Ahora dicen que la transición no existe… Eppur si muove: una nueva agenda política, gente que viene y un supuesto equipazo que se va. Alberto Fernández decide y actúa en política internacional, el conjunto de medidas contra el hambre toma forma y se va activando, la Ley de Góndolas obtiene media sanción en Diputados.
La coalición oficialista se fragmenta en internas que escalarán. Funcionarios del Ejecutivo u organismos estatales vacían cajones, preparan informes de gestión. Varios conservan esqueletos en el armario, tratan de cubrirlos. Compañeres de gestión se despegan de modo silente o filtrando información comprometedora a quienes, se supone, los relevarán pronto. Incendios en oficinas públicas no alcanzan para definir como neronista (con “n” inicial) a la actual administración aunque avivan sospechas.
El Congreso, cuerpo colegiado, testimonia que hay ciclos personales y grupales que epilogan o comienzan. El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, termina función y mandato ovacionado por sus pares, en particular los opositores. Elisa Carrió, renunciante post datada, genera enésimo escándalo amenazando a una colega correligionaria. La reprueban desde sus propias filas. Cada cual cosecha lo que fue sembrando.
“Volver mejores”, preconizó Fernández en campaña. “Mejores”, cree traducir este cronista, es (en buena dosis) sinónimo de distinto. La ideología (que sintetiza ideas, creencias y valores) pervive pero hay aprendizajes de la etapa anterior. La estructura social y el mapa regional se redibujan continuamente.
El presidente Mauricio Macri incita a la Gendarmería. Un editor de Clarín hace lobby respecto de factibles cambios en la cúpula policial. Amenaza, apenas con otras palabras, con la “mano de obra desocupada”. El golpe en Bolivia y la dictadura sangrienta que lo sucedió generan expectativas en la derecha autóctona.
Dentro de 16 días termina la pesadilla de un Gobierno que derruyó todo, no solo la economía. La normalidad electoral argentina alumbra esperanzas en un contexto arrasado. Un motivo adicional para el optimismo de la voluntad: ni los posibles integrantes del nuevo Gobierno ni la enorme mayoría de sus partidarios hablan de venganzas, alientan la doctrina Irurzun o la Chocobar. Debaten, disienten pensando en cómo rectificar rumbos, reparar, renegociar la deuda, revertir la concentración de ingresos, poderes y prestigios. Con alta conciencia de las restricciones tanto como de la direccionalidad a emprender.
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Tomar partido, hacerse cargo: “La concentración no sólo existe en materia de telecomunicaciones. La economía también se concentra” explicó Alberto Fernández en el reportaje publicado en Página 12 hace una semana. La frase mejora mucho declaraciones de campaña acerca de los medios audiovisuales, confundiendo el relativo poder de las “tapas de Clarín” con la existencia de oligopolios. Y sirve de puente para analizar que la lucha democrática contra la desigualdad fuerza a enfrentar las tendencias del capitalismo concentrador y excluyente.
La “ley de Góndolas” vale como ejemplo, una muestra proyectable a variadas realidades. Posibilitar la competencia en la oferta constituye un gran primer paso. Difícil porque la dimensión de la economía quizás no permita cumplir plenamente los objetivos más básicos de la norma: un setenta por ciento de la oferta en grandes supermercados reservado a Pymes, cooperativas, sectores de la economía popular. Tal vez la escala de la producción no sea suficiente, tal vez no se consiga de entrada atraer a un público habituado a productos de formidable packaging que no son solo bienes sino objetos de deseo. El impulso gubernamental a la competencia y las oportunidades acrecentará perspectivas de mejorar la producción en calidad y cantidad. Alimentos más sanos y valorados, no solo más baratos. Se trata de una disputa cultural que se fomenta desde el Estado y que posibilita el desarrollo local, la producción y la comercialización comunitarias. El proceso se vino gestando desde la sociedad civil aún contra la corriente durante el mandato de Macri. El Estado toma partido; reforma que no será completa mientras no se instrumenten nuevas formas de participación política institucional. El fuego pa´calentar debe ir siempre desde abajo enseñaba Martín Fierro cuando se puso viejo y doctrinario.
