Al filo del abismo

Al filo del abismo

La guerra en Ucrania puso al mundo al borde de una crisis de extinción que depende de la escalada del conflicto entre las principales potencias nucleares. Y se produjo cuando comenzaba a descomponerse el mundo post guerra fría sin que se terminara de establecer un nuevo orden multipolar. Gran parte de los respaldos o críticas con fuerte contenido ideológico queda sin sentido en esta nueva realidad al igual que el alineamiento por bloques que no terminan de conformarse. Argentina está inserta en un área de influencia de los Estados Unidos, que le exige un alineamiento incondicional al tiempo que promueve el ahogo financiero a través del FMI. Por el contrario, encontró en Rusia y China acuerdos para inversiones multimillonarias en infraestructura que le ayudarían a salir de la crisis.

No hay bloques ideológicos en disputa. Estados Unidos no respalda democracias que no se alinean con ellos. Y ha respaldado y promovido dictaduras para voltear gobiernos democráticos. El problema de Rusia es la seguridad de sus fronteras y la preservación de su área de influencia y no la “desnazificación” de Ucrania. En ese escenario, tras la caída de la URSS, Estados Unidos provocó la reacción rusa al avanzar con la OTAN sobre los países que rodean a Moscú. Rusia permitió ese avance porque no tenía fuerza para impedirlo pero era obvio que reaccionaría cuando fuera acorralada.

La crítica del macrismo porque la Argentina no asumió una posición pronorteamericana se basó en un argumento ideológico falso: Washington-democracia versus Moscú-autoritarismo. En ambos polos hay de las dos cosas. Y este falso desarrollo sostenido en las declaraciones del macrismo, sobre todo por los radicales macristas, se mezcla con las burradas que caracterizan a las redes.

Como la de Flavia Palmiero que mezcló la guerra en Ucrania con la vacuna Sputnik que salvó decenas de miles de vidas. Pero lo que ahora se muestra como bizarro con la Palmiero, fue afirmado en serio cuando empezaron a llegar esos medicamentos desde Rusia al mismo tiempo que Donald Trump los acumulaba en EE.UU. e impedía su distribución en el mundo.

Para el trotsquismo argentino, Vladimir Putin es un equivalente de Stalin y de allí deducen su posición. Y una parte de la izquierda –incluso un sector que apoya con muchas críticas al oficialismo– acusó al Gobierno de alinearse con Washington porque no respaldó la invasión rusa y porque el comunicado de la Cancillería pide a Rusia el “cese de las actividades bélicas”.

Esas posiciones están atravesadas por una especie de nostalgia ideológica por la vieja Unión Soviética, una reminiscencia que estaría encarnada en la figura de Putin. Pero el presidente de la Federación Rusa se encargó de tomar distancia del pasado soviético al responsabilizar a Lenin de haber concedido la independencia de Ucrania, que hasta ese momento había sido parte del imperio zarista.

Para criticar la declaración de Cancillería, algunos quisieron hacer una comparación con Lula. Pero el líder popular de Brasil –que está en pleno intento de cerrar una alianza con sus viejos adversarios del centro neoliberal para confrontar en las presidenciales con Jair Bolsonaro– fue mucho más crítico con Rusia.

No hay conflicto izquierda-derecha, capitalismo-socialismo o democracia-autoritarismo. Hay conflicto de intereses en el contexto de resquebrajamiento de una institucionalidad global anacrónica y el surgimiento de una nueva multipolaridad.

El nuevo gasoducto que llevará el gas ruso a través del Báltico y Alemania resolverá gran parte de la carencia energética de Europa, pero creará una relación de interdependencia con Rusia que vuelve anacrónica a la OTAN.

Estados Unidos ve con preocupación esos realineamientos y ha tratado de boicotear el Nord Stream 2, cuya aprobación fue frenada ahora por Alemania. En la monumental obra participaron cinco empresas europeas además de las rusas. Otras empresas que hubieran participado desistieron de hacerlo por las amenazas de represalias formuladas por Trump. El gasoducto está terminado y sólo resta esa aprobación de los alemanes.

Mientras Alemania congeló “por el momento” esta decisión, toda Europa está en vilo, porque Rusia provee el 40 por ciento del gas al continente. No hay reemplazo para ese volumen, ni de gas natural ni de GNL. Ni Qatar, ni Estados Unidos, ni Noruega ni Azerbaijan están en condiciones de reemplazar esa cantidad. Sin embargo, Rusia también tiene una fuerte dependencia económica de la exportación de su gas.

En ese contexto de interdependencia, la corporación rusa Gazprom tranquilizó a los europeos al anunciar que no suspenderá la provisión del fluido, a pesar de las represalias financieras que se están tomando contra dirigentes de ese país, de todos los ámbitos, incluyendo a la editora de Russia Today. Pero no han tocado a ninguno de Gazprom.

Mientras Estados Unidos y Gran Bretaña insisten con la OTAN, Alemania y Francia han puesto objeciones y circula entre otros países la necesidad de conformar una alianza europea más definida por los intereses europeos. La guerra en Ucrania pone en evidencia también la ineficacia de la ONU para resolver estos conflictos. Lula hizo hincapié en el Consejo de Seguridad donde la capacidad de decisión está sólo en las cinco potencias que la integran con derecho a veto y presencia permanente.

Aunque no está relacionado con la guerra, el préstamo insólito del FMI a la Argentina mostró claramente su objetivo de someter a los países asociados a la esfera de influencia norteamericana. Como institución global fue creado por los acuerdos de Bretton Woods supuestamente para asistir problemas del sector externo de los países asociados. Pero de hecho, la dinámica del FMI obedeció a la necesidad de Estados Unidos en la Guerra Fría de afianzar la hegemonía neoliberal en el sector del planeta que controlaba. El libremercado garantiza la hegemonía de las economías más fuertes y somete a las más débiles.

Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, la OTAN y el FMI representan una realidad que va quedando atrás mientras no termina de mostrarse la nueva configuración global. Han quedado obsoletos como instituciones globales. O desaparecen o se reformulan.

La forma como repercutirá en Argentina la guerra en Ucrania dependerá de su desarrollo. Si Rusia vuelca a China su producción agropecuaria, Argentina tendría que buscar los mercados que ellos estarían obligados a dejar. Y sin duda rebotará fuertemente la suba del precio del petróleo y el gas. Pero el conflicto recién empieza y a nadie le conviene que se prolongue. Rusia anunció que no ocupará Ucrania y que está dispuesta a parlamentar. El Papa, que expresó su preocupación por la guerra, podría convertirse en una vía de interlocución. Y también puede suceder lo peor: todos los involucrados tienen arsenales nucleares.

La posición del gobierno argentino fue criticada por izquierda y derecha. Pero ha sido muy cuidadosa. Argentina tiene para perder si se pelea con Washington, con el que tiene un futuro largo de negociación y puja permanente por la deuda. Pero eso es lo único que tiene para ofrecer la potencia del Norte.

En cambio Rusia y China han comprometido inversiones para la construcción de centrales de energía y otras grandes obras de infraestructura en caminos y ferrocarriles. La declaración de la Cancillería es muy cuidadosa, no habla de “invasión”, ni de “agresión”, como exige la derecha, pero plantea desescalar el conflicto y le pide a Rusia “el cese de las acciones bélicas”, lo que enoja a un sector de izquierda, aunque todos coincidan en que la guerra siempre es sinónimo de desgracia.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/404121-al-filo-del-abismo

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