Se congregarán cientos de miles o acaso más argentinos en San Cayetano. En la muchedumbre habrá muchos pluriempleados que no juntan plata suficiente para llegar a fin de mes. Acumulan sueldos bajos, se desloman demasiado tiempo. En varios conchabos o en todos padecen incumplimiento de leyes vigentes. Es un nuevo rostro de la fragmentada clase trabajadora.
La economía real combina un proyecto exportador que puede crecer o hasta “estallar” en los años venideros con un desempleo estructural inferior a dos dígitos y bajos salarios. Puede que sea la herencia dejada por el “otro” equipo económico del presidente Alberto Fernández. Talón de Aquiles incluido, por cierto.
El primer discurso del ministro de Economía Sergio Massa no atendió casi nada a esas contradicciones y deudas sociales.
Colocó en primer lugar a la urgencia financiera como era inexorable. Una corrida imparable, una devaluación descontrolada decidida por un puñado de poderosos se pueden llevar puesto a un gobierno. Los plazos de dicha emergencia se miden en semanas, a lo sumo en un par de meses. Recuperar poder político, reorganizar el elenco gubernamental, tomar el timón son prioridades.
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Dólares-maná y silencios sugestivos: El ministro anunció acuerdos con exportadores de diferentes ramas de la producción que allegarían miles de millones de dólares para curar o paliar la hemorragia financiera, la contradicción principal. Los encuentros se celebraron, se supo guardar el secreto. El orador mencionó cifras estimativas, la plata no entró a caja. Solo se dan por seguros 300 millones de dólares que aporta la actividad pesquera. Se desconoce la implementación fina de los incentivos.
En esta columna se repasarán silencios sugestivos o elocuentes, va el primero: los interlocutores corporativos de Massa callaron, al menos hasta el cierre de esta nota. En situaciones anteriores, comparables, pusieron el grito en el cielo. Que no fuimos consultados, que no cuenten con nosotros, que el pie en el cuello, que los 166 impuestos… Grito no de Alcorta, desde ya, pero grito fuerte. En yunta solían llegar los “autoconvocados” (se subrayan las comillas) embravecidos, incontenibles, lanzados a cerrar rutas.
La falta de réplica, de sonidos y de furia, sugiere que las tratativas están en pie, que la mesa sigue tendida. Buena nueva, dentro de lo disponible.
Otro aporte silente del ala mediática de la oposición: se concedió licencia a las fake news sobre saqueos, asaltos a intendencias, síntomas de furia social. Bolazos que diluviaron en semanas pasadas para meter pavor, clima de ingobernabilidad, propicio para los desestabilizadores de la City financiera. Se sazonaban con simplismos mal informados sobre acefalía, Asambleas Legislativas. El chorro se cortó. Buena ocasión para que la derecha informativa repusiera invectivas contra los mapuches, estigmatizaciones, mitos. El cuco asomó justo cuando se cumplieron cinco años desde la desaparición de Santiago Maldonado. La causa judicial está empantanada; distintos tribunales con la Corte Suprema a la cabeza traban que se investigue.
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Suma fija, ideas fijas: Intentar pactos con la burguesía nacional (in)existente es un incordio, una misión filo imposible. La clase dominante rehúye sus deberes, entre ellos pagar impuestos en tiempo y forma. Se victimiza, se consagra a la evasión o a la elusión. O se ampara en privilegios insostenibles como los jueces, con la Corte Suprema a la cabeza.
Las mesas de diálogo tentaron al presidente Alberto Fernández desde que asumió. Como regla derivaron en fiascos “inmortalizados” por fotos antiestéticas y machirulas.
Optimista de la voluntad, Massa mociona otra tentativa de la metodología para un objetivo interesante: un aumento de suma fija para los trabajadores registrados del sector privado. El cónclave se realizará en el ministerio de Trabajo.
