Desde perspectivas polares, políticos, estrategas e intelectuales de Occidente, tanto en los países centrales como en los periféricos, coinciden en que la magnitud de la actual crisis económica-financiera a escala mundial, detonada y agravada por la expansión del Covid-19, es aún más grave que el quiebre financiero de 1929-1930. Coinciden además, en que al final de la pandemia se esperan cambios profundos. El mayor interrogante es hacia dónde se orientarán tales cambios considerando que, a su vez, la actual crisis se conjuga con las amenazas del calentamiento global y la crisis del agua, que en palabras del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, son aún más graves y amenazantes que la pandemia.
La expansión del Covid-19 dio el golpe final a la hegemonía del neoliberalismo y de la globalización neoliberal en los países centrales y periféricos de Occidente, cuyo fracaso se venía anunciando con características propias, en Francia, en Inglaterra, en Italia o en Estados Unidos; y también en Colombia, Perú, Ecuador, Chile o Argentina. El crecimiento exponencial de la concentración y polarización de la riqueza, con su contracara de un incremento también exponencial de la pobreza e indigencia, el desempleo, la precarización laboral, la caída de los salarios reales y el deterioro de los sistemas de salud pública, que se fueron agudizando en las últimas décadas, crearon las condiciones para que la pandemia actuara como un inesperado y contundente detonador.
Los datos de distintos organismos internacionales dan cuenta de la magnitud de la crisis a nivel mundial. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD indicaba en 2019 que el 80% de la población mundial -unos 6.500 millones de personas- sólo contaba con el 4.5% de la riqueza; y de ellos 4.500 millones se encontraba bajo condiciones de pobreza o indigencia. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que puede producirse un rápido incremento de la destrucción de empleo y superar largamente los 250 millones de desocupados, afectando con dureza a más de 2.000 millones de trabajadores del sector informal, sin cobertura de seguridad social.
Argentina y la devastación neoliberal
Dolorosamente, Argentina es un ejemplo más de la devastación producida por las políticas neoliberales impuestas desde la dictadura militar, que en parte pudieron ser revertidas por los gobiernos de principios del siglo XXI, pero se agudizaron nuevamente durante la presidencia de Mauricio Macri. En grandes rasgos, entre 1974 y 2020, la pobreza creció desde el 6% a más del 40% de la población; del 90% de los trabajadores en blanco y con derechos sociales, se pasó al 48%, el resto está precarizado, en negro o desocupado; el desempleo creció desde el 3% al 12% y si se agregan los inactivos supera el 20%. Situación social que se combina con el saqueo de las empresas públicas y los recursos estratégicos, que fueron privatizados a precio vil, junto a la destrucción del sistema nacional de ferrocarriles y de la flota mercante y fluvial. También se destruyó el sistema de educación pública, el más importante del continente, que había dado tres Premios Nobel en Ciencias y dos Premios Nobel de la Paz.
A lo largo de esos años, Argentina pagó más de 530.000 millones de dólares en concepto de deuda; perdió unos 420.000 millones de dólares en renta petrolera; y abonó cerca de 200.000 millones de dólares en fletes, a causa de la destrucción de la flota mercante. A lo cual se agrega un nuevo endeudamiento irracional, que pasó del 52.6% del PBI en 2016 al 91.7% en 2019; y en su mayor parte fue destinado a la especulación financiera y la fuga de capitales. En estas adversas condiciones en lo económico y lo social, Argentina enfrenta la pandemia y una grave crisis mundial, potenciada a su vez al conjugarse con la crisis ambiental: un escenario nacional e internacional ante el cual las más diversas perspectivas coinciden en que al final de la pandemia habrá cambios de gran profundidad.
