Es el presidente que más entrevistas dio, en todo tipo de medios, al punto que lograr la “exclusiva con Alberto” pasó a ser un oxímoron periodístico. Pero también el que decide cambiar sobre la marcha un anuncio y pasarlo para el día siguiente, grabado y sin preguntas de periodistas. El mediador, el que imparte justicia, el que despliega su saber hacer de profesor y de abogado, el que “baja” el discurso científico para argumentar. El que sienta a cada lado en los anuncios a otros dos gobernantes, uno de ellos de la oposición, en escenográfico consenso. El que elige cargar sobre sus únicas espaldas, sin ninguna figura fuerte que destaque en la comunicación en su gabinete, los anuncios y explicaciones de todo tipo. Para colmo, junto al “silencio estruendoso” de “Ella”, la gran apuntada por los medios hegemónicos. ¿Qué modos discursivos asume el presidente Alberto Fernández, más allá y más acá de la pandemia? ¿Y en qué medida esos modos transmiten una forma de hacer política? PáginaI12 conversó con especialistas en la materia, para definir ese ethos Alberto que está marcando la gestión en estos pocos meses de gobierno.
Piloto de tormentas
María Eugenia Contursi, doctora en Lingüística y directora de un proyecto UBACyT de investigación sobre discurso político, apunta la idea del enunciador como “piloto de tormentas”: “Ya lo conocemos, lo hemos visto en casos como el de Menem o Kirchner: un líder que viene a solucionar, a ‘tomar el toro por las astas’, en una situación muy difícil”, compara.
Son tres las figuras que Contursi observa construidas en el discurso del Presidente. “El líder comprometido, de reacción rápida, enérgico, decidido, que observa las necesidades de todos, es racional y sensato. Se exhibe como teniendo el poder para salvar nuestras vidas y para decidir soluciones ecuánimememente”, describe quien también está a cargo de la materia Teoría y Práctica de la Comunicación II en esa carrera de la UBA. La segunda figura es la de “un juez o un padre responsable. Aquí lo que muestra es su benevolencia al cuidar e impartir justicia. Nos dice qué es lo que tenemos que hacer, nos obliga a determinadas acciones y nos prohíbe otras, pero porque nos está cuidando. Hay una frase recurrente: “Podría hacerme el distraído”. Pero opta por no hacerlo, opta por hacerse cargo”. Y está también la figura del profesor experto: La clase magistral, las filminas, el pizarrón, el marcador… “Aparece un despliegue de discurso científico del que él mismo se va apropiando. Y como ya todos sabemos que es profesor, juega con esa representación previa”.
Si todo discurso político necesita de un enemigo para constituirse, para plantar polémica, el enemigo acá no es otra fuerza política, ni siquiera el neoliberalismo (aunque se pueda decir que es el que ha generado la pandemia), sino el virus mismo, la enfermedad, explica Contursi. Y la cuarentena aparece como un gran y flamante terreno de disputa. “Lo que en el discurso de Alberto es la solución para resguardar la vida, para una parte de la población empieza a ser sinónimo de muerte, porque no se puede asegurar la supervivencia económica. Esa puja por el sentido tiene que ver también con la hegemonía de su propio gobierno. Lo que está cuidando es la legitimidad de su representatividad en esta figura de líder, padre y juez”, define Contursi.
Durante el discurso grabado del viernes, Fernández apuntó al que parece ser el gran triunfo discursivo del ala dura de la derecha hegemónica y sus medios: haber logrado trasladar la ecuación “pandemia = a muerte”, a la más delirante pero efectiva “cuarentena = a muerte”. “Quiero hacer esta reflexión con ustedes, para que entiendan que Alberto Fernández nunca se enamoró de la cuarentena“, dijo, recurriendo a la tercera persona maradoniana. “La cuarentena es un remedio para la pandemia, el único que conocemos. Estamos enamorados de la vida, y por eso la cuidamos tanto”, refutó el eslogan opositor instalado, pasando al plural inclusivo.
Vas a entrar en mi pasado
“En el gobierno de Alberto Fernández hay una significativa preocupación por la dimensión comunciacional, y una apuesta importante por apagar ciertas memorias semiológicas, ciertos modos de decir y estilos que estaban muy vinculados a la fuerza política del peronismo y el kirchnerismo“, observa Paula Onofrio, licenciada en Ciencias de la Comunciación, investigadora y especialista en diseño de campañas. “De hecho, cuando contestó a la ‘angustia’ en Olivos, o cuando tuvo el cruce con la periodista de Telefe, inmediatamente se lo asoció a Cristina Fernández”, recuerda.
¿Habrá tenido que ver ese análisis con el cambio de estrategia en el anuncio, que finalmente fue grabado? “Supongo que quisieron evitar que algo se vaya de control. De todos modos este discurso fue diferente a otros, donde trataba de evitar la polémica, no situaba a sus adversarios. Aquí hubo ciertos pasajes polémicos, la última frase fue sumamente ilustrativa: ‘nos decían que éramos la oveja descarriada… que no nos confundan’. Enfatizado por ‘tenemos que estar más unidos que nunca”. Claramente estaba dirigido a la oposición, y a los medios. No sólo los estaba definiendo como adversarios, los volvió adversarios del conjunto de los argentinos.
