Pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, de los informes catastróficos del impacto de la covid sobre el empleo en el mundo reiterados por la Organización Internacional del Trabajo, de las recomendaciones de los expertos sobre los riesgos de las clases presenciales durante los picos de contagio; en nuestro país impera una lógica negacionista a la que sólo le importa que las escuelas sigan abiertas a como dé lugar.
La actitud de Horacio Rodríguez Larreta de sostener la presencialidad escolar pese al crecimiento exponencial de los contagios y su amesetamiento en niveles superiores a la media internacional para autorizar clases presenciales, no se debe resumir a un mero cálculo electoralista porque es mucho más profundo. Está en esencia de la derecha el pánico al abuso de los trabajadores en lo que a sus derechos refiere.
Que tengan miedo a contagiarse o a morir por la pandemia no habilita a que no se presenten a trabajar. A partir de esa premisa, articulan su discurso y sus políticas. El macrismo tuvo históricamente un enfrentamiento con los trabajadores de la educación. Como jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri sostuvo una política hostil hacia los dirigentes sindicales docentes, lo tuvo acrecentado María Eugenia Vidal con SUTEBA y los demás gremios docentes y lo sostiene el actual jefe de Gobierno con UTE, Ademys y los no docentes de ATE.
En su rol de patrones, como Estado reproducen siempre la misma concepción. Diálogo y consenso discursivos sí, pero la relación con mis trabajadores la manejo yo.
Soportó los 15 días del primer DNU con un paro total de actividades en las escuelas públicas y menor, aunque importante, en la educación privada. Acudió a la justicia, adornó jueces ordinarios de CABA para que declararan inconstitucional al DNU. Amenazan con desconocer el proyecto de ley que faculte al Presidente a ordenar en todo el país las medidas sanitarias acordes al riesgo de la pandemia, todo ello en nombre de la autonomía municipal que les permita manejar a su antojo, a los trabajadores públicos.
Los docentes, a su vez, reafirmaron en distintas asambleas su voluntad de continuar la huelga exigiendo se respete el DNU presidencial. Pese a los abultados descuentos sufridos por el ausentismo de los últimos 15 días mantienen la decisión de no dictar clases presenciales protegiendo su salud y la de sus alumnos.
Cuando los conflictos llegan a este grado de desarrollo es muy difícil canalizarlos sin retroceder. Éste es el punto de inflexión del macrismo con respecto a los trabajadores. En otras provincias, distintos gobernadores muchos de ellos peronistas retrocedieron cuando los conflictos comenzaron a afectar otras áreas de la economía.
El PRO no conoce ese código y es previsible que esta huelga termine desatando complicaciones mayores. Nada parece indicar que los demás gremios dejen abandonados a su suerte a los docentes.
Por el contrario, el aumento de los contagios y la cantidad de muertos legitima cada día la justeza del reclamo. Todos sienten que, la durísima resistencia de los autoconvocados de la salud de Neuquén, está señalando un camino. Cuando se trata de salvar vidas, propias o del prójimo, no hay cálculo político que dé buen resultado.
El punto de inflexión en cualquier conflicto de larga duración es determinante para su resolución. Cuando las perdidas salariales son demasiado grandes y los reclamos desoídos de manera absoluta, se produce el efecto del gato arrinconado, sin salida posible y sin discurso de contención la patronal, sea ésta pública o privada queda encerrada en el conflicto sin posibilidad de resolverlo.
Rodríguez Larreta no puede despedir a los docentes que hacen huelga, no puede privarlos de su libertad, no puede obligarlos a contagiarse cuando los privó de la vacuna en su momento. Horacio Rodríguez solo no puede salir de su propia encerrona. El único animal que no se encamina mansamente a la muerte cuando puede resistirla es el ser humano.
Los trabajadores de salud son los que más muertos y contagiados tributaron a la lucha contra la peste y siguen negados de reconocimiento de parte de sus empleadores, públicos, privados y sindicales. El índice de agotamiento y deserción es muy preocupante. Los recursos tecnológicos son acumulativos: el personal de salud, no.
La vacunación va creciendo lentamente, pero el rigor de la pandemia también aumenta. En el medio están las personas en riesgo y quienes los cuidan, si esta realidad no genera decisiones políticas para todos, los conflictos devendrán cada vez más fuertes.
Cada etapa política suele encontrarse con un conflicto sindical que lo torna referencial. La resistencia de los Gremios de la Educación de CABA se están transformando en esa referencia como consecuencia de la obstinada persistencia de su jefe de Gobierno a enfrentar la gravedad de la pandemia.
Si Rodríguez Larreta logra doblegarlos, muchos otros trabajadores se verán sometidos a condiciones, sanitariamente hablando, riesgosas para poder preservar sus lugares de trabajo. La solidaridad de la comunidad educativa y del conjunto de los sindicatos puede torcer ese destino.
El impresentable fallo de la Corte Suprema no hace más que agregarle dramatismo a la situación. La huelga docente sigue adelante y el noventa por ciento de la educación en CABA no es presencial. Cuando los poderes se alinean y presionan a la vez sólo consiguen el efecto rebaño en los agredidos. Cada vez más unidos resistiendo exponerse a los contagios innecesarios. Los compañeros muertos a raíz del trabajo no se olvidan colectivamente. Si no existiera un juego de poder destituyente, nada podría explicar el sentido de lo que escribieron los 4 supremos.
*El autor es secretario de Derechos Humanos de la CTA y dirigente histórico de la UOM.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/340095-morir-en-el-trabajo