Ninguna ponderación resulta suficiente cuando se trata de dimensionar la importancia de la provincia de Buenos Aires en el escenario nacional en todos los sentidos y niveles posibles. Electoralmente porque sus doce millones quinientos mil votantes representan el 36,98 por ciento del padrón nacional; económicamente porque ese territorio genera el 40 por ciento del producto bruto interno del país. Pero estas mismas dimensiones se proyectan también a la hora de medir los problemas. En el conurbano bonaerense la pobreza alcanza el 35,9 por ciento de la población, por debajo de los índices más graves que se registran en el Nordeste argentino, pero muy cerca de los mismos.
Axel Kicillof y su equipo están al tanto, porque se han encargado de conocer casi al detalle el escenario con el que se pueden encontrar a partir de mañana, una vez que se cierren los escrutinios. Pero también porque el candidato a gobernador por el Frente de Todos (FdT) desarrolló una campaña que se caracterizó por el despliegue territorial, visitando cada pueblo y ciudad, dialogando con los ciudadanos y con las organizaciones, con algunas afines y otras que no lo son.
Una cuestión no menor ha sido el respaldo mutuo entre el candidato a gobernador y los intendentes. Se habló mucho de las posibles “resistencias” de los jefes comunales antes de que se concretara la candidatura del ex Ministro de Economía. Aunque nadie puede vaticinar que todo será un lecho de rosas, está claro que se ha sellado una alianza muy firme entre todos ellos con el candidato a gobernador a la cabeza. Ese acuerdo incluye el reconocimiento de que han sido los intendentes quienes, por un lado, pusieron el pecho frente a la adversidad durante los últimos cuatro años, pero también varios de ellos se convirtieron en artífices protagónicos de la unidad del FdT. Y así como Alberto Fernández anuncia una gestión que tendrá un fuerte acento federal con activa participación de los gobernadores, los intendentes bonaerenses tendrían también decisiva influencia en la gestión provincial.
Kicillof sabe también que de ganar hoy recibirá una herencia difícil de parte de María Eugenia Vidal. Pero en varias ocasiones adelantó que no pretende refugiarse en la queja, aunque advierte que de ser gobernador su gestión estará marcada por la “austeridad” y por el “sacrificio”, basada en la “honestidad” y la “transparencia”. Esos son los pilares sobre los que pretende construir en un escenario que todos reconocen difícil y cuya suerte está definitivamente atada a factores que escapan al control de quienes gestionen Buenos Aires. El rumbo económico de la provincia está indefectiblemente ligado a lo que ocurra a nivel nacional y “la política económica a nivel nacional no va a estar bajo la decisión del gobierno de la provincia”, admitió Kicillof ante los productores agropecuarios de CARBAP cuando se reunió con ellos en días pasados.
Como le ha sucedido a casi todos los gobernadores de Buenos Aires, quien esté al frente de la provincia de aquí en más tendrá que batallar por mejorar el 23 por ciento de la coparticipación del presupuesto nacional, no solo por debajo de lo que la riqueza que la provincia genera sino también lejos de los recursos que demanda en términos de necesidades la población bonaerense.
A pesar de que María Eugenia Vidal ha negado reiteradamente que la provincia de Buenos Aires esté en aprietos económicos, lo cierto es que el mayor estado argentino está endeudado en doce mil millones de dólares. En los próximos cuatro años vencen nueve mil millones de la moneda norteamericana y en enero de 2020 habrá que pagar 570 millones de dólares.
Hasta hoy tanto Kicillof como sus colaboradores se negaron a hacer pronósticos. Primero quieren revisar cuentas, ver datos, auditar. Tampoco adelantarán medidas hasta tanto se cierre el proceso electoral. Pero reconocen que existen prioridades. Hay demandas en materia de seguridad, para lo cual desde el entorno del candidato ya han dicho que se necesita un plan integral y que la policía bonaerense tendrá que ser conducida por un civil. La propuesta de seguridad debe contener también una respuesta para el avance del narcotráfico dando un giro a lo hecho durante la gestión de Vidal porque, dicen, se trata más de publicidad que de logros que surjan a la vista.
Pero sin duda el desafío mayor, especialmente en el conurbano bonaerense, tiene que ver con el hambre, la indigencia y la pobreza. Una investigación privada que relevó la opinión de referentes de base y funcionarios de las áreas sociales de municipios bonaerenses dio cuenta de que cada vez son más las familias que se aproximan a solicitar alimentos a los comedores. “Primero se acercaron los niños solos, luego se arrimaron las madres, después los padres” señala uno de los testimonios recogidos. Y agrega que “en los últimos meses comenzaron a asistir a los comedores y merenderos personas de la tercera edad y finalmente llegaron familias completas que, en algunos casos, realizan allí su única ingesta diaria de alimentos”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/227606-un-cambio-de-rumbo-para-la-provincia