Resolver los problemas de una sociedad sin generar compromiso en sus actores, es cortoplacista y se paga caro. La no percepción de que el Estado es fundamental para cualquier modelo de desarrollo, muestra el fracaso de una democracia que nos está quedando obsoleta. El desapego con el Estado y con la política genera una lenta agonía, que de no robustecerse en lo inmediato deja a la sociedad en total merced de las corporaciones. Tal es la magnitud de la erosión del actual diseño institucional de la democracia.
Si no interpelamos la democracia tal como está diseñada será terreno para líderes con un ejercicio profundamente antidemocrático. Cada uno de los tres poderes del Estado debería iniciar un camino de promover la participación activa de la sociedad en toda su lógica institucional.
El caso brasilero es un claro ejemplo. Solo se explica la llegada de Bolsonaro al poder por la prescripción del candidato más popular de la historia política de Brasil, Lula, quien fuera encarcelado por el Juez Moro que obscenamente luego asume como Ministro de Justicia del único beneficiario de dicho atropello. Operación que hoy sale a la luz y en donde se ve claramente cómo sus oponentes le fabrican la causa a Lula e inmediatamente llegan al poder. Que un sistema democrático resista un escándalo de proporciones como esta, solo se puede entender en lo erosionadas que están nuestras instituciones, basadas solo en el principio delegativo de la división de poderes. Mientras ese principio no se redefina hoy en tiempos donde la información es moneda corriente, vamos hacia la extinción de nuestro sistema institucional.
El gran tema de los liderazgos populares en nuestra región, fue no identificar el núcleo del problema. Muchos de estos liderazgos ampliaron derechos y generaron prosperidad, pero los hilos del sistema seguían manejados por una elite por encima de los presidentes que trabajaba para otros intereses. El expresidente de Ecuador Rafael Correa sintetizaba este fenómeno en la frase “Prosperidad Objetiva, Pobreza Subjetiva”, al igual que el vicepresidente de Bolivia Alvaro García Linera cuando hablaba de “Flujos y Contra Flujos” en su texto “Derrotas y Victorias”, ambos hacían eje en la prosperidad conseguida por sus gobiernos y la imposibilidad que esto se traduzca en un apoyo a los gobiernos que la generaban.
La respuesta tiene que ir por el lado del compromiso y la participación social, una construcción que involucre a la sociedad en todo el proceso de políticas públicas desde el diseño, su implementación y seguimiento. Debemos ir hacia la trazabilidad total del sistema político, tenemos las condiciones tecnológicas para dar dicho salto institucional.
La participación genera compromiso, que es la mejor vacuna contra la apatía, contra la “Agonía del Eros”, de esta forma la sociedad se involucra en todo el proceso político. Hay que construir nuevos mecanismos que permitan un ejercicio compartido de todo el proceso público atravesando los tres poderes, promover experiencias como el “presupuesto participativo” que generen vínculo directo con la gente. Tenemos la capacidad de desarrollar aplicaciones que se descarguen en el celular que puedan seguir las licitaciones, expedientes y que nos permitan interactuar en todo el proceso.
El mejor remedio para la corrupción es involucrar a la sociedad en el manejo de los fondos públicos y promover una decisión compartida en todo proceso. De otro modo, son las élites que a través de los grupos concentrados de comunicación definen y controlan la agenda de discusión.
Camilo Vaca Narvaja es licenciado en Sociología
Lic. Sociología
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/200888-democracia-participativa-el-nuevo-contrato-social