Con el autoritarismo potenciado en América Latina, en la Argentina, la derecha dura y violenta que desprecia y nunca respeta el voto popular provoca y propagandiza el caos para dar sensación de desgobierno. Lo sabemos. Como sabemos que sus maniobras destituyentes y mentiras sistemáticas movilizan apenas a grupúsculos porteños y de algunas burguesías locales de gritones odiadores, crianza de telebasura y mentimedios.
En ese contexto de gravedad institucional y enardecidos ahora por la conducta oblicua de la Corte Suprema de Justicia, la cercanía del 75º aniversario del 17 de octubre fundacional y emblemático del peronismo los coloca en una posición de asedio peligrosísimo que es urgente atender con serenidad, precisión y también, si se puede, contundencia democrática.
Queda dicho lo anterior desde la convicción absoluta de que los garantes de la democracia y la paz, en la Argentina, son el pueblo trabajador y todos los estamentos que garantizan igualdad de derechos, educación pública, trabajo honrado y solidaridad social, además de preservación de los valores que llamamos Memoria, Verdad y Justicia. Todo lo cual en esta etapa –ensombrecida y complejizada por la peste que agobia al planeta– obliga a los sectores mayoritarios a apoyar, sostener y cuidar a las autoridades elegidas hace diez meses: Alberto y Cristina.
La violencia antidemocrática, antirepublicana, clasista y racista que ensombrece el presente de este país tiene sus bases de sustentación en gente muy tosca e ignorante, soliviantada por intereses internos y externos capaces de cualquier bestialidad (como han probado infinidad de veces, cual próceres de la violencia y la muerte) y por eso mismo tan peligrosos.
Y ahora, ensoberbecidos por decisiones hipermoderadas y también algunas indecisiones de nuestro Gobierno. Que al menos en opinión de esta columna ha dejado pasar ocasiones de oro para fortalecerse, como por ejemplo ensanchar la composición de la Corte con por lo menos cuatro nuevos jueces democráticos, impolutos y respetados -–que los hay, incluso en ésa que es la corporación más desprestigiada del país–- lo que rápidamente hubiese mejorado la atmósfera nacional con sólo dar al Gobierno instrumentos para enfrentar los ensayos destituyentes de cada día.
En este contexto, el próximo y ya cercano 17 de octubre puede y debe ser una ocasión extraordinaria para que el sufrido pueblo argentino exprese su renovada vocación de paz, pan, techo y trabajo que hoy representa, como en otras etapas con otros nombres, el Frente de Todos.
Y aquí aparece una propuesta que parece ganar veloces aplausos y simpatías: acompañar al Presidente el día 17 con una gran movilización popular, de las que saben organizar como tantas veces las fuerzas democráticas de esta nación, sólo que ahora en clave online y tecnológica como para poner a más de un millón de manifestantes en línea. Y clave que ya está en marcha de la mano del talentoso Javier Grosman, que hace años organizó los impactantes #FestejosDelBicentenario y ahora garantizaría manifestaciones virtuales desde un mapa digital, sin límite de asistentes, de modo que los militantes podrán presenciar el acto principal, que se transmitirá por streaming desde la CGT, e incluso podrán interactuar con otros participantes dentro de una imagen remota de, por ejemplo, la Plaza de Mayo en una jornada que algunos ya imaginan memorable.
Pero que no es la única opción, como ya algunos sectores del peronismo y aliados están señalando. Postulan ellos que con rigurosos protocolos de comportamiento sanitario y que garanticen distancias adecuadas, el pueblo demostraría –sin símiles ni metáforas tecnológicas– su apoyo al gobierno nacional y popular que ha votado y que viene luchando denodadamente por enderezar todo lo torcido, empezando por la renegociación de la deuda canalla que no tomó la ciudadanía, la recuperación de la salud pública y muchas otras medidas de fuerte impacto igualitario. Esta movilización verdadera, como tantas otras, sería en sí misma la prueba de la vocación del pueblo argentino por la igualdad, la paz y la democracia.
Hay argumentos y exageraciones en favor de cada opción. Por un lado, se dice que si perdemos la calle habremos perdido toda posibilidad de triunfo a futuro, lo cual puede ser exagerado. Y por el otro se afirma que desde la CGT el Presidente hablará ante un millón de militantes que participarán del acto desde sus casas y sus celulares, lo que también suena exagerado –y sobre todo improbable porque las grandes mayorías populares no tienen casa ni celulares ni conectividad–. Y hay terceros que preguntan: ¿Si la Corte dispusiese hoy otro 2×1, diríamos que no hay que salir?
Y hay todavía algo más grave, en términos políticos: si la convocatoria del 17 es, como ya se dice, en apoyo al gobierno de Alberto y Cristina y el objetivo de poner a Alberto al frente del PJ es reconocer su conducción, la verdad es que todavía nadie ha anunciado, ni negado, la presencia de la vicepresidenta. Detalle no menor. sino definitorio, tanto por el amor que despierta en las militancias como por el odio que desvela a empresarios, latifundistas, banqueros, endeudadores, chorizos varios y la caterva de lengualargas que amenizan la telebasura.
No vaya a ser que, como bien señaló el más agudo periodista de la Argentina, la respuesta popular masiva, pero informática desde la CGT esté naciendo viciada, si acaso lo que se procura es fortalecer al Presidente, pero frente a la vicepresidenta. Y para colmo en apoyo –explícito o implícito– del eterno contubernio de cierta dirigencia sindical con poderosos patrones que siempre, inexorablemente, conspiran contra los gobiernos surgidos del voto popular.
Nada quisiera más este columnista que estar equivocado, pero la visión anticipada de una mesa en la CGT con Alberto rodeado de burócratas (algunos habrán cenado la noche anterior con patrones gorilas) y sin CFK, sería grotesca y negativa por más tecnología que se disponga. De igual modo que sería horrendo cuadro ver a furibundos anticuarentenos y descerebrados dizque libertarios, dueños de calles porteñas devenidas feudos antiperonistas, y con el pueblo desmovilizado mirándolos por la tele o en celulares.
Sería enorme paradoja, en este caso, que el avance destituyente encuentre al pueblo oyendo entre cuatro paredes el Himno y la Marcha, y eso quienes puedan amplificar sonidos, que no es el caso de las mayorías.
Es posible que algunas personas apresuradamente consideren que estas palabras le “hacen el juego” a la derecha o a la izquierda planteando reparos. En tal caso, allá ellas. Porque de lo que se trata es de llamar a la reflexión y medir correcta y serenamente pasos y consecuencias a fin de proponer la mejor opción. Porque el objetivo fundamental es estrechar filas en defensa del gobierno de Alberto y de Cristina, y no es clausurando debates como se debe hacer política, sino ampliándolos.