El antecedente de las alternativas ante la crisis de 1929/1930
Es pertinente recordar que, ante la magnitud de la crisis que afectó al mundo en esa tercera década del siglo XX, se plantearon dos opciones polares. Por una parte, el presidente de Estados Unidos Franklin Roosevelt, aconsejado por el joven economista John Maynard Keynes, impulsó el New Deal. Una política de participación del Estado en la economía, como motor del crecimiento y garantía de bienestar de la población, con control del sector financiero y otras áreas estratégicas, combinado con una redistribución de la riqueza y de derechos laborales, que significaron un aumento de los salarios reales y otros beneficios. A lo cual se sumó una disminución de la jornada de trabajo del 45%: desde las 72 horas semanales de fines del siglo XIX y principios del XX, a las 40 horas que finalmente se impondrían en la posguerra. La otra opción, promovida por el Canciller alemán Adolf Hitler, fue la superación de la crisis y el desempleo mediante un impulso decisivo a la industria de guerra, junto a la persecución y el genocidio de la población considerada indeseable. Una política que llevó al estallido de la II Guerra Mundial.
Al finalizar la contienda y en el marco de un esquema internacional de poder liderado respectivamente por Estados Unidos y la Unión Soviética, ante las amenazas del avance del comunismo y como respuesta a las movilizaciones y protestas en el campo occidental, en los países centrales y en parte de América Latina se impusieron, con características propias, los Estados de Bienestar y los modelos económicos keynesianos. Fueron “los treinta años de oro” entre 1945 y comienzos de la década de 1970: los de más alto y sostenido crecimiento económico y equidad social de la historia. Tal vez la consigna más noble de esos tiempos en Argentina fue “los únicos privilegiados son los niños”; ahora casi el 60% de nuestros niños y adolescentes, están en condiciones de pobreza e indigencia.
Las propuestas polares como respuesta a la crisis en los países centrales de Occidente
Henry Kissinger, el más lúcido y siniestro estratega del poder estadounidense, considera que “el mundo nunca será el mismo después del coronavirus” y propone estrategias para salvar al “mundo libre” ante el peligro que “se incendie” y que la “agitación política y económica que ha desatado la pandemia podría durar por generaciones”. Con la misma orientación, Steve Bannon, ex jefe de estrategias de la Casa Blanca en la administración de Donald Trump, se ha dado la tarea de unir fuerzas entre movimientos políticos europeos de derecha y extrema derecha, con el fin de fortalecerse en conjunto para garantizar la orientación de los cambios. Cuenta para este objetivo con la experiencia en manipulación de conciencias a través de su empresa Cambridge Analytica, que utiliza una masa de datos personales obtenidos a partir de las redes informáticas, combinados con guerras informativas, difamaciones y falsas denuncias de corrupción, a fin de “construir modelos para explotar lo que sabemos de ellos y apuntar a sus demonios internos”.
Entre otros, podrían ser convocados por Bannon dirigentes como Viktor Orbán de Hungría, Jörg Meuthen y Alexander Gauland de Alternativa para Alemania, Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, Marine Le Pen del Frente Nacional de Francia, Geert Wilders del Partido Popular por la Libertad y la Democracia de Holanda, Santiago Abascal del partido Vox de España y Norbert Hofer del austríaco Partido de la Libertad. Con estas perspectivas, los grupos de poder norteamericanos y sus aliados internacionales, se muestran dispuestos a disciplinar y subordinar esa probable agitación política y económica generada por las demandas de justicia de las grandes mayorías del mundo.
En contraste, políticos e intelectuales de Estados Unidos y Canadá, como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Noam Chomsky y Naomi Klein, junto a políticos e intelectuales europeos, entre quienes destaca el economista griego Yanis Varoufakis, lanzarán la convocatoria de consolidación de un movimiento progresista internacional y la propuesta de debatir el Green New Deal, como alternativa global hacia la salida de la crisis internacional. Convocan a sus pares de América Latina, África y la India, a integrarse a la construcción y ampliación de este movimiento global, participando del debate y enriqueciéndolo a partir de las diversas síntesis de los contextos locales y regionales. En grandes rasgos, plantean que, en la actual coyuntura, a la profundidad de la crisis económico-social, agravada por la pandemia del Covid-19, se suma la necesidad de concebir respuestas integrales, capaces de superar los graves problemas económico-financieros y sociales que afrontan los países del área occidental y, al mismo tiempo, revertir los procesos que potencian el calentamiento global y destruyen la biodiversidad, poniendo en riesgo la vida misma en el planeta.