Para enfrentar a los Goliat favorecidos por la dinámica neoconservadora y el (tan disimulado cuan potente) apoyo de los Gobiernos se precisa no un Goliat de signo contrario (pongalé) sino que proliferen muchos Davids de menos talla pero mayor arraigo y diferente concepción. Criterio aplicable tanto al espacio mediático como a la producción de bienes y otros servicios. Y, de nuevo, a la participación política. Que florezcan cien Consejos Económico sociales en municipalidades y provinciales, abriendo el juego a nuevos protagonistas.
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Proto locos: Las marchas y contramarchas sobre la Guía para abortos no punibles escribieron el enésimo capítulo de las internas cambiemitas. El ex Secretario de Salud (antes ex ministro) Adolfo Rubinstein fue eyectado mientras corría la cuenta regresiva del mandato. La saga, que quedó inmortalizada en el Boletín Oficial. corrobora dos afanes post Primarias Abiertas (PASO). El primero: PRO se radicaliza derechizándose aún más, una hazaña. José Luis Espert ya no tiene margen, Alejandro Biondini debe acudir al nazismo explícito para mostrar perfil propio.
La Unión Cívica Radical (UCR), a su vez, procura diferenciarse de quien fuera su líder durante cuatro años en los que se dobló hasta el patetismo sin romperse.
Rubinstein fue coherente con su actuación pública en el debate sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). La valoración completa de su desempeño arroja indicadores deplorables similares al promedio del elenco oficial. Sale airoso y embellecido en este entredicho. No le viene nada mal a los boinas blancas que andan escasos de figuras vistosas. La vanguardia de la UCR sigue siendo émula y admiradora del presidente Fernando de la Rúa. Nula autocrítica respecto de la performance de ese prócer así fuera de las matanzas con que se despidió.
Es prematuro anticipar hasta donde llegará la creciente fragmentación del oficialismo que llegó para sepultar setenta años de errores, fecha que esta semana coincide con el aniversario de la gratuidad de la enseñanza universitaria. De momento parece que a ninguno de los integrantes de Cambiemos le conviene secesionarse aunque sí tensionar y designar al socio como Mariscal de la derrota. Claro que, como sucede con ciertas rencillas familiares, hay guerras de los Roses políticas que se sabe como empiezan pero no cuándo ni cómo acaban.
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Panoramas desde el puente: Periodistas u opineitors diplomados critican a “Alberto” como si ya gobernara, detectan sumisión ante la vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner, descripta como déspota, la Reina de Corazones. Casi homologan a La Cámpora con los Guardias Rojos. Interpretan, que el kirchnerismo no debería tener ningún cargo gubernamental. La violación de esa regla absurda prueba que Alberto es un títere, un Chirolita o un vasallo. En fin.
Las evaluaciones sobre el Gabinete de AF son apresuradas porque falta ver todas las cartas sobre la mesa. La designación de Máximo Kirchner como titular del bloque de Diputados configura un grado de equilibrio interno en un cuerpo que presidirá Sergio Massa.
Un poquito contradictorios, los portavoces oficiosos del macrismo impulsan variantes de gobierno compartido con Cambiemos. Descubren que el voto popular es sofisticado porque dispuso un Congreso con interesante minoría opositora. Este cronista desconfía de su propia memoria, hurga en los archivos, corrobora que cuatro años atrás Daniel Scioli superó a Macri en la primera vuelta, aquella que define la renovación parcial de las Cámaras en las que la opo tallaba fuerte. Por entonces la elite republicana no advertía sofisticación alguna ni solicitaba contemplación para los vencidos. Batió palmas en el verano de 2016 cuando “Mauricio” devaluó a lo pavote, bajó o suprimió retenciones, desreguló el mercado financiero, despanzurró la Ley de Medios mientras el gobernador jujeño Gerardo Morales daba el ejemplo pionero de encarcelar sin juicio ni condena a Milagro Sala. Como mucho, los republicanos elogiaban o deploraban el “gradualismo” de un modelo que se cimentó en pocos meses.
La región arde, distintos gobiernos de derecha reprimen a sus conciudadanos con violencia creciente. El toque de queda se pone de moda, la pena de muerte está vigente de facto o con burdo ropaje jurídico.
En ese mundo, del que algo hablamos en nota aparte, regresa una fuerza nacional popular que recibe una de las peores herencias dejada por un gobierno posterior a 1983. Dejamos a criterio de quien lee laudar quién gana la competencia entre De la Rúa y Macri por ese ominoso campeonato.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/232656-ya-sopla-el-viento-fresco