Sergio Massa evalúa la alquimia que le permita sumarse al armado de la unidad del peronismo de la mejor manera. ¿Cuál es? Nunca lo supo. Al no tener definido ese objetivo dejó que las cosas fueran sucediendo y así llegó a la encerrona de esta semana, en la que el martes participó de una cumbre de Alternativa Federal y el jueves de un congreso del Frente Renovador donde prácticamente echó por tierra lo firmado 48 horas antes. “Estamos trabajando en función de lo decidido. Seguramente la semana que viene vamos a avanzar otro paso en esa dirección”, aseguraba anoche, con un matiz enigmático, un dirigente del massismo. “Siguen perdidos, se están pulverizando”, respondían cerca de Alberto Fernández. Nada había cambiado.
El problema de Massa nunca fue el kirchnerismo, con el que mantiene un diálogo fluido desde hace ya varios meses, sino en particular la figura de Cristina Kirchner. Siempre se jactó como un gran logro de su carrera el haber impedido el supuesto de proyecto “Cristina eterna” en 2013. Lo mencionaba como un hito en sus discursos de campaña para las legislativas de hace dos años y resultó que no le fue muy bien. Quedó tercero lejos, 26 puntos por detrás del presunto monstruo que había frenado. Después de esa elección, y en especial del inicio de la crisis económica, Massa debió replantear su estrategia. En su caso siempre es difícil saber cuánto hay de convicción y cuánto de especulación. Lo cierto es que así como venía cada vez sacaba menos votos.
Contrató al asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí que justamente había trabajado para la ex presidenta en aquella campaña a senador. Según cuentan en el Frente Renovador, ambos -asesor y asesorado— coincidían en algunas cosas: que Cristina Kirchner finalmente no sería candidata y que el peronismo terminaría unido y vencedor del macrismo. También que Massa era un candidato muy factible para encabezar ese armado. Así fue que intensificó su diálogo con el kirchnerismo. Con Alberto Fernández, que tuvo su paso por el Frente Renovador, siempre conservó un vínculo fluido. Pero demás retomó conversaciones con Wado de Pedro y hasta algún contacto con Máximo Kirchner, en especial por temas del Congreso. No era el único en la idea. Poco antes de morir en un accidente, el cordobés José Manuel de la Sota también se había reunido con Máximo misma con la idea de encabezar la unidad.
Ya por entonces, en coincidencia con los sondeos que marcaban que la mayoría del electorado se consideraba opositor al gobierno de Cambiemos, Massa endureció su discurso y avisó que la poco rendidora “avenida del medio” había quedado en el pasado. En menos de lo que dura un mandato presidencial transitó de una postura inicial colaboradora –con Davos y el aval al pago a los fondos buitres como referencias más claras–, a otra de tono más crítico hasta terminar embanderado en una oposición decidida, algo así como el ala izquierda de Alternativa Federal si es que eso es posible.
Lo que ni él ni su asesor previeron fue que la profundidad de la crisis revitalizaría los índices de popularidad de CFK. Aunque no se lo creyera del todo, en las reuniones con otros dirigentes Massa insistía en que la ex presidenta no se postularía y que el peronismo se uniría en una gran PASO. En eso lo acompañaban algunos gobernadores como el sanjuanino Sergio Uñac y el entrerriano Gustavo Bordet, quienes pedían un gesto de Cristina en pos de la unidad. Lo inesperado fue que el gesto llegó y mucho antes que el cierre de listas. Los gobernadores se dieron por satisfechos con el corrimiento de CFK a la vicepresidencia, a Massa lo dejó descolocado. Para más, el candidato a presidente terminó siendo su principal interlocutor con el kirchnerismo.
Las encuestas marcan el ascenso de Cristina Kirchner y un estancamiento suyo y de todo Alternativa Federal en general. Los gobernadores del peronismo –su principal sustento– dejaron de apoyarlo y sus dirigentes –en especial los de la provincia de Buenos Aires, que es donde tiene su base de votos– lo instaban a acordar con el peronismo cuanto antes si no quería quedarse sin intendentes y sin legisladores que todavía le respondían. Una característica del Frente Renovador en estos años fue la pérdida por goteo de intendentes y diputados provinciales y nacionales, sin sumar a nadie a cambio. El caso emblemático es el de Julio Zamora, intendente de Tigre, el feudo massista, que esta semana salió a expresar su apoyo a las candidaturas de Alberto Fernández y a Axel Kicillof, sin siquiera esperar que se reúna el congreso de Parque Norte.
Massa mantuvo en estos días el contacto con Alberto Fernández, pero nunca encontraron el posible punto de acuerdo. Ni competir en una PASO ni la candidatura a gobernador bonaerense, un cargo que siempre dijo que no lo atraía. Al mismo tiempo, participó de los dos encuentros de Alternativa Federal auspiciados por el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, con quien mantiene un sentimiento de desconfianza mutua. Los massistas no digirieron que el cordobés no quisiera compartir con ningún referente nacional el escenario de su resonante triunfo provincial. Schiaretti, hablando de Massa en los últimos días con un dirigente del kirchnerismo, se refirió a él en términos despectivos: “ése patea para ustedes”.
Pero Massa dejó seguir el juego con la idea que sus acciones se cotizarían a medida que pasaba el tiempo. Desde todos los espacios sugerían la posibilidad de atraerlo, ungido como probable árbitro de unos comicios peleados. Pero la ráfaga de apariciones ambiguas y hasta contradictorias terminaron por minarlo más que potenciarlo. Alberto Fernández, que lo valoraba porque lo consideraba el único candidato de Alternativa Federal que tenía votos propios de verdad y no meros desencantados que eligen por descarte, ya dejó de verlo así. “En las encuestas mide cada vez menos, es patética la imagen que está dando”, decían cerca del ex jefe de Gabinete. En público, Alberto Fernández siguió ayer reiterando la oferta de las PASO pero imagina que es en vano.
En el espacio de los Fernández creen que a esta altura la decisión más acertada para Massa sería bajar su candidatura y dejar pasar de largo la ocasión. A cambio, podría negociar lugares para dirigentes del Frente Renovador. Imaginaban que no era descabellado pensar en un par de diputados nacionales en la Provincia, junto a un legislador provincial por sección electorales y asegurarles que a sus intendentes no les presentarían un candidato para arrebatarles el municipio. Los contactos de ayer, en principio, no ofrecieron novedades. Las prometen para la semana que viene.
El domingo se elegirá gobernador en San Juan y en Misiones. En la provincia cuyana, Sergio Uñac aspira a mejorar su performance en las PASO y alcanzar el 60 por ciento de los votos. Es de los gobernadores del peronismo que pintan con mayor proyección nacional, con pretensiones de tallar en la disputa para 2023. En algún momento se mostró entusiasmado con Roberto Lavagna, pero esta semana circuló en las redes un video en el que elogiaba la decisión de Cristina y expresaba su apoyo a la candidatura de Alberto Fernández. Como aspira a sumar la mayor cantidad de votos posible, Uñac todavía no expresó públicamente ese alineamiento pero seguro lo hará después de confirmado su triunfo.
Para Massa, que había prometido hacer lo que dijeran los gobernadores, será un motivo de presión adicional, como una interpelación más. Como en aquellos célebres spots suyos en los que buscaba convocar a sus interlocutores: “A vos que tajaí”.