El rol del Estado y el Green New Deal pos-pandemia
América Latina y Argentina tienen raíces culturales ancestrales que portan esos valores y ya desde las primeras etapas de la Independencia, a inicios del siglo XIX, se formularon en nuestro continente las ideas más avanzadas en la reivindicación del carácter integralmente humano de todos los seres humanos: Alexander Petión en Haití, Hidalgo y Morelos en México; Bolívar y Simón Rodríguez en la Gran Colombia; San Martín, Belgrano y Artigas en el Río de la Plata, fueron los primeros en el mundo en plantear la construcción de democracias integrales, con eliminación de la esclavitud y la servidumbre indígena y el reconocimiento como ciudadanos plenos, de esas castas consideradas inferiores de indígenas, mestizos, negros y mulatos, que fueran las bases principales de los ejércitos libertadores.
A pesar de las derrotas y del acoso de los centros imperiales, esas ideas, que incluyen un mandato de respeto y relaciones armónicas con la naturaleza, sumadas a las enseñanzas de los triunfos y fracasos de las experiencias de reivindicación social y autonomía nacional en el transcurso de nuestra historia, constituyen un patrimonio que debe estar presente en la elaboración de las nuevas alternativas. Son valores esenciales para concebir el futuro, más allá de las distancias tecnológicas entre los barcos a vela y la inteligencia artificial o los sistemas 5G.
Ante estos desafíos, en Argentina es preciso plantear un amplio y profundo debate para la definición de un proyecto nacional de democracia integral, que contemple respuestas capaces de revertir las duras consecuencias de la devastación neoliberal y los factores que alimentan el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad.
En grandes líneas y sin pretender agotar la complejidad y amplitud del debate, un punto esencial es el nuevo papel del Estado en el bienestar social y en la economía, en las finanzas y en el control de áreas estratégicas, otorgando prioridad a las orientaciones políticas basadas en valores solidarios; en la participación y las acciones colectivas; en el bien común y las organizaciones libres del pueblo; en contraste con las ideas del individualismo egoísta, el lucro como valor supremo y las obsesiones privatistas. El equilibrio fiscal no se logra solamente por un ajuste de los gastos, sino por un incremento de los ingresos legítimos del sector público.
Entre otros aspectos, consideramos necesario debatir algunos puntos básicos:
– Consolidar el sistema de salud pública, recuperar la calidad del sistema público de educación y fortalecer el sistema científico-técnico. Además de la jerarquización y calificación docente en las áreas primaria y secundaria, ante el despliegue de la Revolución Científico-Técnica, que impone al conocimiento como el recurso estratégico por excelencia, la educación de calidad para el conjunto de la población es una de sus fuentes esenciales, que no puede dejarse en manos del mercado en ninguno de sus niveles. La promoción del sistema científico-técnico adquiere carácter prioritario; y los montos destinados a estos campos no deben considerarse gastos sino inversiones estratégicas.
– Control estatal de las finanzas: es el único camino para revertir la impunidad con que se han comportado los bancos y los grupos financieros en las últimas décadas. El libre juego de las leyes del mercado promovido por el neoliberalismo, ha llevado a descomunales saqueos a través de endeudamientos fraudulentos e irracionales; especulación financiera; fuga de capitales; limitación de créditos para el desarrollo industrial y de servicios o el consumo; obtención de ganancias extraordinarias y sistemáticas; todo ello en perjuicio del conjunto de la economía y la población. En este campo se incluye el pedido del Papa Francisco a los países ricos, respaldados por organismos financieros, de condonación de las abultadas deudas externas de los países periféricos.
– Control del comercio exterior ante la sistemática evasión a través de meras declaraciones juradas, que sin una evaluación de su veracidad, han permitido verdaderas estafas al fisco, con montos que puede rondar entre 10.000 y 15.000 millones de dólares anuales, en concepto del contrabando de mineras, petroleras y agro-negocios. Además de la creación de un organismo similar al IAPI, es preciso nacionalizar los puertos principales y la Hidrovía, cuyas concesiones están finalizando en estos años.
