Marcelo Colombo, nacido en Buenos Aires en 1961, actual arzobispo de Mendoza y vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Argentina, fue obispo de La Rioja entre julio de 2013 y mayo de 2018, cuando fue designado en su actual responsabilidad. Entre 2009 y 2013 fue obispo de Orán. Como titular del obispado de La Rioja a Colombo, abogado de la UBA y doctor en Derecho Canónico por la Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum) de Roma, le correspondió llevar adelante la causa que culminó con el reconocimiento martirial y ahora la beatificación del obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires.
-¿Cómo presentar a Enrique Angelelli para quienes no lo conocieron?
-Enrique Angelelli fue un obispo que asumió plenamente su misión de buen pastor entre su gente, preocupado por anunciarles a Jesucristo y, a la vez, ayudarlos a salir adelante, a crecer en la conciencia de su dignidad, a animarlos a organizarse para afrontar solidariamente la dura vida de los pobres.
-¿Cuál es el sentido de la beatificación que Francisco hace ahora de Angelelli y sus compañeros? ¿No es tarde?
-La Iglesia, luego de estudiar en detalle la vida, el ministerio y la entrega martirial de Angelelli, así como de sus compañeros, con el aporte de testimonios fidedignos y en este caso concreto el contexto preciso las razones para la eliminación física de estos cristianos, los presenta como modelos de vida cristiana con una ejemplaridad digna de la imitación en el seguimiento creyente de Jesucristo. Normalmente estos procesos canónicos llevan algunos años. En el caso de monseñor Angelelli, se decidió esperar al pronunciamiento de la justicia penal acerca de los motivos de su muerte. Esto sí tardó mucho, producto de las leyes de obediencia debida y punto final, así como de los indultos. Derogadas esas leyes y anuladas esas medidas, luego de un límpido y eficaz proceso investigativo judicial, en julio de 2014 el Tribunal Federal de La Rioja sentenció que la muerte de monseñor Angelelli fue causada intencionalmente por un accidente provocado a tal fin.
-¿No es oportunista beatificarlo ahora?
-No puede tildarse de oportunista esta beatificación ya que es el fruto del camino de verdad que afrontó la Iglesia de La Rioja para dar a conocer la vida y el testimonio de sus mártires. En todo caso, siempre es oportuno, necesario, imprescindible, que la Iglesia le haga justicia a sus mártires por amor a Cristo y a los pobres.
-¿En vida Angelelli fue abandonado por sus hermanos obispos? Y después de su asesinato, ¿por qué los obispos y parte de la Iglesia demoraron tanto tiempo en reconocer su martirio?
-Fueron tiempos complicados donde el miedo y la incomprensión de la coyuntura les impidió a muchos darse cuenta no sólo del terrible momento histórico que se atravesaba sino de percibir cuánto sufría la Iglesia que había asumido a fondo la propuesta del Evangelio y los aportes del Concilio Vaticano II. Por lo mismo tardarían en aceptar descubrir la dimensión martirial de la muerte de monseñor Angelelli. Debió haber un muy fuerte “por algo será” eclesial para que esto sucediera. Como si comprometerse a fondo con los pobres y con el Reino de Dios no formara parte de la entrega pastoral de la Iglesia. Socialmente, hasta entonces, se aceptaban con naturalidad los golpes e interrupciones institucionales y no se veía la tragedia que esto conllevaba para un pueblo. Angelelli lo captó de entrada, llamó la atención de muchas maneras sobre lo que estaba pasando y no se lo escuchó. Sufrió varios martirios, no sólo el propio, el de sus compañeros los sacerdotes Carlos, Gabriel y de Wenceslao, los días inmediatos anteriores al 4 de agosto. Pero antes todavía vivió las detenciones y torturas de sacerdotes y laicos que colaboraban con su ministerio, las requisas y molestias grandes a las religiosas, el cierre de su misa radial y las calumnias de un grupo de poderosos locales con algún apoyo en ciertos sectores de Iglesia. Me gusta recordar el 4 de agosto de 1983 donde los obispos De Nevares, Novak, Hesayne y Mendiharat, en la Iglesia Catedral de Neuquén, pidieron el esclarecimiento de la muerte de Angelelli. Ellos tenían la convicción del martirio y sobre todo, la necesidad de poner de manifiesto la causa de la muerte y el esclarecimiento total del hecho. Como dijo algún pastor de entonces: “A Angelelli no sólo le robaron la vida, quisieron robarle también la muerte.”
-En lo personal ¿qué significó para usted ser quien finalmente llevó adelante hasta el final el proceso que culminó con la beatificación de Angelelli?
-Lo mío fue asumir con naturalidad y entusiasmo, como un legado sagrado, el camino de la verdad sobre la entrega de monseñor Angelelli a partir del esclarecimiento definitivo, por vía judicial, de la muerte provocada. El pueblo sencillo así siempre lo había sentido, los sacerdotes y religiosos que habían trabajado con él lo habían sostenido desde entonces. A la ejemplaridad de una vida pastoral generosa y comprometida con el Evangelio de Jesucristo, le había seguido esta ejecución por parte de los verdugos de la Seguridad Nacional. Era importante destacar en adelante, que la entrega martirial de monseñor Angelelli había sido por su fe, por su ministerio pastoral, por ser un buen obispo, sencillo y fiel a su misión. Sin otras connotaciones que quisieron colgarle los interesados en ensuciar su figura. En este proceso, trabajé duro con mis colaboradores, para servir en esta perspectiva de mostrar a Enrique Angelelli, el verdadero.
-¿Qué enseñanza deja hoy la beatificación de Angelelli, obispo, y compañeros mártires, religiosos y laico, a los obispos argentinos y los fieles católicos del país? ¿Qué se aprende? ¿Qué compromiso demanda?
-Que el Evangelio es cosa seria. Que se lo asume y se lo vive, o cada día es morir un poco, traicionando a Dios y traicionándose uno mismo. Vivir, amar, servir…. Estos son los verbos que Enrique Angelelli conjugó en primera persona y ayudó a vivir en un nosotros eclesial que fue la Iglesia riojana de esos años con un plan pastoral sencillo y concreto, surgido de una reflexión comunitaria. Lo que llamamos una Iglesia sinodal. Todo eso vale para nuestro propio hoy, para la Iglesia argentina en este tiempo.
-¿Qué respuestas, qué actitud, qué iniciativas se pueden esperar de los obispos católicos argentinos frente a la situación que viven hoy los pobres en la Argentina?
-La Iglesia argentina tiene un fuerte compromiso con los pobres. Cáritas, los distintos sectores de la pastoral, pienso, por ejemplo, en la lucha contra las adicciones o la trata, o las distintas acciones vinculadas a la pastoral de la vida, a favor de los migrantes, la pastoral de la calle, la atención de los encarcelados y sus familias, la pastoral de la salud, no sólo en el aspecto religioso sino también en su dimensión social. Todo esto constituye una respuesta concreta a las urgencias del Evangelio. Y ahí estamos, obispos, sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral. Yo vuelvo lleno de entusiasmo de nuestras reuniones plenarias de Episcopado cuando veo el buen clima fraterno, las ganas de trabajar por la gente, el sentido profundamente religioso de nuestra entrega pastoral. Porque lo nuestro no es el discurso técnico, el lugar de los especialistas, la silla complaciente de los invitados de lujo. Para nosotros sólo cabe el lugar del buen samaritano, del Cireneo, del buen pastor que va a buscar la oveja perdida y se alegra cuando la encuentra.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/190033-angelelli-ayudo-a-los-pobres-a-organizarse