La ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, dio un paso más en el sinceramiento de la concepción ideológica de Juntos por el Cambio. El expresidente Mauricio Macri había sentenciado sobre “la terrible inequidad entre aquel que puede ir a la escuela privada versus el que tiene que caer en la educación pública“. La exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal había buscado congraciarse con su auditorio empresario en el afán de criticar la expansión de la educación superior porque “a la universidad no llegan los pobres”. Acuña va más allá.
La ministra dispara contra la esencia de todo proceso de enseñanaza-aprendizaje: la autoestima y la confianza. Esta mujer estudió en Bariloche en la escuela cuya comisión directiva integraba el jerarca nazi Erich Priebke pasó luego por Universidad de Buenos Aires para recalar en la Fundación Sophia, el think tank de Horacio Rodríguez Larreta.
¿Por qué la autoestima? Como responsable del sistema educativo esta señora considera a los trabajadores que dependen de ella de “viejos”, “fracasados”, con “poco capital cultural”. Es difícil concentrar tantos agravios con tan buenos modales ¿Alguien puede creer que esa valoración no hace mella en quienes se paran a diario frente al aula o frente a la pantalla de su computadora para enlazar el vínculo del conocimiento? Soledad Acuña le habla a los padres de eses chiques, socava la valoración del maestro y alienta la desautorización de sus saberes. Le habla a la porción más radical de su electorado y atropella la viga maestra sobre la que se construyó, a pesar de tantas volteratas, la tan mentada República: la educación.
¿Por qué la confianza? La ministra retoma un arma que, en su momento, instrumentó su antecesor Esteban Bullrich: la delación. En 2012, el ahora senador activó un 0800 para que los padres denuncien supuestas actividades militantes kirchneristas en las escuelas porteñas. Ante la violación de los derechos de los niñes, la Justicia le ordenó desactivarla. Acuña invita ahora a los padres a “denunciar” a los docentes que “bajen línea”. En ese punto todos los prejuicios estallan: considera que el problema es el origen social de maestros y maestras, de clases bajas y tendencias izquierdistas. Un combo que como supone no poder desactivar en el corto plazo propone que la ayuden con las denuncias ¿Qué proceso de enseñanza-aprendizaje se puede construir sobre el paradigma de la vigilancia?
“Tanta pasión por la política le viene desde la cuna, admite. Su padre fue policía y bombero y militante muy activo de la Democracia Cristiana de Bariloche (…) ‘Mi papá iba a pegar carteles, militando por las plazas de Bariloche y lo acompañábamos. Teníamos los rollos de papel del candidato por toda la casa. Así que la política siempre estuvo en mi vida y me gustaba participar, debatir'”, se lee en una nota que le hizo hace tiempo Clarín. El problema puede ser mayor entonces cuando lo que evidencian los dichos de Acuña son sus prejuicios ideológicos y la imposibilidad de convivir en una sociedad pluralista.
No sólo la educación está en peligro.