– Defensa del agua. El calentamiento global, con patrones de temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos, está afectando el retroceso de glaciares y cascos polares, poniendo en peligro estos suministros en el futuro. A su vez, la deforestación masiva afecta el régimen de lluvias, mientras los modelos extractivistas –cultivos transgénicos, mega-minería y extracción de hidrocarburos con la técnica del fracking– generan procesos de contaminación de las aguas o de utilización masiva de recursos hídricos en detrimento de la salud y el ambiente, que agravan el problema y obligan a plantear alternativas para este tipo de producciones.
El informe de Naciones Unidas “Desarrollo de los recursos hídricos en el mundo” estima que hacia 2050, sobre una población total de 9.000 millones, 7.000 millones de personas padecerán de escasez de agua por efectos del cambio climático; lo cual amenaza la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia. Las tendencias indican que en esos años, la demanda de agua será superior en un 60% de la actual, mientras el 85 % de las fuentes hídricas se encuentran en zonas donde habita el 12% de la población del mundo. Argentina, con sus vastos recursos hídricos, se encontraría en el ojo de la tormenta: los glaciares y cuencas de ríos patagónicos; el sistema de grandes lagos, de lagunas y esteros; la cuenca del Río de la Plata; junto a las reservas subterráneas de acuíferos como el Puelche o el Guaraní, configuran un claro objetivo en la estrategia de las potencias y las corporaciones interesadas en disponer de este recurso.
– Reconversión energética y reorientación de producciones contaminantes. El Informe Especial sobre Calentamiento Global, publicado en Octubre de 2018 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas-IPCC, advierte que el mundo experimentará graves problemas, si las emisiones de gases de efecto invernadero y los procesos de deforestación no se revierten en las próximas décadas. Esta amenaza impone la necesidad de abordar una reconversión energética en gran escala, con el cambio hacia energías renovables –solar, eólica, hidráulicas y otras– que incluyen el parque automotor, los edificios y viviendas, parte de las industrias y otras áreas.
– Desarrollo de industrias públicas en el sector ferroviario y naviero. La reconstrucción de los ferrocarriles se impone como un objetivo estratégico de primer nivel: además de revertir la distorsión que supone tener más del 90% del transporte de mercancías y personas por automotores, se trata de una industria multiplicadora, capaz de crear cientos de miles de puestos de trabajo en la industria central, en las proveedoras, en el servicio ferroviario, en la recuperación de los pueblos fantasma y en la dinamización de las economías regionales. Es preciso formular estudios rigurosos y evaluar las experiencias internacionales, en especial las europeas y la china con su Ruta de la Seda, para impulsar una industria pública de avanzada. En la misma orientación, la producción naviera civil y militar, es otro polo multiplicador para la reconstrucción de las flotas nacionales: más del 90% de nuestras exportaciones se transportan en buques extranjeros; y se calcula que la pérdida en fletes ronda los cinco mil millones de dólares anuales.
– Reducción de la jornada laboral y recalificación de trabajadores en áreas de avanzada con salarios dignos. Las tecnologías de avanzada no reemplazan personas, sino tiempo de trabajo humano; y una disminución en gran escala de la jornada laboral puede reducir a la mitad el drama actual del desempleo, junto a la creación de nuevos puestos a partir de los polos de las industrias multiplicadoras: una de las claves del éxito de los “Treinta años de Oro”, fue la reducción de la jornada en un 45%: de 72 a 40 horas semanales. Política que debe conjugarse con la promoción y el incremento de la calidad productiva de las economías populares: tal vez nuestra principal ventaja frente a otros países, sea la existencia de una amplia red de organizaciones sociales de base, con valores de solidaridad, cooperación y reciprocidad, que nuclean a millones de trabajadores precarizados o desocupados en formas creativas de subsistencia y producción popular.
Noam Chomsky advierte que la estrategia de los grupos de poder ante la crisis, agravada por la pandemia del coronavirus: “Nos podría llevar a Estados altamente autoritarios y represivos, que expandan el manual neoliberal incluso más que ahora. La clase capitalista no cede. Piden más financiación para los combustibles fósiles, destruyen las regulaciones que ofrecen algo de protección. Eso depende de la gente joven. Depende de cómo la población mundial reaccione.”
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/264095-el-green-new-deal-para-la-pos-pandemia