Se trata, entonces, de alejar lo que construyeron las críticas al kirchnerismo, aunque hay otras zonas que Onofrio identifica como “idénticas” a las construcciones del macrismo (aunque aclarando que no son de su pertenencia exclusiva, si se observan las campañas en el mundo). Las puestas de escena de los viajes que llegó a hacer a las provincias, por ejemplo, dan cuenta de ello: “No hay dispositivos de distinción, no hay escenarios, ni atriles, como tenían Néstor y Cristina Kirchner. Comparte el mismo espacio con el público y en línea con otros gobernantes, están al aire libre, con fondos verdes, no hay símbolos partidarios, más allá de alguna bandera argentina. Todo eso rememora a las puestas del macrismo. Pero a diferencia de Macri, es Fernández y no su equipo quien asume la comunicación”, describe.
El “ethos de autoridad”, las estrategias desplegadas a partir de la pandemia para mostrarse competente, capaz y haciendo frente a la adversidad, también son observados por Onofrio, junto a la “escenografía profesoral” que ya ha merecido cantidad de memes, o la matriz explicativa de sus anuncios, con los gráficos, el despliegue de información, las referencias a expertos.
¿Toda esta forma comunicacional tiene que ver con una forma de hacer política? Onofrio responde que sí, y más específicamente con la cuestión de la gobernalidad, que viene desde que Cristina Fernández anunció su candidatura. “Alberto es el garante de la conciliación política. Con el tiempo veremos si este contexto de excepción es un paréntesis o es la forma de comunciación suya, creo que las dos cosas”, observa la especialista.
En “tiempos de normalidad”, también encuentra puntos de comparación con Néstor Kirchner: “Por ejemplo, todo un discurso refundacional, ‘poner a la Argentina de pie’, es una expresión similar a la que usaba Kirchner: ‘sacar a los argentinos del infierno’. Fernández se muestra como un tipo común, al que le gusta la música, tiene contacto directo en Twitter, o cuando va al Congreso manejando su auto, todo eso recuerda muchísimo a los primeros años de Kirchner, su contacto con la gente, sus mocasines. Lo mismo en cuanto a la relación con los periodistas, si bien tenía una relación tirante, Kirchner dialogaba muchísimo y no era tan polémico”.
Son unos miserables
Para Roberto Marafioti, semiólogo y decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Moreno, esta vocación de “unidad nacional” que aparece con el inicio de la cuarentena y los anuncios compartidos, llega a un punto de quiebre con un anuncio político: “Cuando decide que por 60 días no va a haber despidos, junto a una serie de medidas de asistencia del Estado, la respuesta de Techint y Rocca es más de 1700 despidos. A partir de ahí se abre progresivamente un escenario de enfrentamiento: “Son unos miserables”, les dice. Y empieza a aparecer un ruido que continúa con otros temas: si decir es hacer, ese hacer finalmente no se cumple. Porque el consenso que busca encarnar, no es compartido”. La reforma de la justicia, el impuesto a los muy ricos, la expropiación de Vicentín, entrarían en esa lista.
“Esa escena de los tres gobernantes, que ya está quedando fija en la pandemia, con el presidente hablándole a “Horacio” y a “Axel”, como diciendo “acá somos lo mismo”, comienza a mostrarse problemática. Porque no son lo mismo. Porque cuando sale, Rodríguez Larreta dice y hace otras cosas, y parece más preocupado por los runners que por los muertos en las villas. Esa unidad que quiere plantear el Presidente, está un poco mal pegada”, analiza Marafioti.
“El problema es que su discurso se enfrenta, además, al de la derecha y su instalación mediática: los médicos cubanos y el comunismo, la liberación de los presos, las expropiaciones masivas, el virus no existe, el efecto rebaño, el virus es Cristina, Cristina es el cáncer… Y toda una serie de encadenamientos disparatados pero que funcionan: vamos a ser Venezuela. No se pueden contra argumentar, porque no tienen lógica. Pero son efectivos“, observa.
“Alberto monopoliza el discurso. Aparece la viceministra de Salud todos los días informando, pero el que da las conferencias y el que se conecta con todos los medios es él. Tiene una actitud muy pedagógica, y hasta el primer momento, cuando les dice: ‘Muchachos, van a tener que ganar un poco menos’, era un discurso muy paternalista”, analiza Marafioti. “Lo sigue siendo, pero empieza a advertir que el nivel de confrontación es muy alto. Tiene claro que lo que se viene es un discurso del odio muy enrarecido, donde no hay posibilidad de un intercambio discursivo lógico, frente a una batería de disparates”.
Si “Alberto carga en la mochila todo”, la decisión comunicacional tiene que ver con fortalecer su figura. “Tiene que hacerlo porque los medios permanentemente hablan de él y del silencio de “Ella”. Ella no está, pero está. También tiene que lidiar con esto. Tiene que compartir con un poder silencioso de alguien que decide callarse, pero ese silencio es estruendoso. Y cuando habla, lo hace a través de videos que compiten con el Patio de las Palmeras”. Marafioti ubica también un riesgo: “Creo que el Presidente tendría que abrir un poco más los voceros. Sobre todo teniendo en cuenta que a futuro va a haber un efecto muy doloroso de esta gran crisis, y sería bueno que él no sea el único responsable”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/275215-alberto-fernandez-que-hay-detras-del-armado-del-discurso-del