Los principales dirigentes de la Confederación General del Trabajo (CGT) se dividen al respecto. La mayoría de los sindicatos con más afiliados se opone porque prefiere que sigan funcionando las convenciones colectivas con sus mecanismos y plazos típicos de 2022: reaperturas frecuentes signadas por la inflación. El Secretario General Héctor Daer, Armando Oriente Cavallieri, Andrés Rodríguez se enrolan en esa tendencia.
Un conjunto de gremios imagina una opción mixta: bancar el otorgamiento de una suma fija sin que cese el funcionamiento de las paritarias. Pablo Moyano es adalid de ese sector.
El común denominador (para nada mínimo) entre ambas corrientes es que las paritarias no se tocan ni se frenan.
Así las cosas, luce improbable que las patronales se avengan a pagar una suma fija por encima de los incrementos que se pacten en las reaperturas de las convenciones colectivas. Pero como siempre, habrá que ver.
Los popes cegetistas cabildean respecto del acto fijado para el 18 de agosto. La fecha remota se acerca a paso cansino. De nuevo, el “ala templada” preferiría levantarlo para no hacer olas. Pero los sectores más combativos lo mantienen como bandera. Una convocatoria tendría que embellecerse con consignas fuertes y discursos a la altura. La cinchada interna arroja un saldo gris: la movilización se mantiene pero no habrá oradores. Apenas se leerá un documento común.
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El flanco flojo: El capítulo social fue el más flaco de la presentación de Massa. El objetivo de “crecimiento con inclusión” funge de momento como propósito.
La medida más relevante por amplitud y certeza es el refuerzo a los jubilados. Falta cuantificarlo para justipreciar su alcance. De cualquier forma, el impacto presupuestario será elevado, a contrapelo del severo ajuste del gasto estatal. Las jubilaciones cuasi universales explican la máxima cuota de la inversión pública social.
Una digresión: las jubilaciones extendidas son una conquista relativamente reciente ulterior a la apodada segunda guerra mundial. En aquel entonces los poderes fácticos aducían que la novedad se tornaría insostenible. La dinámica del Estado benefactor, la redistribución de la riqueza y vientos de equidad impositiva refutaron a los objetores. El recuerdo viene a cuento cuando se descalifica a las iniciativas sobre ingreso universal o salario universal o alguna otra institución novedosa de transferencia de ingresos masivos. La necesidad compele a pensar cómo fondearlos. Con seriedad pero sin resignarse al dogmatismo economicista.
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De los planes al empleo: Massa anunció un programa para transformar los planes en “trabajo genuino”. Las empresas que contraten beneficiarios del Potenciar Trabajo pagarán una parte del salario que se completará con las mensualidades del plan. Es la mecánica habitual de varios programas de empleo existentes de ordinario bajo la órbita del Ministerio de Trabajo
Fue similar el método usado en los Anticipos para el Trabajo y la Producción (ATP) creados en la fase más cruda de la pandemia.
El subsidio dura un año, una mejora respecto de los precedentes cuyo plazo de duración es menor. Cuando se cumple, el laburante puede quedar en relación de dependencia y la empresa empieza a pagar el sueldo total. Abre un sendero interesante pero, opina este cronista, no parece habilitar una salida rápida para numerosos trabajadores. Falta la base material que produzca migraciones significativas en el corto plazo: un conjunto de empresas que estén dispuestas a conchabar a cientos de miles de empleados. Porque solo una cifra de ese porte movería la aguja.
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Un Consejo en ciernes: El Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo Vital y Móvil (en adelante Consejo del Salario) quedó convocado para el 18 de agosto inmediatamente después de la movilización cegetista. En esa fecha ya se conocerá la inflación de julio.
El piso salarial de las convenciones colectivas está por arriba del Salario Mínimo Vital y Móvil este sirve solo como indicador general.
Ochocientos setenta mil titulares de planes Potenciar trabajo cobran una mensualidad equivalente a dos salarios mínimos. Sus ingresos se elevarán, módicamente.
