Alejandra Muller, directora del Hospital de Helvecia
“Nos tienen miedo”
Alejandra Muller es médica y dirige el Hospital de Helvecia, una localidad con menos de 8 mil habitantes ubicada 90 kilómetros al norte de Santa Fe capital, donde la semana pasada se reportaron cinco casos sospechosos de coronavirus. Alejandra fue uno de ellos. Y hace siete días está aislada en su casa de Campo del Medio, separada de su familia, en un cuarto. Desde que decidió hacerse el hisopado y encerrarse preventivamente. El resultado fue positivo, aunque sus síntomas “eran más leves que un resfrío” cuenta en la entrevista telefónica con PáginaI12.
“Vivimos en una zona rural. Campo del Medio queda entre Cayasta y Helvecia, a seis kilómetros de cada una”, detalla. Por su práctica médica en el Hospital SAMCO, ni bien detectó síntomas se puso en aislamiento. Al darle positivo también su familia entró en aislamiento, su esposo Pablo y sus hijos de 13, 10 y 5 años.
— ¿Cómo es su situación cotidiana, en la convivencia familiar?
— Estoy en cuarentena desde que empecé a sospechar que podía tener el virus. Y es totalmente distinto al aislamiento social. Porque en el aislamiento social, uno de toda la familia puede salir, a hacer los mandados, conseguir la mercadería. Pero ahora mi esposo y mis hijos también están en cuarentena porque quizá ellos pueden ser portadores, así que está bastante difícil la convivencia, no entre nosotros, sino con la sociedad, porque nos tienen miedo.
— ¿De qué manera se manifiesta ese miedo? ¿Son hostiles?
— Se persigue a nuestros amigos por temor a que hayan estado conmigo, porque la que dio positivo soy yo. Se los censura o no los dejan trabajar por el hecho de conocerme. No están enfermos, están bien. Uno de mis hijos tuvo tos, decidimos hisoparlo y dio negativo. Así que yo sigo en aislamiento. Estoy de un lado, y ellos del otro lado, de la puerta de la habitación.
— ¿Cómo es la rutina referida a los cuidados cotidianos?
— Es bastante complejo. Ventilo a la mañana. Tengo mis elementos de higiene. Rocío lavandina con agua en las paredes. Las cortinas las rocío con alcohol. Los pisos los limpio todas las mañanas con lavandina. Es difícil. Mi ropa la embolso. Se lavan junto con las sábanas, todos los días, con agua caliente y detergente habitual. Después con una solución con lavandina. Las colgamos al sol. Y todos los utensilios los lavamos con lavandina.
— ¿Cómo se relaciona con su familia?
— A mis hijos los veo por la ventana. Me muestran sus tareas. Y gracias a Dios tengo un espacio amplio y yo me puedo manejar sola. No quiero imaginar lo que debe ser vivir en un departamento y tener un paciente positivo para Covid, porque debe ser redifícil el aislamiento. Yo tengo espacios verdes, los chicos pueden correr y no molestan a nadie porque los vecinos están lejos.
— ¿Cómo cree que lo contrajo la enfermedad? Se dice que fue por contacto con un niño que habría sido el paciente uno en Helvecia…
— El foco epidemiológico se sospecha que viene de ahí. Yo no puedo asegurarlo porque las medidas de bioseguridad estuvieron siempre que entré en contacto con él. El virus evidentemente estaba circulando porque no encontramos nexo epidemiológico del primer caso positivo. Y ese caso no entró en contacto con extranjeros ni viajó a zonas con riesgo. Es un paciente común, vive en el pueblo. Por eso sostengo que el virus nos entró por la puerta trasera.
— ¿Cuál cree que pueda haber sido esa puerta?
— A la zona vienen muchos turistas, sobre todo de Europa, practican caza y pesca. Evidentemente, el virus entró antes de que empecemos a buscarlo. Por eso el aislamiento es fundamental, para controlarlo. Porque yo estoy bien y hoy si me descompenso tengo una cama en un hospital o una clínica. Pero si nos enfermamos todos juntos sería un desastre. Imagínate tener que hacer selección de los pacientes a tratar porque no damos abasto…
— ¿Ya había organizado al hospital para tratar la emergencia?
