Desde Londres. Boris Johnson está jugando a dos puntas. Desde que asumió a fines de julio el primer ministro británico asegura que su mayor deseo es llegar a un acuerdo “with our European friends”, pero que el 31 de octubre el Reino Unido saldrá de la UE “a vida o muerte, pase lo que pase” (“do or die, come what may”) La propuesta que hizo ante la conferencia anual del Partido Conservador el miércoles y que defendió en el parlamento el jueves, apunta a zanjar estas dos estrategias inconciliables con un pase de magia sobre el tema más espinoso: la frontera irlandesa.
La frontera sigue siendo la clave para destrabar o embarrar toda negociación. La República de Irlanda pertenece a la UE. Irlanda del Norte es parte del Reino Unido. La UE no quiere que la única frontera terrestre que tiene con el Reino Unido sea un colador por donde pasen post-Brexit productos de todo el mundo que violen la integridad del mercado común y la Unión Aduanera europeas. Pero además la frontera es única porque su invisibilidad fue una de las garantías de los acuerdos de paz de Irlanda del Norte en 1998 que pusieron fin a tres décadas de conflicto armado. Erigir puestos aduaneros y controles para el paso de mercancías y personas es una invitación a desestabilizar la provincia y encender la mecha de la lucha armada.
En la propuesta de separación de la UE negociada por la predecesora de Johnson, Theresa May, el dilema se resolvía con el llamado “backstop”. Este controvertido mecanismo proponía que en caso de que no se pudiera garantizar la invisibilidad fronteriza, el Reino Unido permanecería en la Unión Aduanera e Irlanda del Norte en el mercado único europeo. El tema se terminaría de resolver cuando ambos alcanzaran un tratado definitivo sobre la relación comercial post-Brexit, un proceso que podía llevar unos siete años como mínimo.
El parlamento rechazó tres veces los planes de May, algo que Boris Johnson subrayó el jueves en la Cámara de los Comunes. La entreverada propuesta del primer ministro es una mezcla de innovación tecnológica y chequeo físico. Según este plan, las declaraciones fronterizas de la mayoría de los productos se harán electrónicamente y las inspecciones visuales que se necesiten se realizarían en “lugares en el interior de Irlanda o de Irlanda del Norte”. Ambas partes deberán comprometerse a “jamás realizar inspecciones en la frontera misma”.
La propuesta es un reciclado de lo que se había desechado por inviable cuando May era primer ministro: no sorprende la fría recepción europea. Una de las fronteras más avanzadas a nivel tecnológico del mundo es la que tiene la UE con Noruega (que no pertenece al bloque) y, sin embargo, exige un trámite aduanero para unos 1300 camiones diarios con una espera promedio de 20 minutos para cada vehículo. En enero la directora general de Comercio de la UE, Sabine Weyand, fue contundente. “Estudiamos todos los pasos fronterizos de la tierra y todas las fronteras del bloque con países que no pertenecen a la UE. No hay manera de que se puede prescindir de una frontera física” Johnson, que fue canciller de May, no puede ignorar esta posición. El “do or die” del primer ministro juega con la fecha: cuanto más se acerque al 31 de octubre, mejor. La última oportunidad para convencer al bloque es la reunión del Consejo Europeo el 17 y 18 de octubre. Si el bloque rechaza su plan , el primer ministro podrá decir que el temido “hard Brexit” es culpa de la intransigencia europea. En el caso bastante improbable de que logre intimidar al bloque a aceptar una propuesta que requiere unanimidad europea y que es ferozmente resistida por varios miembros liderados por la República de Irlanda, Johnson conseguirá una estruendosa victoria política.
El gran obstáculo de esta estrategia a dos puntas es que en septiembre el parlamento votó que si no había acuerdo con la UE el primer ministro debía pedir una extensión hasta el 31 de enero de 2020. En repetidas ocasiones Johnson ha dicho que jamás haría eso. Si cumple su palabra estaría violando la ley y el gobierno de su majestad entraría en una nebulosa jurídico-política que incluiría la extraordinaria y extremadamente improbable posibilidad del arresto de su primer ministro.
Una alternativa sería su renuncia que abriría el camino para la formación de un gobierno alternativo que solicite la extensión y convoque a elecciones. ¿Estará todavía en la UE el Reino Unido el 1 de noviembre? En esta Caja de Pandora que es el Brexit, nadie puede asegurar la respuesta.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/223484-a-que-juega-boris-johnson