Para el resto de los trabajadores no registrados o desocupados no hay novedades, “plata en el bolsillo”. Quedaron afuera de la caja de herramientas de Massa.
El ministro tampoco abogó por la creación de nuevos impuestos progresivos. Ni mentó a los proyectos de impuesto a la renta inesperada (que impulsó Guzmán) o a aquel que castiga a los fugadores de divisas para que paguen la deuda externa. Tienen tratamiento parlamentario. Otros silencios rotundos.
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La política en las calles: Con reflejos previsibles, dirigentes de organizaciones sociales y partidos de izquierda enrolados en el FdT protestaron y plantearon la posibilidad de escindirse del bloque de Diputados oficialista. La secesión debilitaría al oficialismo en el Congreso. Pero esa eventualidad es menos seria que la pérdida de adhesiones de votantes de la coalición.
Es clavado que crecerá la acción directa, factor clave en el funcionamiento de la democracia argentina. La revuelta callejera desafió y erosionó al gobierno de Mauricio Macri con una magnitud subestimada o ignorada. Distintos colectivos se plantaron, contra el “dos por uno” de la Corte o reclamando la aparición de Santiago Maldonado, contra los tarifazos de servicios públicos o los recortes de presupuesto universitario. O una pila de etcéteras. Convocatorias surtidas, a menudo con asistencia transversal construyeron un clima anti oficialista mientras el peronismo hibernaba o tramitaba añejas internas.
Esa oposición al macrismo fue funcional, entre otros motivos, al resurgimiento del peronismo unificado.
Los recurrentes piquetes o acampes comprueban que el peronismo perdió la calle. Constituyen un recurso de los más humildes para conseguir visibilidad.
Complican las jornadas de otros laburantes que con frecuencia se embroncan por partida doble. Contra el gobierno y contra “los planeros”. Empobrecidos, a menudo pluriempleados contra pobres de solemnidad. Minga de unidad de la clase trabajadora.
Los desencuentros del dividido campo popular funcionan como caldo de cultivo para el crecimiento electoral de la derecha opositora que ganó confortablemente en 2021. El retorno a la Casa Rosada de la derecha ensoberbecida, radicalizada y sin autocrítica es un escenario peligroso, injusto, factible.
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El cronograma y la inflación. Massa vio agua y se arrojó cuando muchos no se animaban. Mostró decisión política, ansia de liderar, coraje. Alto premio el espacio que consiguió, gigantescos los desafíos. Lo espera un cronograma asfixiante. En dos meses como máximo tiene que acrecentar las reservas del Banco Central, mitigar el peligro de corrida, resistir el asedio de los devaluacionistas, achicar la brecha cambiaria.
Según sus propias palabras la inflación debería bajar drásticamente tras los dos meses de índices record: julio y agosto. Señaló la meta pero no dio precisiones sobre las acciones a emprender. Silencio otra vez, ese anuncio está diferido. Tal vez se esté maquinando un plan de estabilización, un acuerdo de precios y salarios con el contorno más calmo.
En el ínterin, los jubilados recibirán algo. Los trabajadores registrados tendrán aumentos, se escribió líneas arriba. La totalidad de argentinos con ingresos fijos seguirá a merced de la inflación. La crisis económico-financiera-laboral es compleja, con muchas aristas. Puesto a elegir un indicador clave, uno señalaría a la inflación. Un padecer de todos los días, causa de impotencia y temores. Con los índices existentes cualquier incremento de haberes se diluirá. La concentración del ingreso y la desigualdad seguirán en pie.
Los pactos con las corporaciones apuntan a aliviar la coyuntura. Recuperar el favor popular exige otros desempeños, otros resultados.
La asistencia a la jura fue una muestra del poder fáctico, gestos de apoyo. Pero en el cuarto oscuro deciden millones de personas que no estaban allí.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/447458-asfixia-financiera-y-deudas-sociales