— Hace dos semanas. Separamos un sector con hules transparentes. Preparamos medicamentos, camas, insumos. Lo que teníamos, porque no había stock. Por primera vez teníamos dinero y no el material. Y con mi positivo tuvieron que abrir el lugar como estaba, todo el personal se tuvo que proteger. Vinieron del Ministerio de Salud de Santa Fe a ayudarnos. El personal más grande tiene experiencia en epidemias, hay que escucharlos. Las ideas surgieron de ellos.
— ¿Qué antecedentes se conocen?
— Al momento solo el nene. Yo, por ejemplo, no hice fiebre. Llegué a 37,5, tuve ardor en el pecho y una faringitis, si no hubiera estado atenta ni prestaba atención porque todos los años en esta época hacemos estos cuadros. Y cada uno que llegó del exterior se guardó en cuarentena, y ninguno tuvo síntomas.
— ¿Cree entonces que en la zona ya circula el virus?
— Por lo que vemos, creo que contacto con el virus vamos a tener todos. Hoy me tocó a mí. Pudo ser en mi trabajo, en el cajero, por un billete, no lo vamos a saber. Por eso da miedo, no se sabe a qué nos enfrentamos, y sólo se cuentan los muertos. Entiendo que da temor. Pero hay que respetar las medidas. Mañana seremos un número más y nos estaremos riendo de esto, yo confío.
***
Nelson Martínez, el caso 13
“Estoy totalmente encerrado”
Nelson Martinez es encargado de un edificio en Recoleta. De viaje por Italia, con su novia, contrajo el virus. Hoy está aislado en su casa, luego de una semana en el Hospital Muñiz. Claudia, su novia, también dio positivo y guarda aislamiento en su casa luego de diez días en una clínica privada. Mientras Nelson, un lector empedernido, se dedica a mantener activo el blog con el que su caso se hizo conocido: CoronavirusCaso13enArgentina.com
“Salimos el 11 febrero y volvimos el 5 de marzo –cuenta Nelson a PáginaI12--, y allá, cuando nos dimos cuenta, ya se había expandido, el gobierno había suspendido las clases y daban por televisión y por radio las normas: mantener distancia, no tocarse la cara con las manos, usar alcohol en gel. Pero la gente no hacía caso, estaban en los bares toda la noche, juntos, fumando, apretados.”
— ¿Qué recorrido que hicieron en el viaje?
— El norte de Italia y Eslovenia, porque mi abuela era eslovena. Fui a su pueblo en tren. Al bajar de la estación camino 300 metros y le digo a Claudia: ‘Apenas doblamos esta la casa de la abuela, lo vi en Google’. Así fue. Hermoso, un sueño cumplido.
— ¿Cómo actuaron cuando llegaron a Ezeiza?
— Llegue asintomático y todavía no había normativa de aislamiento. Sin síntomas uno podía seguir su vida normal, pero preferimos aislarnos de la familia. El jueves descansamos. El viernes hicimos lo básico, bancos, esas cosas. Pero tratando con toda la gente desde lejos: ‘Recién llegue de Italia’, les decía. Y gracias a Dios ¡nadie se contagió! Estamos contentos por eso.
— ¿Cuándo comenzó a sentir síntomas?
— El viernes a la noche, tuve un poco de fiebre, dolor de cabeza, un poco de tos. Me levanté con mas tos, subió la fiebre y me dolían los dientes. Llame al SAME y me dicen: ‘Abrimos un protocolo para tu caso, con tu obra social’. Me llevaron al Muñiz y quede internado. Pensaba que estaba en buenas manos y los dejaba hacer. Tuve el alta institucional a la semana. No fue traumático.
— ¿Cómo fue el proceso de protección en el hospital y en su casa?
— Aislados cien por ciento. Cada vez que alguien se acercaba se ponía ropa descartable. Ahora en casa, totalmente encerrado. Comida me trajeron cantidad, mi hijo y su mamá, ellos abrieron y cerraron las puertas del consorcio para que no toque nada, por los vecinos. Ahora los vecinos me mandan cosas. En el patio me dejan medialunas. Y los cuidados de siempre, con más higiene. La ropa que traje, a lavarla enseguida. Y todos los días me llaman del Gobierno de la Ciudad para monitorear, por si necesito algo, un psicólogo. Yo estoy bien, no me angustia estar acá.
— ¿Qué rutina sigue en su casa?
