Al final Zulema Yoma y Carlos Menem no se casan nada. La noticia había ocupado los principales titulares, aún en medio de la urgencia pandémica se había instalado en tema placa: recién recuperado de una neumonía que lo tuvo internado, y con 90 años recién cumplidos, el expresidente contraería terceras nupcias con su primera esposa, de 77. Pero no fue. “No hay nada, una cosa así la anuncio yo. Y no me voy a casar cuando no hay servicio de peluquería”, le bajó el tono ella. En el medio versiones describen una “pelea infernal” en la gran casa de Belgrano R. donde vive Menem y que Yoma frecuenta. Lo cierto es que, si algo conserva la relación, dentro y fuera del poder, es un modo que los medios han calificado como “torrentoso“: un río que no deja de bramar.
El mediático abogado Mauricio D’Alessandro fue quien tiró la primicia del casorio y es quien hoy se lamenta tras su cancelación: “¡Me pasó por metido!”, dice a Página/12. “El turno en el registro civil lo pidió alguien cercano a la pareja. Ellos tenían que llevar una serie de papeles, que al final no llevaron. Cuando yo lo anuncié, se empezaron a generar problemas: que quién lo había pedido, que quién lo había contado. Tras una semana de idas y vueltas, Zulema salió a desmentirlo. Ella dice que no quiere que digan que lo hacía por plata”. Dadas las circunstancias legales, sin embargo, lo único que estaría en juego es la pensión vitalicia por los cargos que ocupó Menem.
Gabriela Cerruti repasa en su libro El jefe una relación que siempre fluctuó entre amores y odios en forma de estallidos, sentimientos inestables pero profundos. Con el climax en el supra novelesco episodio en que ella fue echada de la Quinta de Olivos por orden de él –con despliegue de fuerzas militares y policiales incluido–, pero con escenas a la altura repetidas desde los tiempos de la gobernación de La Rioja: empujones y desplantes en actos públicos (invariablemente obviados por las crónicas de la prensa provincial), escandaletes varios en reuniones sociales, temporadas cambiando domicilios, reivindicados revoleos de jarrones, relaciones extra matrimoniales formales y de las otras (en público, siempre de él, por supuesto), hijos no reconocidos, suicidios de un par de esas parejas. Todo en medio de las internas familiares de los clanes Menem – Yoma, que también llegaron a pregnar la vida política argentina y las causas judiciales que dejó el menemismo.
Lo que hoy se etiqueta como “relación tóxica” se describe en la crónica en pasajes como este: “Carlitos puso una pistola en la sien de su padre advirtiéndole que iba a matarlo si volvía a pegarle a su madre. Pero las peleas campales, las bromas límite y los juegos de riesgo fueron una constante: los Menem podrían haber cenado jugando a la ruleta rusa, y nadie se habría sorprendido. Zulema solía mostrarle a las visitas las marcas de humedad en la pared provocadas por los jarrones que arrojaba por la cabeza a su marido (…) Los chicos crecieron en medio de ese clima de violencia entre el padre y la madre, soportando sus desventajas y gozando de su réditos. Zulema los utilizaba para extorsionar a su marido en medio de las peleas, y él, a veces, prefería dejar de verlos porque aseguraba que ‘ella les hace un lavado de cerebro diario’. Los chicos se criaron en la cultura musulmana, respetando al padre más por su capacidad política que por su persona pero convencidos de que la jefa del hogar era la madre“.
“Zulema y Carlos” se casaron por poder en 1964, ella desde Siria, él ya regresado de ese viaje que describió en programas de Bernardo Neustadt y Susana Giménez de esos que quedaron como fotos tan de los 90: “La conocí en Damasco, y me la comí ahí“. Los Yoma, recordaron con naturalidad muchos años y operaciones después Zulema y Zulemita en un programa de Mirtha Legrand, no iban a permitir que el joven no cumpliera con lo pactado por las familias al regresar a la Argentina, y se aseguraron legalmente. Con la misma naturalidad, Zulema Yoma haría un balance en esa mesa televisiva, asegurando no haber vivido “un solo día feliz” junto a su ex marido, a excepción de aquellos en que nacieron sus hijos, para después concluir: “para mí, la familia es sagrada“.
El fin de la relación fue a la altura de la relación: Antes de partir a una prolongada gira que lo terminaría depositando en el partido inaugural del seleccionado argentino en el Mundial de Italia, Menem había dejado firmado un decreto que especificaba que sólo el mismo Presidente decidía qué personas podrían entrar o permanecer en la residencia. “El personal militar y de la Policía Federal ocupó el parque (de la Quinta de Olivos). (Andrés) Antonietti ingresó con dos hombres portando gas paralizante para el caso de que hubiera resistencia. La orden de Menem era terminante: ‘Sacála planchada si hace falta. Pero que no haya ni un empujón‘”, cuenta El jefe. Es curioso: El brigadier Antonietti, por entonces jefe de la Casa Militar, permaneció en el poder, tejiendo hilos del área de Seguridad, durante casi una década, incluyendo episodios como el del alzamiento carapintada. Pero será siempre recordado como el que echó a Zulema Yoma de la Quinta de Olivos.
Lo que siguió después se multiplicó en los canales de la Argentina y el mundo: Zulema denunciando ante un enjambre de micrófonos, en la puerta de Olivos, que el Presidente “echó a su familia de su casa como a perros”. “Vieja, andate rápido que hay una ambulancia estacionada. Me parece que te quieren internar en un loquero”, recogen las crónicas que le había dicho ese 12 de junio de 1990 su hijo Carlos Jr. La amenaza de internación, cuenta Cerruti en su libro, aparecía cada tanto en las batallas matrimoniales, motorizada sobre todo por un odiado cuñado (aunque no tanto como su esposa Susana), Eduardo Menem. Yoma pidió el divorcio en 1991 por “injurias graves e infidelidad”; cuatro años después lo obtuvo por “mutuo consentimiento”.
Leídas desde hoy, las crónicas de la época hacen ruido en su absoluta falta de perspectiva de género. Pero también reconstruyen postales menemistas, un clima de época que todo lo impregnaba. Van pasando las “mujeres que tuvo Menem”: Ana María Luján, su primer amor, y que siguió siempre a su lado (secretaria de Cultura cuando fue gobernador, asesora con despacho en la Casa Rosada cuando llegó a presidente). Los celebrados “affaires”: Yuyito Gonzalez, tan ligada en el imaginario popular a la Ferarri (“mía, mía, mía”). La vedette Thelma Stefani, que lo esperaba siempre en un departamento de Mar del Plata en el que se suicidó arrojándose desde el balcón. Martha Meza, con quien tuvo un hijo que con los años y batalla legal mediante fue reconocido, una mujer que también se suicidó.
Siguió la muerte de Carlitos Jr., en 1995 al caerse el helicóptero que piloteaba junto al corredor Silvio Oltra. Zulema Yoma todavía sigue diciendo que fue un atentado que su ex esposo ayudó a encubrir, y la causa sigue reabierta. Siguió el casamiento con la ex Miss Universo y conductora televisiva chilena Cecilia Bolocco, en 2001, el divorcio en 2007, un nuevo hijo, Máximo, que se sacó el apellido Menem. Yoma sigue hablando pestes de su ex pero reivindicando “la familia”, cuenta que lo visita y que mantienen una relación “cordial”. En el entorno aseguran que aún no está dicha la última palabra sobre la segunda vuelta en el registro civil. ¿Continuará?
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/280970-carlos-menem-zulema-yoma-y-el-casamiento-que-no-fue