argentinos, pero en la negociación, ellos asumían el lugar y los argumentos de los prestamistas en contraposición del lugar, los argumentos y los intereses del pueblo argentino. No conciben otra forma de encarar una negociación con los prestamistas que asumiendo como propios sus puntos de vista. Confrontar, pugnar o disputar con los prestamistas les parece un rasgo de populismo. Y la reina del populismo ya se sabe quién es.
Cuando Cristina Kirchner dijo que el Fondo había transgredido sus estatutos con el préstamo a la Argentina, el vocero del FMI, Gerry Rice salió a rechazar la acusación. La vicepresidenta había sugerido que esa transgresión que efectivamente se realizó para financiar la campaña electoral de Macri con la subsecuente fuga de dólares, habilitaba para que Argentina aplicara una quita a la suma adeudada, lo que también está vedado en los estatutos del organismo financiero.
Sin hablar de quita, Alberto Fernández aclaró no solamente que pensaba lo mismo, sino que se lo había planteado a los directivos del Fondo. La negociación no es una rendición como hizo Cambiemos con los fondos buitre, a los que les pagó más de lo que le habían pedido al gobierno kirchnerista.
Cuando gobernó la alianza entre el PRO, los radicales y la gente que sigue a Carrió, la economía estuvo manejada por empleados de los organismos financieros, fondos de inversión, calificadoras de riesgo y demás. Al sentido común que instalaban las corporaciones de medios y sus periodistas, esa situación tan bizarra les parecía de gran nivel.
Ahora podrá haber un debate sobre la negociación porque habrá negociación y no capitulación ante los acreedores. La corporación mediática está atenta para detectar tintes extremistas en la negociación. Y serán denunciados por el sentido común de las corporaciones mediáticas los que sean demasiado efusivos al defender los intereses propios.
Porque, según esa manera de ver, los prestamistas siempre son más sensatos y más razonables. Y el que pidió prestado se tiene que jorobar porque son las reglas de juego. Quieren la chancha y los veinte chanchitos porque los que pidieron prestado fueron los del gobierno anterior con el respaldo de esos medios. Y los que se tienen que jorobar son los demás, la inmensa mayoría, el país.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/247658-el-sueno-mediatico-de-la-interna-alberto-contra-cristina