— Me levanto, hago el cuarto, me cambio, no ando en piyama. Tengo tiempo para leer, para hablar por teléfono, hablo con amigos, con mi novia, limpio la casa, limpio sobre lo limpio, cocino. Retapicé unas sillas. Trato de estar despierto de día y dormir de noche, no ir de la cama al living, no perder los horarios de vida normal.
— ¿Cómo sigue su novia el proceso de la enfermedad?
— Sigue con tos, dicen que es normal. Ella vive conmigo pero como estamos en distintas etapas de la enfermedad nos dijeron que estuviéramos separados. Con el mismo sistema, si necesita algo llama y alguien le lleva, lo deja en el ascensor, porque vive en un séptimo piso y ella lo saca de ahí. Cero contacto. Para cuidarnos y cuidar a los otros, en la medida que todos nos cuidemos esto va a pasar. Es responsabilidad de todos.
— ¿Por qué decidió contar en un blog su experiencia?
— Lo empecé a escribir cuando quede internado. Soy muy lector, soy loco de los libros, antes de terminar uno ya me compré otro, y me encanta regalar libros. Estando internado me dicen: ‘Hacé un blog’. Como yo no manejo redes sociales, me hicieron el blog donde escribo lo que me pasa, así nació. Y de golpe tenia visitas y mas visitas.
— ¿Cómo toma las indicaciones ahora que ya se siente mejor?
— Con seriedad y responsabilidad. ¡No es que no pasa nada! Yo la saqué barata porque no tengo otras enfermedades. Soy sano, no fumo, no bebo, tengo un peso acorde a mi altura. Y pienso que Dios está al lado mío. Eso ayuda. Ser positivo. Yo tengo fe y dije, bueno, estoy en las mejores manos, tengo resto para tolerar la enfermedad, así que voy a salir de esta. Siempre veo el vaso medio lleno, si no te haces mal a vos mismo.
— ¿Esto ha transformado su manera de ver el mundo?
— Me ha enriquecido. La gente del Muñiz es un ejemplo. Todo el personal, desde el que limpia hasta el director, tienen mi mayor agradecimiento, por el amor que tienen para dar. Si no lo vivís, no te das cuenta. Y agradezco las medidas, demasiado hizo el Gobierno al ver que esto tomaba otro matiz. Nadie sabe cómo manejar esto, no podemos pretender que sigan un manual, no hay manual. Esto es nuevo. El mundo va a cambiar, pero las crisis traen prosperidad y podemos tratar de cambiar nuestra mentalidad.
— ¿Cuál fue el último libro que leyó?
–– Notre Dame, de Ken Follet. Y Pedro Paramo, de Juan Rulfo. Pero prefiero el realismo mágico de García Márquez. Cien años de soledad lo leí ocho veces. O El amor en los tiempos del cólera. Nunca voy a ver esa película porque prefiero que mi cabeza vuele con un libro ¡Eso no tiene comparación!
***
Marcelo Toledo, artista conceptual
“Nunca pensé que el mundo se iba a parar”
Marcelo Toledo es un artista argentino consagrado a nivel mundial, desde que pasó de la joyería al arte conceptual. Tiene una galería en San Telmo donde recibe a galeristas internacionales y realiza demostraciones de propuestas que se replican por el mundo. Hace veinte días, a poco de volver a de Nueva York, se autoaisló preventivamente. Poco después daba positivo para Covid-19.
“El mundo se detuvo, no se puede creer, pero está ocurriendo”, se asombra en la entrevista con PáginaI12. Toledo, quien trabaja con determinación por visibilizar la violencia de género, vive con su pareja en un departamento con terraza. “Con muchas plantas y una gran pecera”, cuenta. Y revaloriza las sensaciones desde que volvió a su casa después de la internación. Detalles como “regar las plantas o tirarme el agua en los pies” hoy lo deslumbran. La vida cambió, dice. “Es lo que nos toca vivir, no hay opciones, pero hay distintas maneras de afrontarlo”, reflexiona.
— ¿Cómo se vive el proceso de la enfermedad?
— Es fuerte de por sí, y ni te digo si estás dentro del círculo de la enfermedad. Hasta que no te pasa, mirás la tele y ves pura psicosis y estadísticas. Pero cuando dicen ‘hoy se confirmaron 33 nuevos casos’ y sabes que uno de esos casos, sos vos, todo cambia. Es un virus sin corona éste, porque a cualquiera le puede tocar, no es por clase social, estatus, profesión. Si un mensaje deja, es que les puede pasar a todos, y hay que cuidarse para poder salir.
— ¿Cuál cree que es el aspecto más complicado de la enfermedad?
— Lo que va a causar en lo económico, porque es mundial. Si te morís, no importa si quedaste pobre o rico. Pero lo económico va a ser determinante. Y además, lo exponencial del contagio. Uno no sabe la cantidad de gente que puede contagiar, cuando ya lo tiene.
— ¿Cómo fue su caso, se dio cuenta rápidamente de lo que le pasaba?
— No. Llegue de NY el lunes 9, fui a trabajar y a entrenar. Estaba mal y lo atribuí a las pocas horas de sueño y al cambio de clima. Ese día atendí a dos galeristas del extranjero. Llegó un carpintero a traerme un mueble. Estaban mi mamá y mis asistentes. Usé tarjetas de crédito, di la mano cuando los despedí. Es un derrotero que uno no piensa. Me sentía mal y pensé que era gripe.
— ¿Cuándo comenzó a percibir los síntomas como propios de Covid?
— Me molestaba el roce de la ropa en el cuerpo, de las sábanas. Me dolía el cuerpo y me autoaislé. Por los picos de temperatura llamé para activar el protocolo, estaba asustado. Llegaron del SAME y cuando los vi, era como de ciencia ficción, con barbijos, antiparras, cofias. Me dijeron: ‘Hola, Marcelo, no te preocupes, estate tranquilo, no pasa nada’. Me dieron guantes y no podía ponérmelos de los nervios.
— ¿Cómo se entera que tiene Covid?
— Estaba en la Clínica del Sol esperando los análisis y no se sabía todavía. Podía ser influenza, dengue, vieron algo en los pulmones. Fue la primera internación de mi vida y la primera vez que un medicamento me quemaba en las venas. Cuando me dicen ‘dio positivo para coronavirus’, ya estaba bien, pero fue un impacto tremendo.
— ¿Qué fue lo primero que pensó en ese momento?
— En mi madre, porque había estado en contacto con ella. Ella estaba con mi padre y cuando supo de mí, me contó: no tenía olfato y tenía dos líneas de fiebre, después empezó mi papá, se le fue el olfato. Desde el Ministerio de Salud de la Ciudad hicieron el seguimiento de toda la gente con la que había tenido contacto.
— ¿Cómo cree que sucedió el contagio, pudo reconstruirlo?
— Todos pudieron haber sido contagiados por mí, o pudieron haberme contagiado ellos a mí. Por eso es tan importante quedarse en casa. Mis padres viven en Escobar, yo tengo seis hermanos, somos típica familia italiana, nos juntamos todo el tiempo. Eso da una gran preocupación y por eso es que decido aislarme, al primer momento.
— ¿Cómo transita los cuidados de la enfermedad en su casa?
— Tengo un departamento grande y corrí los sillones a 4 metros. Con mi pareja dormimos en cuartos separados. No compartimos nada. Yo cocino y cada uno se sirve su parte. Extremamos las medidas de limpieza, desinfectamos dos o tres veces por día la mesa, la cocina. Hacía 25 años que no planchaba, ahora ¡me encuentro planchando! Y me baño, me perfumo, me afeito, busco estar bien.
— ¿Qué reflexiones le genera esta situación?
— Soy un privilegiado, puedo estar regando las plantas y me gusta sentir el agua mojarme los pies y sacar los yuyos de las macetas pero hay familias que son cinco personas en un monoambiente. ¿Cómo hacés para estar a distancia? En estas circunstancias, está bueno tener una mirada amorosa respecto del otro, que seguramente necesita algo. Hay amigos que necesitan ayuda. Los amigos no están solo para el asado y el vino. Yo cuento con mis amigos también.
— ¿Cuál cree que será la marca de este tiempo?
— Un renacer, en mi vida pensé que el mundo se iba a parar. Y el mundo está parado. Creo que tiene que ser un llamado de atención para valorar los afectos, y tratar de darle una dimensión social a lo que hacemos. Esto es una bisagra. Pienso de qué manera plasmarlo en una obra. Los artistas somos un catalizador, creamos a partir de un hecho que nos moviliza, y uno ve una obra y se sensibiliza. Porque hay una conexión con alguna fibra íntima que toca con otra.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/256046-como-viven-los-infectados-por-coronavirus-el-aislamiento-tot